Guillermo al sentir que mis manos temblaban, se acercó a mi y me susurró al oído: — Tranquila cariño, yo estoy aquí contigo. Eres una guerrera, no tienes de qué avergonzarte. — Gracias amor, lo sé. Ambos caminamos juntos hasta donde estaban todos, la cara de Luis José, era indescriptible, no salía de su asombro. Me miraba de arriba abajo, ya que estaba impresionado de mi enorme vientre, tuvo un impulso involuntario de querer acercarse a mi, pero sin embargo, Abril lo agarró fuertemente por el brazo y le susurró al oído: — Ni te atrevas, si es que pretendes hacer lo que estoy pensando. — Tranquila, no pienso hacer nada. Ya deja la paranoia. Abril tenía una expresión de molestia, rabia, odio, en fin, todos los sentimientos tóxicos que alguien se pudiera imaginar.