CAPÍTULO OCHO Kyle abrió los ojos con una rabia ciega. De inmediato, percibió que había viajado a la época y al lugar correctos, a la misma ciudad y el año en que estaban los despreciables Caitlin, Caleb y Sam. Debería estar agradecido. Pero no era así. Estaba harto de viajar en el tiempo, especialmente en la dirección equivocada; se estaba perdiendo su guerra en Nueva York, y culpaba a Caitlin quien lo obligaba a seguir viajando en el tiempo. Estaba tan abrumado por la ira que apenas podía moverse. Pensó en todas las formas en que se vengaría de ella. Matarla y torturarla ya no sería suficiente. No después de tantos viajes en el tiempo. Y matar a su amado, Caleb, y a su hermano, Sam, tampoco sería suficiente. Necesitaba hacer otra cosa. Tendría que pensar en una forma aún más creativa.