- ¿Qué película es? - preguntó.
Su voz, profunda y suave, encajaba perfectamente con su aspecto. Era la primera vez que la escuchaba y se me secó la garganta "¡Sigue hablando!", Suplicó una parte de mí, que ya no estaba tan segura de querer entregárselo a Jennie.
- Drácula de Coppola- dijo Taehyung cruzando los brazos.
- Buena película - contestó asintiendo -, sobre todo cuando dice al final "Dame paz" - lo dijo con la voz ronca, imitando la de Gary Oldman en esa escena, y rió entre dientes como si sólo pudiera entender el chiste.
- Oye, ¿es tuya la máquina? - Preguntó Minho bajando la escalera de la entrada - En el instituto me preguntaba de quién era la Fireblade, pensaba que era de algún profesor.
Tardé un par de segundos en comprender que hablaba de la moto. Yoongi también se quedó pensativo durante un momento.
- Si, la Blade es mía - confirmó, y acarició el depósito.
Miré su gesto de cariño un tanto sorprendida. Por lo visto, su familia tenía suficiente dinero como para comprarle semejante juguetito y no importarles que su hijo fuera problemático.
- ¿A cuánto corre? - dijo Jimin abriéndose paso y acercándose a Minho y Hoseok. Tae finalmente también se acercó.
- Según el marcador alcanza los 287, pero no te sé decir lo que de verdad corre porque el sólo llega hasta 299 - explicado, y los muchachos se quedaron boquiabiertos.
Min Yoongi puso el caballete y se bajó de la moto.
- Le has puesto piezas nuevas, ¿verdad? - continuó Minho, que le hizo un examen visual a la moto.
- Algo - asintió Min Yoongi, y estiró las piernas.
Jimin pasó la mano por el parabrisas cromado.
- Es de carreras. Brutal. ¿Desde qué marcha puedes arrancar?
- Desde segunda, aunque un par de veces también la he arrancado en tercera.
De nuevo se quedaron boquiabiertos. La conversación continua girando sobre aceleración, tubos de escape de competición, neumáticos, manetas Stahl Flex y estribos rascados de tomar curvas. A saber qué tenía eso de interesante. Continuaron su charla como si se conocieran de toda la vida, incluso Tae participaba, y se olvidaron completamente de la película. Cuando empezaron a hablar de tuning y portátiles, y Hoseok se agachó a inspeccionar el cuadro de mandos, Dahyun y Jungkook entraron en casa meneando la cabeza.
Por la mañana me había cruzado con un motorista de n***o, ¿sería él?
De repente callaron, y Yoongi levantó la cabeza. La mirada de Taehyung y Minho me desveló que no era ni Dahyun ni Jungkook quienes se acercaban por mi espalda.
- Hola, Yoongi - dijo Jennie avanzando con el porte de una reina.
Min la miraba sin decir nada. La sonrisa sarcástica que se dibujó en sus labios me recordó a un gato que juega con un ratón. Parecía que Jennie no se daba cuenta de eso. Minho, Jimin y Tae la dejaron pasar y ella apoyó la mano en el manillar.
- Hola - contestó Min con retraso, y le quitó la mano de la moto.
Jennie se recuperó pronto del corte y comenzó a acariciar el intermitente.
- ¿Te quedas a ver un par de películas? - preguntó sonriendo.
Su voz sonaba como el ronroneo de un gato. Se le acercó aún más.
- ¿Quieres que me quede? - contestó él con el mismo tono.
- Claro - respondió, acomodándose un mechón detrás de la oreja -, aunque nunca he ido en una moto como ésta.
- Vaya, ¿de veras? ... ¿Te apetece dar una vuelta?
Cuando Jenni se volvió y me miró con despecho entendí que la pregunta era para mí.
- ¿Me lo dices a mí? - pregunté algo sonrojada, avergonzada como una tonta.
- No, a la morena que tienes detrás. - Me lo dijo en tan serio que me volví.
Era una tonta. Lo miré mosqueada. Él levantó una ceja y parecía que Jennie se me iba a lanzar a la yugular.
- Por qué no - dije asintiendo, y me acerqué lo más relajada que pude.
- Si tienes una chaqueta, póntela - me dijo - No quiero que pases frío.
Me giré y entré en la casa - ¡tonta! ¡Tonta! ¡TONTA! -, me puse la chaqueta y volví como si no tuviera prisa.
Tae me miró incrédulo y Min Yoongi sonreía. Su dentadura era muy adorable. Me pasó lo que Dahyun le había devuelto y tardé en entender que se trataba de unos auriculares. Me los coloqué, me ajusté el micrófono y subí a la moto. Quería agarrarme sólo a su cinturón, pero tomó mis manos y las puso en su cintura, apretándome contra él. Jennie me lanzó una mirada asesina.
Arrancó, giró con habilidad, salimos y aceleró. Asustada, me aferré a él. Corría como un loco, pero no quise confesar mi miedo, así que callé. El viento tiraba de mi pelo y me lloraban los ojos. En la calle principal aceleró más aún. Detrás de él, me hice lo más pequeña que pude, apoyé mi cabeza en su espalda, cerré los ojos con fuerza y me preparé para la muerte.
- ¡Relájate! - oí por los auriculares.
Me dio unos golpecitos en la mano. ¿Cómo soltaba el manillar a esa velocidad? ¡Maldito loco! Levanté la cabeza y miré por encima de su hombro. El viento me golpeó en la cara, por lo que me cubrí de nuevo. Empezaron a pasar árboles; ya habíamos salido de la ciudad.
- ¿A donde? - me preguntó.
- ¿Cómo que "adónde"? - pregunté yo.
- ¿Adónde vamos?
Dudé unos segundos.
- ¿Ha subido al Pikey? - dije al fin.
- ¿Dónde está?
Le expliqué cómo llegar y la moto rugió de nuevo.
No disminuyó la velocidad hasta que se metió por el camino de tierra que llevaba hasta el mirador. Di gracias a Dios, aunque seguía yendo tan rápido que en las curvas se le iba la rueda. En un momento derrapó tanto que tuvo que apoyar el pie. Seguramente grité del susto, porque lo oí reírse.
Era un maldito temerario.
Llegamos, paró la moto, me bajé y tropecé después de dar un par de pasos con las rodillas flojeándome. Entendí por qué Dahyun había llegado pálida.
- Estás como una cabra - le dije secamente en cuanto se quitó el casco.
Con gesto divertido, simulando sin sentido, meneó la cabeza mientras apoyaba la moto en el caballete.
- No te pongas así - dijo -, ¿acaso te ha pasado algo?
No contesté y le devolví los auriculares. Miró a su alrededor.
- No está mal el sitio - dijo asintiendo, y se acercó al borde del mirador, rodeado de tupido bosque por tres de sus cuatro lados. Había una vista maravillosa de nuestra pequeña ciudad, que se extendía como un mar de luces desde la falda del Pikey. Me acerqué a su lado y observé la ciudad. Por costumbre busqué el punto luminoso de mi casa, mientras respiraba el aire puro con olor de tierra y bosque. Me ayudó a tranquilizarme. Estuvimos un rato en silencio.
- ¿Siempre conduce así? - pregunté, y me senté sobre una roca lisa a dos metros del precipicio. El viento soplaba entre las hojas de los árboles y levantaba las del suelo.
Me miró, y me di cuenta de que se había quitado las gafas, aunque estaba tan oscuro que sólo veía su silueta.
- No temas, tengo buenos reflejos - dijo sonriendo -. ¿Qué es esto? - preguntó señalando el mirador -. ¿El nido de amor de los tortolitos sin casa?
Agradecí a la oscuridad que afortunadamente ocultó el rubor de mi rostro.
- En verano quizá sí - admití -, pero me gusta venir; es muy tranquilo. Además, la vista es increíble.
- Ajá, ¿y por qué me has traído? - dijo acercándose.
En la oscuridad su cara se veía pálida, como la de un fantasma.
- Tu fuiste quien me invitó a dar una vuelta - le recordé -. Tú sabrás por qué lo has hecho.
- ¿Y por qué crees que lo he hecho?
La verdad es que ni me lo había planteado. Yo sólo quería ... ¿qué quería?
Como no respondía, sonrió. Era una sonrisa oscura e implacable.
- Sólo para que no haya malentendidos te diré, Ahn, que si te he pedido que vinieras era para darle un corte a Jennie, nada más. Me saca de quicio.
Su tono cruel, y que me llamara con tono despectivo por mi apellido, que por cierto, ¿cómo lo sabía ?, me hizo enfadar.
- ¿Así que me ha utilizado?
- Sin duda - dijo acercándose demasiado -. ¿Por qué otra ratón te iba a invitar?
Di un paso atrás.
- ¿Me tienes miedo, Ahn? - sus dientes brillaron en la oscuridad.
- Qué va. Sólo que no te quiero volver a ver; me das asco.
- ¿No? - dijo riendo de nuevo, y me puso la piel de gallina -. Admítelo, Ahn, te has hecho ilusiones, como todas. Por eso no me has dicho que no cuando te he preguntado si querías venir - se burló con sorna -. Todas sois iguales, tan previsibles. Veis a un chico guapo y os convertís en hienas, no pensáis en otra cosa.
- ¡Mira quién habla! - contesté con furia -. ¿Quién estuvo con tres chicas en tres semanas?
- Dos, fueron dos - me corrigió -, y en la Biblia está escrito: "A quien pida se le dará".
Su sonrisa me dio ganas de cruzarle la cara de un tortazo. Lo empujé de nuevo.
- ¡Imbécil arrogante! - le increpé.
Un viento frío sopló en mi cuello y me echó el pelo sobre la cara. Min permanecía inmóvil, y una mezcla de sorpresa y miedo se reflejó en su cara antes de convertirse en rabia. Masculló algo bruscamente, como si maldijera. Parecía que le hubiera pegado de veras. Nos miramos en la oscuridad y se acarició el cabello, que brillaba a la luz de la luna.
- ¿Sabes qué, Ahn ?, ¡tú verás cómo vuelves a casa! - dijo.
Se dio la vuelta y se dirigió dando grandes pasos hacia la moto. Se puso el casco, se acomodó y subió el caballete. Cuando arrancó me di cuenta de que realmente me iba a dejar ahí. Quise pararle, pero ya era demasiado tarde. Al realizar el giro sus ruedas escupían piedras y tierra. La luz roja desapareció entre los árboles mientras yo corría detrás, desvalida, maldiciéndolo. Probablemente había parado unos metros más abajo y me estaba esperando donde no lo pudiera ver. Lo último que imaginaba era que me abandonara así; podría estar loco, pero no tanto. ¿Qué le había entrado de repente? Me ceñí la chaqueta y caminé en círculo para entrar en calor. Si no iba yo, subiría él a buscarme en cuanto se cansara de esperar. La hojarasca crujía con mis pasos y también entre los árboles. Se oyeron varios aullidos a no mucha distancia.
Realmente ese estúpido me había abandonado.
¡Hasta aquí el capítulo!
Espero que lo disfrutéis muchísimo.
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Muchas gracias por el apoyo.
Historia adaptada.
Original:
El beso del vampiro, por Lynn Raven Alemania.
(España en 2008)