Capítulo XII Villa Valente, donde me esperaba el premio, se alza en el interior de la metrópoli, pasado Suffern, a algunas millas de la salida correspondiente de la autopista Nueva York-Nueva Jersey. Pasamos antes a recoger a Mark, tal y como habíamos quedado al despedirnos. —¿Han liberado ya a tu criado? —le pregunté en cierto punto del trayecto, poco antes de salir de la autopista. Hasta ese momento, Norma me había hecho recitar un pequeño discurso que tenía que pronunciar y que había escrito en Turín, pero sin estudiármelo. Esa mañana, tras la visita de Mark, lo aprendí de memoria. —¡Imagínate! Donald es escrupuloso. Antes de que libere a William pasarán días, pero, entretanto, mi amigo hará todo lo posible para encontrar pruebas que lo incriminen. —¿Es una especie de Robespierre?