CAPÍTULO DIECIOCHO Gareth se quedó allí, en la cámara de gobierno de su padre, mirando por la ventana abierta a la corte del rey, como a su padre le encantaba hacer. Su padre solía pasear por los parapetos, pero Gareth no sentía la necesidad de hacerlo. Él era perfectamente feliz, parado ahí, adentro, en el borde de la ventana, con las manos entrelazadas detrás de la espalda sin apretar, y viendo a su gente desde las sombras. A su pueblo. Ellos eran su gente ahora. Se quedó allí, parado en su lugar, con la corona puesta firmemente en la cabeza, como lo había hecho desde la ceremonia. No quiso quitársela. También llevaba el manto blanco y n***o de su padre, incluso con el calor del verano, y sujetó en su mano el largo cetro de oro de su padre. Estaba empezando a sentirse como un re