- Sigo pensando que es mala idea que salieras – murmura Abraham apretando la mano de su princesa, incomodo no solo por eso sino también por la ausencia de su gran espada – Y que no debí haber dejado mi espada – sigue mascullando. - Pero tampoco podías dejarme ahí sola – acaricia la mano que la lleva y se apega a su brazo para brindarle algo de tranquilidad. El hombre está tan tenso que casi se puede ver un aura oscura rodeándolo. - Y esa espada es exagerada, llama mucho la atención – se incluye el moreno queriendo sentirse menos incomodo en medio de esa pareja que parece destilar amor, sentimiento que él solo tenía hacia la comida, una buena cama y una buena noche de placer. - No lo es – lo ve con molestia por haberse inmiscuido en la conversación. - Lo es, tiene pinta que pesa más que