“Lo siento si alguna vez te he herido. Y no supe darme cuenta a tiempo…” Franco de Vita. **** Al día siguiente: María Paz junto a su familia escuchaban con tristeza el sermón que el sacerdote disertaba en la ceremonia de despedida de Agatha, después de finalizar la misa llevaron las cenizas de la dama a la sepultura. La jovencita sollozaba abrazada a su madre, observando como colocaban en la urna el cofre con los restos de su amiga. —Buenos días —escuchó en ese particular acento, entonces su corazón vibró y giró para mirarlo con los ojos humedecidos. —Hola, Joaquín —habló Santiago, y se acercó a su amigo. —Los acompaño en su dolor —expresó intentando sobrellevar todo aquello que a él lo atormentaba. —Gracias por venir. —No tienes nada de que agradecer —respondió el joven, entonce