- Nosotros también nos dirigimos a Liabano, vayamos juntos – con su habitual sonrisa amable, la princesa la ayuda a ponerse de pie luego de haber vendado su tobillo. - No quisiera incomodarlos – murmura la rubia notando como el grandote se encuentra tan tenso que podría romperse la mandíbula si la aprieta solo un poco más. - De todas formas, no es como si pudieses tomar un camino diferente – exclama feliz y se aleja de la rubia para volver a tomar la mano de su guardián y brindarle un poco de tranquilidad. El pobre hombre parece al borde de un ataque. Sabiendo que la pelinegra tiene razón y que su presencia altera a sus acompañantes, decide caminar al frente de ellos, les regalará el beneficio de la duda, ya que si están protegiendo a alguien tan inocente ellos no deben ser malos. O eso