Eliot fue a trabajar como cada mañana, ahora que su nombre estaba en la pared se sentía más fastidiado que nunca, el único motivo por el que aceptó esa idiotez era porque sus amigos iban a encargarse de todo y él solo estaría en caso de ser necesario, seguiría con su cargo como siempre, él era un abogado financiero, los números eran su zona de confort, así había sido desde muy joven, él amaba las leyes y los números, juntos eran la combinación perfecta.
Miró aquel escritorio vacío y recordó a la chica que se había convertido en su amiga en poco tiempo, ella hubiera sido ideal para lo que tenía en mente, pero ahora era pareja de su amigo y socio de la firma, volvió a sus responsabilidades cuando el detective que había contratado le envió un correo con la información que él le había solicitado.
Ahí estaba la historia de Alizeé Henning, no era un secreto que su madre se había ido lejos, tampoco que su padre parecía odiarla y que parecía que era un tipo de mercancía que alquilaba a todo hombre que se le diera la gana, además de querer que contrajera matrimonio con personas importantes.
Su amigo Robert era más reservado, pero el otro socio Bartolomeo Stand era bastante extrovertido y por medio de él se había enterado del trato que Heinry Henning le había ofrecido a Robert hace tiempo, uno que no le funcionó muy bien.
Entre más sabía de Alizeé, más interesado estaba en lo que estaba haciendo, algún tipo de sentimiento se removió en su interior y es que él no era un tipo que le interesará cualquier persona, la mayor parte del tiempo le importaba una mier,da la situación de los demás.
–Señor Brander –le habló la secretaria por medio del teléfono.
–Si.
–El señor Stand quiere almorzar con usted.
–Dígale que en el mismo lugar de siempre.
La secretaria aceptó y fue así como terminó en un Bistro al que siempre iba con su amigo, seguramente estaba metido en un lío y no sabía como resolverlo.
–Eliot, ¿por qué siempre tenemos que venir aquí? –le preguntó –. Sabes que ya no sé qué pedir en el menú.
–Yo sí.
–Eso es porque tú siempre pides lo mismo –le reclamó Barry.
–Si no quieres estar aquí, está bien, vete, no te obligo a quedarte.
–Eres un ogro –le reclamó.
–Y tú un oportunista, no te molestes en tantos modales y dime ¿qué quieres?
–Eres una jodida máquina, ya te lo dije –le reclamó y Eliot encogió los hombros –. Tengo un caso de unos árabes.
–Sabes lo que pienso de negocios extranjeros.
–Pero este negocio es mío, no tuyo.
Barry siempre terminaba en problemas por querer tener más clientes, pero en muchas ocasiones Eliot tenía que salvarle el pellejo.
–Solo dilo.
–Tenemos que cerrar un negocio en un edificio cerca de La Quinta Avenida.
–Eso es imposible.
–¡Déjame terminar! –expresó Barry –. Ya verifique las conexiones y los intermediarios, los árabes parece que están limpios y los dueños quieren este negocio, se ganará mucho, pero quiero que revises que la parte financiera está en orden.
–Quiero el diez por ciento.
–¡El diez por ciento!
–Más honorarios –agregó Eliot.
–¡Mi*rda Eliot! Solo te estaba pidiendo un favor, estamos en la misma empresa.
–Es tu cliente y me estás pidiendo que te ayude con mi trabajo.
Barry sabía que le podía dar ese diez por ciento, pero era codicioso, los abogados eran conocidos por su egocentrismo y codicia, tenía que bajar ese porcentaje.
–Tres por ciento.
–Ocho.
–Cuatro.
–Cinco.
–Trato –acepto Barry –. Cinco por ciento.
–Bien, más honorarios –le advirtió, hubo un silencio antes de que hablara de nuevo –. ¿Sabes algo de Bety?
–Le preguntas a la persona equivocada –se burló Barry –. Ella me odia de por vida, fui el único imbécil que no ha perdonado.
–Es que si fuiste muy imbécil.
–Bueno, pero Robert ha sido peor y lo ama.
Eliot también lo reconoció, nunca entendería ese tipo de amor, pero esa solo había sido una pregunta trampa.
–¿Y sabes si los Henning al final aceptaron el trato que les dio Robert?
–Ese hombre está furioso con Robert, seguro no nos quiere ni para su divorcio –se burló Barry –. No entiendo como Robert no quiso aceptar ese trato, quiero decir, Bety tiene un cuerpo de diosa, tiene lo suyo, pero la hija del señor Henning, ¡puff! –bufó –. Esa mujer esta preciosa.
–¿La conociste? –preguntó Eliot frunciendo el ceño, por alguna razón eso le molestó.
–Cuando venía a ver a Robert, no tuve el privilegio de hablar con ella –murmuró –. Tú si la conociste, ¿cierto?
Eliot intentó disimular el cosquilleo en su vientre cuando recordó la noche que Alizeé se quedó en su apartamento, la forma en que lo habían besado y él la había tocado.
–No mucho, me da igual.
–Todo te da igual –murmuró Barry –. Al menos dime que vas al club conmigo está noche.
–Lo dices como si fuera una cita.
–Robert ya no va, solo me quedas tú –mencionó –. Sé que no es miércoles, pero al menos puedes tomar unos tragos.
–Solo unos tragos.
Al terminar de comer, regresaron a la oficina cada quien con sus responsabilidades, al llegar a su oficina había un chico esperando.
–Buenas tardes señor Brander, soy Antonio…
–Largo –ordenó.
–Pero señor, me han enviado a ser su pasante –intentó explicar el chico.
–No lo necesito, vete –señaló el pasillo.
–Pero me enviaron para acá y qué hago si usted no me recibe.
–No me interesa, no te quiero aquí, así que vete antes de que me aseguré que no puedas entrar al edificio mañana.
El chico se fue la oficina de Eliot jurando que no lo volvería a molestar nunca, la jefe de Recursos Humanos ya ni se molestaba en llamar, ya sabía que enviar a alguien con él era inútil, pero aún así lo hacían por requisito, no tenía idea de cómo había dejado que Elizabeth Pierce fuera la primera y única pasante que llegó a su oficina, aunque sí lo sabía, había empezado por fastidiar a su amigo y luego terminó interesándose en la morena, tenía que cambiar de estrategia, la chica seguía en sus pensamientos.
Por la noche llegó al club de siempre con Barry, él acompañaba a sus amigos cada miércoles, ellos se tomaban una foto, bebía exactamente lo mismo y había una chica especialmente para él, ya tenía su rutina exacta, así se sentía seguro, pero hoy no era miércoles y está vez fue Barry quien tomó la foto con su amigo, fueron a la barra, la chica que siempre lo atendía se acercó de inmediato al verlo.
–Hola señor, qué agradable verlo por aquí.
–Solo vengo a tomar está vez –le indicó en un tono frío.
–Entiendo –la mujer mantuvo la sonrisa, ella era la única que se había atrevido a tratar a Eliot Brander y su mal carácter, ya se había acostumbrado a su actitud fría y hostil –. Tendré la habitación disponible si desea ir, solo tiene que llamarme.
Ella se alejó moviendo las caderas al ritmo de la música, él recibió el trago que había pedido, su amigo ya estaba frente al escenario intentando escoger a la mejor mujer, se gastaba una fortuna en venir aquí, no es que le importará mucho el dinero de su amigo, pero los problemas en los que lo metía lo terminaban jodiendo.
Se quedó en la barra bebiendo, vio su teléfono un par de veces, Barry ya había desaparecido seguro se había ido con una mujer, estaba por terminar su trago y volver a su apartamento cuando alguien se sentó a su lado.
–Buenas noches, señor Brander.
Él miró a la rubia a su lado, tenía un vestido azul brillante, un poco fastidioso para su gusto, pero realmente ella no lo era tanto.
–Este no es un lugar para usted, señorita Henning.
–¿Ah no? –dudó –. Pero si me dejaron pasar sin problema.
Él le volvió a ver el vestido, seguramente el guardía la confundió con una de las trabajadoras, buscaría la forma de hacerlo pagar por la imperdonable confusión.
–Ese hombre no sabe nada, seguro la confundió con una de las chicas.
Alizeé lo miró confundida y se acercó para que logrará escucharlo.
–¿Acaso se refiere a que yo no puedo ser como ellas?
–Usted no es como ellas, no lo será jamás –aseguró –. ¿A qué vino?
–Mi amiga Mandy y yo estábamos buscando un lugar a donde ir a tomar algo y lo ví en red,es so,ciales –señaló su teléfono –. Así que le dije, mira que lugar tan único, vamos –explicó –. Y nos venimos.
–¿Dónde está su amiga?
–Por allá.
Era verdad que lo habían visto en una fotografía y por eso había llegado a ese lugar, solo había cambiado un poco la versión de los hechos, porque algo le molestó a ella cuando lo vio en un club exclusivo para hombres, ahora necesitaba algo de él y lo tenía que pedir antes de que su padre se diera cuenta que lo estaba engañando.
–Algo me dice que este encuentro no es casualidad –comentó Eliot.
–Ah… Ya se lo dije…
–No me mienta –le advirtió –. Odio a las personas que mienten.
La valentía de Alizeé se había esfumado cuando lo escuchó.
–No –tragó saliva –. Quería hablar con usted, pedirle un favor.
–Me parece que este no es un lugar para hablar –le señaló él.
–Es que es un poco urgente.
Él le pidió un trago a la chica que estaba ateniendo y luego miró a Alizeé.
–Llegué mañana a mi oficina, la estaré esperando.
–No creo que sea bienvenida en el edificio Anderson –comentó ella.
–Le recuerdo que ya no es solo el edificio Anderson, la espero mañana.
Ella lo dudó, el pequeño vaso con licor llegó a la mesa y Eliot lo deslizó hacía Alizeé.
–¿Confía en mí?
Ella miró el trago y luego a Eliot, entendí que debía tomarlo, lo dudó un segundo pero al final tomó el valor y lo bebió todo.
–Si, señor Brander, estaré ahí mañana.
–La espero a las nueve, llegue puntual, odio a las personas que no son puntuales.
Ella lo aceptó, él se levantó de la silla, iba caminando cuando se detuvo y la miró.
–Va a quedarse ahí o llamará a su amiga para que las lleve.
–¿Usted piensa llevarme?
–No espera que la deje en un lugar así –señaló alrededor.
Ella no se había dado cuenta que ya había captado la atención de unos hombres del lugar y Mandy ya estaba hablando con un chico, se levantó de prisa para llevarla del brazo hacía la salida, Mandy muy contenta vio a Eliot.
–Hola, soy Mandy –saludo.
Eliot la ignoró y Alizeé le pidió que cerrará la boca con una señal, al llegar al estacionamiento Alizeé se detuvo.
–Señor Brander, le agradezco mucho su amabilidad, pero nosotras hemos llegado en nuestro propio auto.
–Eso es cierto –sonrió Mandy.
–¿Cuántos tragos tomaron?
–Solo el que usted me dio –mencionó Alizeé.
–Creo que cuatro –respondió Mandy.
–Yo voy a conducir –indicó Alizeé quitando las llaves de las manos de Mandy –. Estoy bien.
Él lo aceptó, se quedó esperando a que subieran al auto y se fueran.
Mandy no disimuló cuando se despidió con la mano y él la ignoró de nuevo, ella se acomodó en su lugar viendo a su amiga conducir.
–¿Ese es?
–Si.
–Es guapo –mencionó.
–Lo es.
–Pero algo raro –hizo una mueca –. ¿Crees que te quiera ayudar?
–No sé, pero tengo que intentarlo –suspiró.
Había evitado ir a su casa para no encontrarse con su padre y que le preguntará que había pasado con Eliot, la iba a descubrir si le ponía tantos pretextos, ahora solo esperaba poder entrar al edificio Anderson por la mañana y que no fuera una trampa de Eliot para deshacerse de ella.