—¡Leilah! —Neil salta la jardinera que nos separa y corre hacia mí, me saluda con un abrazo y una amplia sonrisa que inmediatamente me contagia, al menos en intenciones—. ¿Qué haces aquí, saltamontes? —Pasaba por aquí —miento. Nunca antes he visitado a Neil en su trabajo, las ingenierías se repelen con otras ciencias por naturaleza y de hecho, su ubicación no me queda para nada en los rumbos que acostumbro frecuentar. —¡Genial! —se encoge de hombros—. ¿Quieres ir a comer o algo? Ha dado en el clavo. Asiento. —Solo que… —vacila rascándose la mejilla—, tengo un proyecto que presentar saltamontes, pero quizás pueda convencer a Kevin de… —Te espero, Neil —le interrumpo. Estaré desesperada, pero no pienso arrastrar a mi hermano a una falta por mi irresponsabilidad. —¿Estás segura? —frun