Silvano Berlusconi. Mi cuerpo se tensó por completo al cruzar miradas con Karina. Todo se fue al traste en ese instante. Sus lágrimas surcando sus delicadas y rosadas mejillas me desgarraron por dentro, me destrozaron en simples segundos. —¿Qué le sucede? —mi padre frunció el ceño impaciente—. Qué pésimo servicio. Karina me miró con dolor, con desilusión; en ese momento supe que la había herido como nunca, y sus ojos húmedos lo confirmaron a gritos. La vi secarse las lágrimas con rabia antes de desaparecer por la puerta principal del restaurante. Estuve a punto de levantarme de mi asiento en ese preciso momento, pero vi a Justin, su amigo, correr tras ella, probablemente para consolarla mientras yo me quedaba aquí como un imbécil. Pero no pude hacer mucho cuando la mujer a mi lado me