El comienzo
Punto de vista de Callie
Son las 6:30 y suena mi despertador, comenzando otro día de esta horrible semana que se suma a los meses y años que he tenido desde que mis padres murieron y me arrojaron a esta casa, aunque los Alfas dirían que tengo suerte de estar con ellos.
Cojo unas toallitas húmedas y empiezo a limpiarme porque esto es lo más parecido a una ducha a la que puedo acceder una vez al mes o si logro colarme en el gimnasio y usar una de las duchas sin ser descubierta.
Cuando termino, me cepillo los dientes y enjuago mi boca con una de las botellas de agua que tengo guardadas. Luego camino hacia el perchero donde cuelgan las ropas que he lavado para la familia de los Alfas y cojo una de las únicas dos camisetas que tengo, junto con un pantalón y calcetines para vestirme para el día.
Me dirijo a la cocina y empiezo a preparar el desayuno para la Luna, mejor conocida como “Modest”, aunque no sea para nada modesta; solo puedo dirigirme a ella como Luna, el Alfa también es conocido como “Don”, excepto que debo llamarlo Alfa, y finalmente Chris, que técnicamente es mi hermano de acogida y el próximo en línea para ser el Alfa.
Empiezo con panqueques y sigo preparando huevos y tocino mientras exprimo naranjas para asegurarme de que tengan algo para beber. Me lleva alrededor de una o dos horas ya que tengo que cocinar para toda la manada como forma de “p**o” por vivir aquí.
Aunque soy parte de esta manada de alguna manera, definitivamente nunca he sido parte de esta familia. A medida que crecía, pensaba que las cosas serían diferentes, especialmente porque obtendría mi loba cuando cumpliera 18 años, pero ella nunca llegó.
La Luna cree que es porque no merezco una loba, porque soy la razón por la que mis padres murieron, o al menos eso dice ella.
Mis padres salieron en una cita como solían hacerlo un viernes al mes y, porque yo tenía 13 años, creyeron que ya era lo suficientemente mayor como para quedarme sola. Eran alrededor de las 8 de la noche y yo estaba en mi habitación cuando empecé a oler humo y cuando fui a abrir mi puerta vi que la planta baja estaba envuelta en llamas.
Llamé a mis padres para avisarles y ellos me dijeron que cerrara la puerta y llamara a los bomberos, y que estaban de camino a casa. Antes de que llegaran a la casa, los camiones de bomberos ya habían llegado y me salvaron del segundo piso y empezaron a apagar el fuego. Yo había esperado afuera que llegaran en cualquier momento, pero tristemente nunca lo hicieron. En cambio, un vehículo policial llegó y me dijo que habían tenido un accidente y finalmente me llevaron al hospital para ver los cuerpos de mis padres después de que les grité y supliqué que me dejaran verlos, ya que sabía que sería la última vez que vería sus rostros. Después de ser dada de alta del hospital, me llevaron a la casa de la manada donde el Alfa y la Luna me acogieron y dijeron que se harían cargo de mí hasta que estuviera lista para valerme por mí misma.
Empiezo a escuchar pasos bajando las escaleras, lo que significa que es hora de comenzar a servir el desayuno.
—Panqueques otra vez, los hiciste hace como una semana. Trata de variar un poco, ¿quieres? —dice la Luna Modest mientras clava un tenedor en su comida—. Honestamente, parece que quisieras que te echemos —resopla.
—Vamos, cariño, ¿a dónde iría ella? no tiene loba, no tiene educación y ni siquiera un cuerpo digno de mirar —dice el Alfa Don mientras se acerca a mí poniendo sus manos en mis hombros, acariciándome y levantando mis brazos—. Mira, solo ves piel y huesos —suelta mis brazos y se aleja hacia su asiento.
—Callie, ve a buscar a tu hermano y tráelo aquí para el desayuno y más vale que te des prisa, tiene entrenamiento de Alfa y no queremos que llegue tarde —ladra la Luna dando órdenes y subo las escaleras para despertarlo.
Llego a su puerta y puedo escuchar ruidos saliendo de ella. Pongo mi oído contra la puerta para ver si ya está despierto, ya que realmente no me gusta estar cerca de él. No logro distinguir nada, así que toco la puerta.
—¿Chris? —llamo.
—¡Entra! —entro y veo que está desnudo, acostado en la cama, rápidamente me doy la vuelta.
—Chris, cariño... —oigo que otra voz lo llama y miro por encima de mi hombro para ver quién es, solo para ver a una chica saliendo del baño también desnuda, usando una toalla para secarse el cabello—. ¿Qué hace la sirvienta de la manada aquí? Date prisa y ponte algo de ropa. Solo yo puedo verte así —ordena ella—. No quiero que se le ocurra la idea de que puede tenerte —se queja.
Ruedo los ojos pensando que preferiría contraer la plaga que estar con la prostituta que es este hombre.
—Cállate, Tracy. Es mi habitación. ¡Hago lo que me da la gana! —le grita él haciéndola enojar. Puedo escuchar pasos acercándose por detrás y una mano en mi brazo que me da vuelta y luego, de repente, una bofetada en mi rostro que me hace caer al suelo.
—¡Estúpida perra, nunca me habla así, pero de repente, ahora que estás aquí, sí! —ella grita y luego me golpea nuevamente, esta vez haciendo que salga sangre—. Ahora lárgate.
Me agarra del pelo y empieza a arrastrarme hacia afuera cuando de repente él le grita que pare.
Estaba agradecida, pensando que finalmente me estaba dando misericordia, sabiendo que cumpliría 20 años mañana y que mi loba finalmente saldría y él empezaría a verme como a su hermana, eso fue hasta que...
—¿Por qué viniste aquí? —preguntó él.
—La Luna quería que te avisara que tienes entrenamiento de Alfa y no quiere que llegues tarde —le respondí, con lágrimas en los ojos, agarrándome el pelo para que el tirón no doliera tanto.
—De acuerdo —me miró a mí y le dijo a Tracy que continuara y ella me arrastró hasta las escaleras y me empujó hacia abajo. Suelto un grito, pero nadie viene a ayudar, algo a lo que ya estoy acostumbrada. El Alfa había instruido a la manada, siempre debía dejarme sola a menos que me necesitaran y cualquiera que me ayudara sería visto como un traidor y sería desterrado.
No me necesitarían hasta el almuerzo, así que fui a mi armario en el ático a esperar y sanar y rezar para que nadie me necesitara por un tiempo. Llegué a mi habitación, me acosté y me permití comenzar a llorar. Seguía diciéndome que las cosas cambiarían en cuanto obtuviera a mi loba, entonces podría irme y no mirar atrás nunca más.