Paulina voltea, soltando mi mano y se acerca a mí. En sus ojos no hay amor, pero tampoco odio. Lo cual me tranquiliza. Al menos no soy una persona desagradable a sus ojos. Pero, no saber realmente lo que siente por mí, me incomoda. No me odia, pero tampoco confía en mí y eso de algún modo, me lo merezco. — Soy consciente que el decirte eso sino que recuerdes quién soy yo, resulta ilógico para ti. Pero para mí tiene mucho sentido. Aunque tú no me recuerdes, ni tampoco recuerdes todo lo que hemos vivido. >> Yo si lo hago — tomo sus manos y las beso. No las rechaza y eso me genera emoción —lo hago por los dos. No pienso obligarte a nada que no quieras, tampoco a que me recuerdes. Ya que todo sucederá a su debido tiempo y estoy bien con ello. Debía transmitir seguridad y calma en mis