No recordaba que el otoño fuera así de ventoso. Oficialmente he perdido la esperanza de mantener mi cabello en orden, ya ni siquiera voy a molestarme en acomodarlo con las manos. A éste paso solo lograré que la maraña luzca grasosa también. Suelto un suspiro mirando los árboles, sus follajes ceden de a poco ante los impetuosos embistes del cambio de estación. Apenas comienza el otoño, sin embargo, sus tempranas tempestades ya han dejado desnudas varias ramas de muchos árboles, pese a que no todas las hojas se han secado. “Al menos no llueve”, me digo, aunque de inmediato me arrepiento. No vaya a ser que mi karma me devuelva las palabras y además de despeinada, termine con el maquillaje descompuesto. Me balanceo sobre los tacones de las botas, resintiendo una oleada de frío