No nos dejes caer en la Tentación

No nos dejes caer en la Tentación

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Blurb

En uno de los barrios más pobres de Nueva York, Sharis Briche, nacida en aquel lugar, vivirá una

historia de amor, a pesar de las circunstancias, con un joven seminarista, Ibrahim Lincolai, hijo del

famoso arquitecto y multimillonario, Romano Lincolai, teniendo el chico un CEO como padre, es

realmente diferente, criado dentro de las costumbres del catolicismo. Construye iglesias, algunas

son donadas por promesas y otras, por supuesto, por contratos. Este libro explica y refleja como

cambiarán sus vidas después de vivir ese deseo carnal prohibido, nacido del pecado, llevado de la

magia de la inocencia y, en el que sin darse cuenta, sus rumbos tomarían caminos totalmente diferentes.

Sharis e Ibrahim lucharán por ese sentimiento, tratando de evitar el hecho de abandonar sus sueños, sus vidas irán en rumbos distintos, sin embargo, el destino se empeñará en unirlos una vez más y

reencontrarse con ese pasado que les causó un daño casi irreparable a ambos.

Pese al tiempo transcurrido, Sharis no ha dejado de amarlo y recordar su presencia, ¿seguirá ella

intentando conquistar al seminarista Ibrahim? Aún cuando es su mayor deseo convertirse en sacerdote, seguir su vocación hasta finalizarlo. ¿Podrán ellos alcanzar esa pasión deseada? Incluso estando llena de prejuicios, pecados y castigos.

Una pasión oculta desgarrará sus vidas, siendo así, sentenciadas a ir al infierno.

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1. Emergencia en el Hospital Central.
Esa mañana desperté en un lugar completamente blanco, al ver todo aquello, pensé, «¿Será que estoy en el cielo?», mis párpados pesaban, no podía abrir mis ojos del todo, empecé a preguntarme ¿Qué lugar es este? la cama vestida toda de blanco, las almohadas brillaban y eran totalmente pulcras, se notaba hermoso, el sitio bastante limpio, mi cabeza aún me daba vueltas me dolía mucho, sentía una fuerte jaqueca, mi boca estaba seca, mis ojos apenas podían abrirse, a lo lejos pude distinguir a una mujer que se acercaba a mí. Con un poco de esfuerzo pude sentarme y acomodarme, pasé las manos por mi cara y al mismo tiempo por el cabello, no deseaba verme tan mal después de todo, casi no recordaba nada. Lo último fue verme muy intoxicada y abatida, cayendo lentamente, desplomándome cómo una pieza de arena, de pronto empezaron mis ojos a cerrarse hasta caer. Ahora estoy en este sitio, pienso que Dios me llevó para acabar con todos mis sufrimientos, con esta vida tan desgraciada que me ha tocado vivir. La doctora se acercó a la paciente ingresada en la madrugada del jueves con síntomas de intoxicación y con el pulso muy débil. — ¡Buenos días, señorita! ¿Cómo se siente? —preguntó la doctora. —No lo sé, pero creo que no estoy en el cielo. —¿Qué le hace pensar eso? Aunque no es la primera vez que usted ingresa en un hospital… No veo porqué se sorprende. —No estoy sorprendida, simplemente no reconocí el lugar, supongo que no es el mismo sitio dónde me han llevado otras veces ¡Es todo! —Te haré unas preguntas las cuales deberás contestar con sinceridad, según el cuadro clínico que tengo en mis manos, has ingresado en otros centros, presentando los mismos síntomas. —Está bien, ¿Qué desea saber usted, doctora? —Por lo pronto, tu nombre y apellido, lugar de residencia y con quienes convives. —Sharis Briche, vivo en Harlem con mi madre, mi padrastro, una abuela, un tío bueno para nada y mi hermano menor. Ahora, ¿puede decirme cómo llegué a este lugar y quién me trajo hasta aquí? —No lo sé, te dejaron en una camilla, una de las enfermeras que te recibió junto con el camillero, dijo que fue un hombre, pero solo alcanzó a oír, que te había recogido en la calle y estabas muy mal. —¡Vaya! ¿Quién sería? —Sharis se quedó pensando. —Eso pasa siempre, no debes preocuparte por eso, más bien agradece a ese ángel que pudo traerte y salvar tu vida. —Le agradeceré siempre en mi memoria, ya que nunca veré su rostro, ni sabré su nombre, no creo que haya sido de la zona, me hubiese dejado morir en ese sitio tan frío… Como hacen todos los que me miran con desprecio y se burlan de mí. —Dime algo, Sharis, aparte de consumir drogas, haber sido ultrajada y llegando aquí en pésimas condiciones, me gustaría saber, ¿Cómo es tu vida por tu barrio? —He llevado una vida muy dura, doctora, las cosas por mi barrio son deprimentes, no estudio y, a veces trabajo en ciertos sitios que… me da mucha vergüenza nombrar. —No debes preocuparte, mejor piensa en tu familia, deben estar preguntándose dónde puedes estar. —No creo que les importe, ellos me han ayudado a ser y a llevar esta vida, no tengo nada por agradecer hacia esas personas… Aunque dicen ser mi familia. La doctora se queda observándola detenidamente, cuando Sharis se percata de ello, le pregunta: —¿Qué pasa? ¿Por qué me mira así? A lo que le responde, sin quitarle la mirada de encima: —¿Tienes un espejo en casa? —¡No! ¿Para qué tener un espejo? No necesito verme en uno para saber quién soy, usted está viendo a una mujer que podía ver la cara reflejando miseria, tristezas, sinsabores, no tengo nada en mi vida. —Los estudios… ¿Qué pasó con ellos? ¿Pudiste terminar la preparatoria? —No, solo la primaria, las circunstancias no me permitieron seguir, el abandono; mucho menos. —¿Te han dicho que tienes una linda figura? Unos ojos muy hermosos, de un color muy extraño, se tornan de un color claro, parece ser, que según tu estado de ánimo, cambian. Posees un color de piel bastante dorado, ¿Eso lo ha hecho el sol? ¿Nunca has pensado ser una gran modelo? —¡Doctora! —dijo Sharis con una cansada risa— ¿Usted se está burlando de mí? No lo haga, eso me lastima mucho. —Te estoy diciendo lo que siento y veo futuramente en ti, trata de cambiar tu vida, dedícate a ser una mujer diferente, ¡Atrévete a salir de ese pozo en el que estás! Eres una morena muy hermosa. —¿Puedo irme ya? — preguntó Sharis, tratando de evitar esa conversación. —Sí, después de revisarte. Abre la boca, bien… Por aquí me parece que la intoxicación ha pasado, ¿te sientes mareada? —Un poco, creo que me golpee al caer, pero ya pasará. —Puedes irte dentro de una hora, seguirás en observación ¿sabes cómo volver o deseas que llame a alguien? Puede ser a tu madre, hermano, abuela... —No doctora, preguntaré, puedo irme caminando. —¿Caminando? Tranquila, te daré algo de dinero para que regreses a casa, piensa en lo que te dije ¿lo harás? —Lo pensaré, lo prometo. —afirmó Sharis. —Está bien, depositaré mi confianza en ti no deseo verte ingresar nuevamente en este hospital, en breve puedes irte. La Doctora, Lisbeth Red, le dio de alta a la señorita Sharis, llegó con un cuadro clínico muy delicado, gracias a un buen samaritano, pudo rescatarla y trasladarla a este centro de salud, los familiares no dieron con ella, tal vez no sabían dónde se encontraba, según la chica, no están interesados en su bienestar. Le dio la hora, salió, preguntándose dónde se encontraba y cómo llegar a casa, entonces se acercó a una joven, la cual se echó para atrás al verla. —Disculpe, ¿dónde puedo tomar un taxi? —Sharis le preguntó a la chica. —No lo sé, puedes preguntar más adelante. —Gracias, señorita, despreocúpese, no como gente… —musitó Sharis con un poco de temor. Siguió caminando, vio a lo lejos que se acercaba un taxi, le sacó la mano, el auto paró enseguida, ella se embarcó dando la dirección al chofer del taxi, él le comunicó que la dejará a unas cuadras, si no le importaba, de manera que, caminó un poco hasta llegar a su hogar. —¿Dónde estabas? Preguntó la madre un poco angustiada. —En un sitio llamado hospital ¿lo conoces? —No debes ser tan grosera Sharis, soy tu madre debes respetarme. — ¡No me digas, mamá! ¡Aquí nadie me respeta, si no pregúntale a tu tío, ¿acaso me respetó aquella vez cuando me tomó a la fuerza? —Ya deberías de sacarte de la cabeza ese horrible día, no vivirás en paz, de seguir así. —Necesito descansar ma, déjame en paz no deseo volver a pensar en eso, debo hallar una manera de cómo cambiar mi vida. —¿Estoy oyendo mal? — comentó su madre un poco extrañada. —¡No! Fui clara, no puedo seguir esta vida tan miserable, ustedes me llevaron a esto y no pretendo continuar… Esto es peor que el infierno. Ella estaba aclarando sus necesidades, esa noche cuando fue llevada al centro hospitalario, Sharis sintió como si la cargaban en una nube, de pronto no estaba el frío en su cuerpo, fue cómo ella lo llamó un ángel, pero caído del cielo, ella deseaba encontrarlo y agradecerle por lo que hizo, tiene la esperanza de saber quién fue, aquel pensamiento se quedó en su mente. Guardaba una imagen, la de un Ángel en su memoria y esperanzada de conocerlo algún día, ella salió de allí con ese propósito y no descansará hasta saber, quién la ayudó aquella noche donde estaba siendo consumida por el frio. Su madre, Loray, es una mujer bastante sumisa, es separada del padre de Sharis y su hermano, la madre ahora está unida a Samin, es su pareja desde hace muchos años, ella se separó del padre de su hija cuando ésta apenas tenía unos años de nacida. Cuando Emilco la abandonó con sus dos hijos, ella tuvo que trabajar en un taller de costura, no le daba para mucho, pero era lo que sabía hacer, su madre la había enseñado ese oficio para defenderse en algún momento de su vida. —Mamá, ¿qué hay para comer? —preguntó Sharis. —Solo bananos —balbuceó su madre. —¡Qué porquería! Saldré un momento. —Mira hija, ya tú tienes 18 años, puedes buscar un trabajo decente, ¿a dónde crees que llegaras así, con esa actitud? Mi madre me educó con modales. —¿Y qué pasó conmigo, mamá? ¿Se te olvidó cómo criar a tus hijos? ¿O simplemente dejaste que nos criara la abuela? ¡Era a ella la que veía siempre! —Estaba trabajando para tener algo de comida, pagar renta y comprar tela para no andar como los indios… malagradecida. —Y la educación, mamá, ¿dónde quedó? —Tal vez pude haber hecho más por ustedes, el tiempo fue perezoso conmigo, todo llegaba más tarde para mí para las personas de color en este país, siempre era así, cómo se diría en estos casos, “si no te avispas te quedas sin nada” y por ser de color, adivina… Nos quedábamos pasando necesidades sin nada para comer, ha sido muy difícil, además, ya tienes edad para buscar y trabajar, busca un empleo. —la madre lo mencionó rabiosa. —Si todo era tan difícil, ¿por qué tuviste a mi hermano? ¡Ah! Claro, había que compartir la pobreza, la inmundicia, date cuenta dónde vivimos, este barrio tan asqueroso, juro por lo más sagrado que saldré de este lugar y no volveré nunca más —alegó Sharis, excesivamente molesta por las cosas que ha tenido que pasar sin haberlo pedido —y sí… Me buscaré un empleo, dicen que todos tenemos un ángel de la guarda, cuando aparezca el mío, será que salga de aquí. Salió a la calle, los pandilleros de la cuadra la estaban esperando, ella normalmente se encontraba con todos ellos en el muro, estaba todo pintado con grafitis multicolores. A veces se veía como uno de ellos, su vida era siempre lo mismo, pero era su barrio, el que la vio crecer y convertirse en una pesadilla, como ella misma lo dice.

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