Decepción.
Eso es lo que siento ahora mismo. No puedo creer que Apolo esté en este lugar... Y con Kara. Sabiendo que la había visto guiñarle el ojo. Sabiendo que la odié en ese momento, y no soy de odiar personas.
Quería ir allí para que me dé una explicación. Merezco una. Apreté las manos y me dispuse a levantarme, pero en eso Thomas llegó con dos cervezas.
—¿A dónde crees que ibas? —sonrió de lado— No me ibas a dejar botado... ¿o sí?.
Lo miré. Sus ojos, a pesar de la poca iluminación, tenían un brillo especial. Su gesto cambió al notar mi cara de tristeza.
—¿Que tienes? —sonó preocupado. Dejó las cervezas en la mesa y luego me miró esperando una respuesta.
—Apolo. —le respondí, señalando con la barbilla su mesa.
Apretó la mandíbula al escuchar su nombre y se giró para ver. Luego volvió a mí.
—Así que él era el compañero de Kara —murmuró más para sí mismo.
Fruncí el ceño.
—Yo... No debí venir aquí —comenté.
Volví mi vista a Apolo, tomando cerveza y riendo de algún chiste que haya dicho Kara, para después poner sus codos sobre la mesa y llevar sus manos al cabello.
Thomas se acercó más a mí y llevó un mechón de cabello hacia atrás de mi oreja. Su roce me hizo estremecer. Lo miré a los ojos, eso negros y penetrantes que parecían suplicantes.
—No deberías de estar sufriendo por él. Mereces más que eso.
Sus palabras me llegaron. Quizá fuera verdad. Pero Apolo no era malo. Yo sabía que le pasaba algo, solo que no me tiene la confianza suficiente para decirmelo y eso... Y eso me rompe. Todo me rompe. Los momentos tristes me rompen y solo caigo. Soy tan débil. Desearía no ser así, desearía ser más fuerte y no dejar que las cosas malas me hagan caer.
—No lo conoces... Él... —empecé diciendo, pero me interrumpió.
—En primer lugar, ese tipo no me va a arruinar la salida, —dijo—Y en segundo lugar nos vamos de aquí —me cogió del brazo.
—Pero...
No hizo caso.
Me giré hacia Apolo, solo para comprobar que él me estaba mirando. Sentí cómo mi corazón se detenía. Me miró. Me esta viendo. Y ahora no sé qué hacer.
—Thomas —me safé.
Me miró interrogante.
Apolo se levantó de la silla y se dirigió a paso decidido hacia mí... Corrección, hacia Thomas, dejando sola a Kara quién le estaba diciendo algo.
Já, tómala.
Thomas se puso a un paso delante de mí, rígido.
—¿¡Qué haces con ella?! —le espetó. Pegué un pequeño brinco al escucharlo hablar así, tan enojado. Es la primera vez y, me dio algo de miedo.
Apolo ni me miró.
—Ese no es tu problema —escupió Thomas, totalmente calmado, como si no le tuviera miedo.
Tengo que hacer algo.
—Déjala en paz. Te lo advierto. Es mi... —hizo una pausa—Novia. Y no te quiero cerca de ella.
Cerré los ojos. Dudó. Dudó de que soy su novia.
Armándome de valor me interpuse entre ellos dos antes de que Thomas dijera otra cosa. Miré desafiante a Apolo. Lo quiero. Pero tengo que aprender a no ser débil. No con él.
Su mirada se relajó.
—En primer lugar —la voz me temblaba—No tienes ningún derecho de decirme con quién debo de salir o no. Thomas es un amigo. A diferencia de Kara que ella sí se te estaba insinuando descaradamente.
Me crucé de brazos y alcé la barbilla. Bajó la mirada porque sabía que era verdad.
—Lo siento... —musitó avergonzado.
El corazón se me hizo chiquito al sentirlo vulnerable. Elevé mis manos temblorosas y acurruqué su cara en ellas.
—¿Porqué no me hablas? ¿Qué es lo que te pasa? —pregunté al fin.
No me miró.
—Anne, no tienes que rogarle. Vamonos —me dijo Thomas detrás de mí.
Entonces Apolo levantó la vista.
—Vamos a otro lugar. —propuso, tomándome delicadamente la mano. Le di una media sonrisa y me giré, con pena, hacia Thomas.
Estaba de brazos cruzados y me miraba serio. Su cabello super despeinado le daba un aire seductor y como de chico malo. Su mirada transmitía decepción.
—¿Anne? —susurró mi nombre esperando mi respuesta. No me pasó por alto que no me dijo pequeña Anne.
—Lo siento, Thomas, pero me voy con Apolo.
No dijo nada. Solo se quedó allí, parado, observándome. ¡Dios! ¿porqué se ve tan vulnerable? Tan... ¿triste?.
Apolo me encaminó hacia la salida. Tenía muchas preguntas qué hacerle.
***
Al llegar a casa nos sentamos en el sofá. Todo el camino en el auto había sido un incómodo silencio. Hasta parecieramos desconocidos.
Me examinó con la vista. Pude ver una chispa de picardía en sus ojos pero se las ingenió para ocultarlas.
No pude evitar sonrojarme.
—Nunca te había visto de vestido —confesó, sonriendo—. Te queda perfecto.
—Pues... G-gracias.
No sé por qué con Apolo soy tan penosa y con Thomas soy... Yo misma.
—Anne, no sé qué decirte —se frotó la cara.
Respiré profundo.
—Solo dime la verdad —pedí en tono suplicante.
Ya estaba cansada.
Me miró, asintiendo.
—Anne, hace unas semanas yo... —y en eso su teléfono sonó. Lo cogió y frunció el ceño—. Dime, Kayler —contestó. Del otro lado estaban hablando, no sé qué habrá pasado pero la expresión asustada de Apolo me decía todo.
Bueno, algo.
—Voy para allá.
Colgó.
Parpadeé varias veces sin entender.
—¿Qué pasó?
—Lo siento, Anne, pero algo surgió y me tengo que ir ya. Luego te cuento.
Se levantó y salió por la puerta, sin darme tiempo de decir nada.
—Adiós —le susurré a la nada.
En vez de quedarme con Thomas disfrutando de la noche, solo perdí el tiempo. Es como si el destino no quisiera que supiera la verdad.
Saqué mi teléfono y quise mandarle un mensaje a Thomas, pero maldije entre dientes porque no tenía su numero.
Cogí las llaves de mi coche y me dispuse a salir, pero me detuve en seco al enterarme de lo que iba a hacer: me iba a ir a ver con otro chico que no era mi novio. Y con Thomas. Ese que es cínico y depravado. Chicos así no van conmigo. Pero admito que estar con él es... Divertido. Y lo más importante, puedo ser yo misma y él no me juzga. No me trata con lástima. Al contrario, hace de todo para hacerme sentir incómoda.
Sonreí.
Y luego arrugué la cara ¿porqué sonreí? Me tengo que alejar de Thomas a como sea.
Pero si es él quien te busca, susurró mi voz interior y era verdad. Ante eso... Tendré que evitarlo, sí, eso haré.
Al final, subí a mi cuarto y me puse la pijama. Esta noche estaba terminada.
***
—Tienes muchas cosas qué contarme —me dijo Carolina al llegar a la mesa de la biblioteca y sentarse a la par mía.
Fruncí el ceño mirándola.
—¿Cómo cuales? —inquirí, mientras volvía la vista al libro.
—Apolo —contestó como si fuera lo más obvio—¿Qué pasa con ustedes?
Acomodé mis lentes.
Solo los usaba para leer.
Y, al parecer, a ella no le ha pasado por alto de que Apolo y yo... Pues ya casi no andamos.
—No sé qué quieres que te cuente si yo tampoco sé nada. —respondí.
Silencio.
—Apolo no es el mismo, digo, no lo conozco tanto como tú pero lo he notado raro. Decaído. Ahora hasta bebe—comentó.
Bueno, qué bueno que no era la única que la pasaba mal aquí.
Me quité los lentes y la miré. Tenía razón. Algo pasaba. Y íbamos a averiguarlo.
—Anne, tú siempre me acompañabas en mis locuras. Ahora, te voy a devolver el favor —sonrió sincera.
—¿Espiarlo? —pregunté.
Aunque ya lo había hecho hace unos días. Y entonces recordé a Thomas. No lo había visto en lo que va de la tarde.
Pero es lo mejor.
—¡Pues claro! —se puso de pié y me tomó de la mano—Ven, en éstos momentos están en la campo de fútbol.
No puse objeciones y solo me dejé llevar. Salimos de la biblioteca casi corriendo, pero nos detuvimos en seco al casi chocar con un chico.
Wow. Es el chico más pálido que haya visto. Noté como Carolina se puso tensa al momento.
Ese chico era alto y vestía todo de n***o. Nunca lo había visto, pero la sonrisa psicópata que tenía en su pálida cara me dio mala espina.
—¿Quién eres? —le pregunté.
Nos miraba como si nos hubiera estado buscando y nos encontró. Pero las palabras que salieron de la boca de Carolina me descolocaron por completo:
—Es un vampiro.