Gabriel está sentado en el asiento del conductor, con una mano colgando débilmente en la parte superior del volante mientras ajusta su postura una vez más. Simplemente no puede dejar de sentir esa incómoda sensación que se planta pesadamente en su pecho. No es un dolor incómodo y cegador, simplemente está ahí, solo un dolor sordo que persiste, que se aferra. Maggie se frota el pecho y suspira frustrada mientras mira fijamente el parabrisas. —Ese Connor, ¿alguna vez se levanta de la cama? ¿Está adicto a besos o tocar o lo que sea que esté haciendo desde el amanecer hasta el anochecer? Gabriel apenas la reconoce. —¿De qué estás hablando? —Es como un dolor persistente que proviene de donde viene el otro, pero que dura todo el día. —Dudo que Connor esté en la cama todo el día. —¿Qué más