A las ocho cuarenta y cinco Alizeé se encontraba frente al edificio Anderson-Brander-Stand, las grandes letras ahora estaban relucientes al frente, fue a la entrada y saludo al guardía, él dudó al verla, todos sabían quien era Alizeé Henning, la rubia tenia una belleza que resaltaba entre las personas, un precioso y fino rostro que no era tan fácil de olvidar.
–Buenos días, tengo una cita con el señor Eliot Brander.
El guardía revisó en la agenda y efectivamente ahí estaba el nombre de la señorita Henning anotado, le dió un pase y la dejó entrar al edificio, caminó con tranquilidad hacía el ascensor y subió, tenía la esperanza que Eliot pudiera ayudarla, si ya había aceptado verla, era un gran avance.
El hombre era bastante extraño y ya había tenido un par de encuentros con él en el pasado, ella intentó ser de su agrado, él la trataba con toda caballerosidad hasta que le decía que cerrará la boca, se notaba a kilómetros que no era neoyorkino aunque llevará años viviendo en la ciudad
Cuando las puertas del ascensor se abrieron su peor pesadilla estaba del otro lado, ella retrocedió un poco, pero reaccionó y salió.
–Alizeé, ¿qué haces aquí? – Los ojos oscuros de Robert Anderson estaban sobre ella, esperaba no volver a verlo nunca en la vida después de que la trato como basura en su oficina después de que ella solo se había dejado llevar por sus caprichos, su primera opción era ignorarlo, pero aún no conocía el límite de ese hombre.
–Qué tenga un buen día, señor Anderson.
Ella quiso seguir, pero él la sostuvo del brazo.
–Creí haber sido claro la última vez, no puedes estar aquí.
–Tampoco es de mi agrado verte –murmuró –. Pero no es contigo con quien vengo, así que no es mi culpa que no estés en tu oficina trabajando –se sacudió para soltarse del agarré de Robert –. Si me disculpa, voy tarde.
Robert fue detrás de ella, pero se detuvo cuando vio que entró a la oficina de Eliot, no tuvo otra alternativa que darse la vuelta y averiguar después en que mier.da se estaba metiendo su amigo ahora.
–Llega cuatro minutos temprano –le indicó Eliot al verla cruzar la puerta.
Alizeé aún estaba recuperando la compostura.
–Si, yo lo siento –contestó –. Puedo salir y volver a entrar…
–Olvídelo, siéntese.
Ella tomó lugar en la silla de inmediato, Eliot ya se había dado cuenta de la peculiaridad de Alizeé en seguir las órdenes mejor que un perro entrenado, era como si la hubieran educado para eso, él sabía que las damas de sociedad tenían que seguir ciertas reglas, pero nunca había conocido a alguien como Alizeé.
–Usted quiere un contrato con la petrolera.
–Mi padre necesita realizar unos contratos y legalizar unas cuentas extranjeras, para eso necesita a un abogado de confianza.
–¿De qué tanta confianza? –dudó.
–Supongo que mucha confianza.
–¿Y por qué se encuentra usted aquí y no su padre? –le cuestionó.
Alizeé recordó lo que él le había dicho la otra noche, odiaba a las personas que mienten.
–Yo le dije a mi padre que lo había convencido a usted, la otra noche en la fiesta cuando terminé en su apartamento.
Hubo un silencio en el lugar, ella bajó la mirada al suelo sin decir nada más, creyó que Eliot no se arriesgaría a enredarse en una mentira.
–Lamento mucho haberlo involucrado en esto, si no está de acuerdo, yo hablaré con mi padre.
–No he dicho que no estoy de acuerdo.
Alizeé levantó la mirada emocionada, Eliot casi pudo ver ese brillo en sus ojos verdes que le pareció peculiar.
–Pero tengo una condición.
–Lo que usted quiera.
Él sonrió al escucharla.
–¿Está segura?
–Ah… bueno, sí –titubeó en lo último, ahora se había arrepentido de decirlo así.
–Es algo muy sencillo en realidad, yo me voy a encargar de la petrolera Henning y de los negocios, incluso de su padre, pero a cambio usted debe casarse conmigo.
–Casarnos. –Alizeé empezó a reír de forma involuntaria, creyó que esto era una broma, pero cuando vio la seriedad de Eliot cambió su gesto –. Lo siento, es que yo no entiendo porque usted quiere contraer matrimonio conmigo.
–Ese es asunto mío –comentó hostil –. Firmaremos un contrato del cual solo los dos tendremos conocimiento, será por un año y necesito que haga un viaje conmigo en Navidad.
–Un viaje, ¿a dónde?
–A Londres.
–¡Inglaterra! Eso está… muy lejos.
–Lo hará o no, necesito su respuesta pronto –mencionó Eliot.
–¡Sí! –contestó Alizeé sin pensarlo.
–Si, solo así.
–Sí, yo firmaré el contrato y haré lo que pide, si se hace cargo de la petrolera.
–Bien.
Eliot tomó una carpeta de su gaveta y la extendió frente a Alizeé.
–Esté es el contrato, léalo y firme.
Ella dudó al verlo, él sabía que ella diría que sí y por eso ya tenía todo listo.
–No cree que el contrato debería hablarlo con mi padre –mencionó.
–Es con usted con quién me casaré, ¿por qué debería hablar con su padre?
–Sí, supongo que tiene razón.
Ella estaba muy nerviosa, aún no había procesado de que se iba a casar, lo correcto sería decirle la verdad a Eliot Brander, tal vez darse un tiempo para conocerse, pero si ya tenía un contrato frente a ella y aunque fuera solo por un año era una oportunidad para descansar un tiempo de su padre, ya pensaría que hacer después, apenas si lo leyó entre líneas, hablaba sobre vivir juntos, Alizeé debe obedecer a lo que Eliot le pida, eso lo podía hacer muy fácil, un viaje en Navidad y sobre los bienes separados sin derecho a pedir nada en el divorcio, además de la confidencialidad, nadie más que ellos dos debían saber sobre el contrato, fue un momento fugaz justo cuando iba a firmar que se detuvo, era arriesgado, pero podría intentarlo.
–Quiero colocar una condición –pidió ella.
–¿Cuál?
–Quiero cien mil dólares al terminar el año de matrimonio.
Eliot no se esperaba eso.
–Creí que era usted quien necesitaba el favor de mí.
–Pero usted también lo necesita de mí –mencionó ella con astucia –. Si no tuviera la urgencia de casarse, no hubiera tenido esto listo incluso con las fechas descritas, quiero ese dinero.
Alizeé imaginó que iba a cobrar una herencia importante, era algo muy común en las personas de dinero como los matrimonios arreglados, ella necesitaba el dinero para desaparecer, al terminar el año de matrimonio podría usar el dinero para irse y ser libre del apellido Henning y su padre.
–Le daré cincuenta mil y la ayudaré a salir de la ciudad –le propuso –. Supongo que su padre no estará muy contento si se divorcia.
Ella tragó salida, él ya lo sabía.
Alizeé aceptó agregando la cláusula al contrato y firmando.
–Aquí está –le regresó las hojas.
–Necesito que organicé la boda, haga lo que le plazca –le extendió una tarjeta de oro –. Invité a quien usted quiera, que sea el fin de semana en un área cerrada, odio la naturaleza.
–¿Quiere que yo la organice?
–Es la novia, ¿no? –le recordó –. Use esa tarjeta para comprar todo, no tiene que pedirle nada a su padre.
–Está bien –tomó la tarjeta –. ¿Quiere que invite a alguien? ¿Su familia? ¿Amigos?
–No.
Ella se quedó confundida, no sabía si no tenía familia y amigos o que no los iba a invitar, de cualquier forma era mejor no preguntar.
–Usted invite a quién se le de la gana –le aclaró a ella.
–Si, el fin de semana en un espacio cerrado, lo entiendo.
–Váyase ya que tengo que trabajar.
Alizeé se levantó y se fue de la oficina, ahora estaba en manos de Eliot Brander y por alguna razón eso sonaba mejor que seguir viviendo con su padre.