Me había sentido presionada por unos recuerdos que se veían en su mirada, pero, mi mente no lograba recordar, que había buscado la manera de alejarlo de mí, porque me sentía incómoda.
Pero, ahora agradecía tanto que no me hubiese prestado atención a mi petición de que se marchara, porque sin su ayuda, en estos momentos estaría en manos de José y eso, agitaba demasiado mi corazón.
— Paulina, cálmate un poco. Sé que es mi culpa haber hecho todo esto sin avisarte, pero… no te pongas así, por favor. — pide Pablo mientras yo lloro lo suficientemente fuerte para que el ruido de la lluvia torrencial no calle por completo mi llanto.
— Gracias, Pablo. Gracias por no marcharte aunque groseramente te lo exigí. — digo sintiéndome demasiado afectada por lo que estaba pasando.
— Oye, cariño, te lo
