Elijo el número doce de nuevo. Si Evan me preguntara, probablemente le diría que no tuve cabeza para decidirme por otro de la cuantiosa gama que ofrecía el hotel. Sin embargo, sí estoy consciente del motivo por el cual elegí ése número: un tanto para seguir con una inmaculada costumbre, y la otra, porque es parte de nuestro secreto; el número de lo prohibido. Nuestra marca, de Evan y mía. Ya sea su número favorito o no, se está convirtiendo en el mío. Inclusive me aseguro de fijarme el material con el que está grabado en la puerta, ésta vez es de madera tallada fijada con un par de brillantes tornillos. Cuántos eran o dónde estaban colocados en cada número, fue algo que sobrepasó mi capacidad dado que el aliento de Evan comenzó a rozar mi cuello, provocándome escalofríos a