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CLAUDINE, EN BUSCA DEL AMOR

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Blurb

Ser mujer es complicado cuando vives en un mundo de hombres machistas.

Desde que salí del vientre de mi madre, eran categorizadas como alguien inferior, sin mencionar que era un sexo poco deseado, sobre todo cuando eres el primer hijo, puesto que se necesitaban herederos, hombres para que llevaran los negocios, los títulos e incluso la voz del pueblo. Sí, esa es la pesada carga de ser mujer.

La única solución para sobrevivir, era ser perfecta, tan perfecta como los hombres lo dictaminaran y eso era fácil; sin embargo, se debía ser sumisa, hermosa y qué mejor si tenía una buena figura. No debían abrir la boca si no se les llamaba, no es necesario ser inteligente, solamente atractiva ¿Para qué una mujer necesitaba pensar?

Ante el mundo solamente era una mujer que sirve para almacenar en su vientre a los futuros herederos o trabajadores de un país. Para mí, todo lo anterior no eran más que tonterías, a pesar de ser la hija mayor de los Leroy, acaudalados personajes de Francia, yo no podía desentonar más con lo que una mujer rica y refinada debía de ser.

A temprana edad me di cuenta de que jamás encajaría en lo que se esperaba de una mujer, con tan solo once años había demostrado tener un carácter difícil de llevar, complicada de complacer, demasiada curiosa y me negaba a estarse quieta. Siendo la mayor de los Leroy había roto esquemas de señorita ideal en su primer evento, puesto que, a pesar de mi belleza, me negaba a aceptar hombres que me pretendieran, puesto que no deseaba casarme tan joven, lo cual era poco ordinario en una mujer, no quería ser una carta de cambio, que se casaba por beneficios… Buscar su propio destino y de paso encontrar el amor de su vida.

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UNA JOVEN REBELDE
Claudine, una chica de apenas dieciocho años, su vida como una joven adulta apenas iniciaba, tenía tantas energías que deseaba extender sus alas. Amaba viajar, explorar el mundo, era su sueño comenzar a viajar sola, siempre que iba al extranjero tenía que ir acompañada de un adulto. Le gustaba esa sensación de sentirse una extraña en medio de extravagantes personas con diferente color de piel, rasgos, religiones y formas de pensar; todos eran tan únicos, especiales e irremplazables. Ver a la misma gente a su alrededor la aburría y era por eso que no solía permanecer en el mismo sitio durante mucho tiempo. Su rebeldía apenas empezaba. «Esto es vida, no hay cómo tener su propio espacio, libre del protocolo y la etiqueta, eso me asfixia, no quiero ser una estirada el resto de mi vida, si mi madre se imaginaba que me iba a controlar, se ha equivocado». Su libertad era algo que atesoraba, como si se tratase de una mina de oro; pero, de vez en cuando, hasta la persona más aventurera necesitaba descansar un poco y era justo lo que hacía al volver a Francia por una temporada corta, ver a su familia de nuevo y escuchar los sermones de sus padres. Sus viajes empezaron desde la edad de quince años, ahora ya podía viajar sola y experimentar el ser autónoma. Normalmente, ella viajaba por placer, iba de un lado a otro, haciendo lo que le fuera necesario para sobrevivir, aunque desamparada no estaba, puesto que sus padres seguían apoyándola en todas sus locuras, al igual que su hermano, quien ya dirigía toda la fortuna de su familia desde hace unos cuantos meses atrás. «Mi nombre es Claudine Leroy, la hermana de en medio de dos hermanos más. Mi hermano mayor, Robín, quien es un hombre sereno y poco amigable. También mi hermana Laurent, a quien le llevo dos años. Y los que no deben de faltar, mis queridos padres, Clement y Marie, los amo, pero me sacan de quicio, en especial mi madre, quien se ha autodominado una buena casamentera. Comprometió a mi hermana desde los quince años, ¡gracias a Dios mi hermana está enamorada de su novio!», haciendo memoria de su familia. Aún le daba risa ver a su hermano Robín a la cara, se veía enojado todo el tiempo debido a que su padre lo nombro dueño y heredero, siendo él aún muy joven para el cargo, no lo había dejado disfrutar de su libertad. Aunque siendo honestos, Robín Leroy era un hombre que parecía siempre haber sido la cabeza de la familia, por su porte y responsabilidad. —¡Clau! — su diminutivo familiar, le gritó el hombre que ocupaba sus pensamientos en ese mismo instante—. ¡Baja ahora si es que no quieres que entre por ti! —No tienes por qué estarme correteando continuamente, Robín — sonrió ella desde el interior de su recámara—. Recuerda que soy mayor, ahora debes respetar. —Ojalá te comportaras de esa forma, eres muy irresponsable. —ella sonrió y fue a colocarse algo de ropa para bajar a desayunar con su familia. Debía prepararse mentalmente para los ataques de su madre, aunque su padre y hermano siempre hubiesen sido consecuentes con su idea de viajar por el mundo como un alma que se la lleva el viento, su madre era otra cosa. Ella, no estaba de acuerdo con esa locura de su hija, parecía ser, que ella había permitido tal acción con la idea de que en un determinado momento se daría cuenta de que lo que en verdad quería era una familia y estabilidad… Lo cual no había pasado. Su sueño era verla caminar al altar de la mano de un joven prometedor. Siendo totalmente objetivos en el asunto, Claudine ya no era clasificada como una dama elegible para matrimonio, nadie en su sano juicio se casaría con alguien tan aventurera y rebelde como lo era ella. Y es que, a sus dieciocho años y con una hermana menor que ya había elegido a su prometido, ella era una completa solterona sin remedio alguno. Claudine bajó las escaleras con un vestido escandaloso que le brindo un disgusto a su madre. «Respira profundo Clau, que la batalla apenas inicia». Decía para sí misma. —¿Qué es eso que llevas puesto, hija? —Es el último grito de la moda, madre. —Es horrible y escandaloso, además muy provocativo, hija, en la calle, te pueden confundir con una ramera. —la joven simplemente se sentó y sonrió, su padre no dijo nada. El tema continuo. Desde que tiene uso de razón, a la joven de los Leroy le habían gustado las pasarelas, no modelar en ellas, sino hacer los diseños que las modelos usarían. Todo lo relacionado con las telas y el estilo iban bien con ella. En un inicio le entusiasmaba ir de compras, ver telas y escoger diseños con las modistas, pero, con ayuda de una persona, se enfocó en lo que realmente le importa, que a ella le gustaría hacer era convertirse en diseñadora y eso no era para una señorita de su clase social. —De verdad, Clau, un día me va a dar un infarto por tus locuras. No sé qué voy a hacer contigo, me siento a morir cada vez que te vas de viaje. —Es solo un vestido madre, tu propia hija lo diseño. —rodó los ojos la joven, al ver el gesto desagradable que su progenitora hizo— Si tan solo supieras cómo visten en la India, no me dirías nada. —¡Cielo Santo, Clau! —se angustió su padre—, ¿Cuántas veces te he dicho que no menciones esas formas tan descuidadas que has visto en tus viajes? —A mí me interesaría saberlos, amo cada cultura y su manera de vestir principalmente. —sonrió Robín, dejando el periódico para elevar una ceja a su madre. —¡Oh, Robín! —se enojó Marie, madre de ambos—, ¡Tú y tu padre son los culpables de estas actitudes! Doy gracias a Dios que tu hermana es más centrada, una joven muy hermosa e inteligente que pronto caminara al altar. —A la fuerza —murmuro Claudine—Por temas privados me imagino. Espero conocerlo pronto, hermanita. —Claudine —regañó su padre, quien se sentaba en la cabecera en ese momento—, no te metas en problemas tan temprano. Deja de hablar de cosas que no entendemos, ahora estás en casa, compórtate. La joven calló enseguida y le dio la razón a su padre, al fin y al cabo, no debía enemistarse con su madre, sería perder el apoyo de su padre, puesto que, si Marie daba una orden definitiva, nadie se atrevería a llevarle la contraria, ni siquiera su padre. Cuando el desayuno hubo terminado, la joven mujer se dispuso a salir de la casa, no solía estar mucho tiempo en ella pese a que estuviera tomándose un tiempo libre de trabajo y viajes. Conforme fue dándose cuenta de la necesidad que se lograba tener mientras no vivía en un cómodo núcleo familiar, más fue agradeciendo el que siempre le hubiese gustado costurar, leer y elaborar diseños. Con el tiempo la afición pasó a ser un trabajo y terminó siendo la forma en la que subsistía cuando estaba fuera de su hogar. Quizá no fuera la forma más honrada en la que una joven debía vivir su vida, pero era la que a ella le convenía. En cualquier país al que fuera, había telas y la gente necesitaba ropa y ahí estaba ella para hacer que todo tuviera un toque especial. Su toque especial. —¿A dónde crees que vas, Claudine? —la detuvo su madre. Estaba furiosa por lo descuidada que era su hija. —Ah, he quedado salir con mis amigos de la universidad, regresaré antes de la comida, te lo prometo. —Esas amistades no son bien vistas para una mujer como tú, Claudine, lo sabes muy bien. Cuantas veces te lo tengo que decir, ningún hombre te tomara en serio si sigues con esas libertades. —Mamá, una mujer como yo, no debería ser recibida en un castillo como este, sin embargo, aquí estamos —le tocó un hombro a su madre—. No es por nada, pero la que no encaja aquí soy yo. Me siento como un bicho raro, nadie me comprende. —¡Eres mi hija! —se exaltó la mujer—. Puedes casarte y tener una familia como Dios manda. Dios no quiera que en uno de esos viajes que haces alguien se aproveche de ti y vengas con tu domingo siete. —¡No, mamá! —dijo enojada—. No soy fácil de someter y en cuanto al matrimonio, talvez no sea un, no para siempre. Aceptémoslo, soy rebelde, nadie me querría, aunque ofrecieras la dote más cuantiosa y un moño rojo para decorarme. Te aseguro que todos correrían al saber mi manera de pensar. —No me tientes, Claudine. Estás cruzando la línea. —No lo hago mamá, solo trato de hacerte entender que soy un caso perdido —levantó los hombros—¸ no hay solución alguna para mi mal genio y mi ambición por salir adelante yo sola. Quiero ser independiente. —¡Quién te ha metido tantas boberías, Claudine! —le señaló enojada— ¡Quién haya sido era un idealista y uno muy tonto! ¿Eso es lo que aprendes en el extranjero?

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