Sé que estoy en la cuerda floja. No daban las doce con cinco cuando volví a despertare por un par de gritos horrorizados desde el otro lado de la habitación, Julie. Corrí a toda prisa y al verla me tranquilizó por un lado solo tenerla ahí y saber que no es nada más que un mal sueño, por otro, sé que sus pesadillas se originan por mí, y en mí terminan. —Vamos. —La desperté sacudiendo sus hombros. Ella negó con la cabeza y abriendo sus ojos rojos, me alejó a toda prisa; Con una calma imaginaria, la atraje a mi pecho y cerré los ojos. —Escúchame, soy yo, y estás a salvo. — ¡No! —Gritó intentando librarse de mí. Negué con la cabeza y seguí abrazándola con una fuerza sobrecogedora, por lo que finalmente la sentí ceder por un segundo. —Soy yo. —Susurré. —Nadie quiere hacerte daño. La prime