Se volvió hacia Caleb y continuaron paseando por el puente, con Ruth pisándoles los talones. Ruth comenzó a lloriquear de nuevo y Caitlin supo que tenía hambre y quiso detenerse. Pero por más que miró por todas partes, no encontró nada de comida. Ella también tenía cada vez más hambre. Al llegar a la mitad del puente, a Caitlin le sorprendió una vez más la vista que tenía frente a ella. Creía que no quedaba nada que pudiera escandalizarla después de ver esas cabezas en las picas -pero había más. Justo ahí, en el centro del puente, tres presos estaban de pie en un andamio con sogas alrededor de sus cuellos, con los ojos vendados, apenas vestidos, aun estaban vivos. Un verdugo con una capucha negra abierta en los ojos estaba detrás de ellos. “¡El siguiente colgado es a la una!" gritó. Una