Como un león enjaulado, así se sentía Zac. Y no es porque no pudiera salir de la habitación, a pesar del poco gusto que tenía por estar en aquella casa tanto por el lugar como las personas que estaban en esta, él tenía todo el derecho de salir e ir a cualquier parte, siempre que se mantuviera dentro. ¿El problema? Cada maldito rincón de aquella casa tenía un recuerdo poco agradable que intentaba arrastrarlo hacia un tormentoso pasado que quería olvidar. Sin contar, que tampoco era del agrado de Zac descubrir que, cada rastro que su madre había dejado en aquel lugar que anunciaba que estuvo viviendo ahí y era su hogar, desapareció completamente, como si nunca hubiera existido. Los cuadros que antes llenaban las paredes y muebles de sus abuelos maternos, de su madre sola, ellos dos juntos