Sábado por la noche Compartimos la mesa al comer y de ahí ambos nos separamos a esquinas contrarias de la casa. Al principio me decepcionó, aunque luego respondo mentalmente la pregunta: “¿Qué esperabas, Leilah?” Está claro que no vamos a mirar películas mientras él me abraza sobre el sofá, tampoco hablaríamos largo y tendido sobre mis sentimientos o lavaríamos los trastes juntos (aunque me ofrecí, él me ordenó que no era necesario, que lo haría el personal de servicio luego). Dado que no estoy sobre mi cama ni tampoco en mi casa, he tenido que mantenerme en el rango de esas cuatro paredes sintiéndome cada vez más fuera de lugar. Lo peor del asunto, es que Evan parece sentirse igual de incómodo con mi presencia. —Tal vez debería irme —musito, mirando mis tobillos cruzad