Thegn Sibert prefirió no reunirse con Deormund de inmediato; en su lugar, habló en privado con su guerrero de Dorset, un hombre que se había ganado su confianza. "Tráeme su espada y organiza el resto".
El veterano se apresuró a cumplir las órdenes de su señor, explicando la situación al confuso pastor de ciervos. "Debes dejar tu arma para que el thegn la inspeccione. Desabróchala".
A pesar de su desconcierto, Deormund obedeció y, como tenía la cabeza inclinada sobre el cinturón, apenas se dio cuenta de que el guerrero indicaba a un criado que cogiera un bastón de un estante de duelas.
"Toma, coge este bastón. Un hombre no debe vagar desarmado por las calles".
Deormund cambió la espada por el bastón de madera, algo pobre, pensó, pero, poco acostumbrado a las costumbres de la gente de ti
