Mientras caminaba por la calle principal, me puse los auriculares del iPhone y escuché a Aretha Franklin, mientras mis botas repiqueteaban sobre los adoquines mojados. Ignoré la tentación del parpadeante letrero de neón que colgaba sobre el pub The Severed Arms y seguí caminando. Era una taberna decente, pero el dueño de The Severed Arms era Sam Newley, alguien con quien me alegraba tener buenas relaciones, pero con quien no me apetecía mucho darme cabezazos en ese momento concreto.
Aretha FranklinThe Severed ArmsThe Severed Armsmomento en el tiempo
Oí un grito detrás de mí y apagué la música. Metí una mano en el bolsillo del abrigo y agarré un puño de acero. Vacilante, me volví.
Un anciano con el cabello blanco como la nieve y una larga barba blanca salió tambaleándose del pub y me hiz
