Sandrid estaba acostaba boca arriba sin poder procesar lo que acababa de suceder, rodó la mirada a Sebastián quien se veía bastante satisfecho del momento. —¿Repetimos? —preguntó el joven. —¡Claro que no! —Replicó Sandrid y se sentó en la cama— sal del cuarto, no quiero que nadie nos vea. —Oye, pero, todavía tengo ganas, nadie nos va a ver. Todos están en la sala —insistió el joven bastante sonriente—. También lo estabas disfrutando. Sandrid tomó la camisa del joven y se la aventó. —¡Vete! —gritó. —Ay, ya… —Sebastián borró la sonrisa y comenzó a cambiarse. Después de unos minutos, Sebastián se había terminado de vestir. —¿Estás enojada? —preguntó Sebastián. —No… solo, déjame sola —pidió Sandrid. El joven la miró por un momento y de un impulso se abalanzó a ella comenzan