Capítulo XIV
Al despedirnos, Norma y yo nos prometimos volver a vernos. Sería mi invitada en Turín a finales de agosto, tomándose la semana de vacaciones que le quedaba. Yo iría a Nueva York en otoño.
Durante el vuelo de vuelta dormí todo el tiempo. Mi cuerpo estaba recuperando el sueño perdido. Solo poco antes de aterrizar me desperté y volví a pensar en los acontecimientos y traté de ponerlos en orden, sin percatarme de que mi razonamiento tenía algo de ingenuo en su base: mi amigo Vittorio, más crítico, tal vez porque no estaba directamente implicado, me lo puso de manifiesto al día siguiente. Hasta entonces, yo había entendido así los hechos: Tartaglia Fioretti me contacta con uno de sus hombres para que componga y le venda poesías en honor de una tal Tatiana. Se me hace suponer que
