Capítulo 1

2592 Words
Moviendo el lente de su cámara, Zac intentó enfocar lo mejor que pudiera a esa distancia el rostro de la famosa a la cual estaba persiguiendo. Resulta que con su inminente divorcio con Sebastián Sharp a la vuelta de la esquina, absolutamente todo el mundo se encontraba curioso por lo que hacía Katherin Snyder con sus dos pequeños. Y desde que Zac simpatizó de alguna forma con la mujer debido a la razón de su engaño, al seguirla, no había hecho más que tomar buenas tomas que la mostraban como una excelente madre luchadora, que no estaba cayendo en el pozo de la desesperación ante el horrible engaño de su esposo con un intento de modelo como Shirley Lafferty. Y vaya que la mujer había estado recibiendo algunas críticas crueles por parte de algunos sin cerebro, que encontraban exagerado que exigiera el divorcio solo porque el santísimo y atractivo Sebastián resbalo una vez en la suciedad. Por supuesto, aquellas personas que hablaban tanta mierda no eran más que seguidoras del famoso productor, que llevaban su fanatismo a un nivel insano y que nunca en la vida habían estado en una relación. Porque, ¿quién en su sano juicio perdonaría que su pareja le fuera infiel? Podrían llamar a Zac un resentido de mierda amargado y muchas cosas más, pero él no perdonaba esa clase de errores, ya que a su parecer, acostarse con otro no era un error, era una elección que se tomaba a conciencia. No era como si uno se encontrara con alguien y "accidentalmente" cayó en la cama con esa persona colocando su polla en su culo o coño, dependiendo de los gustos. Soltando un resoplido, Zac sintió la presencia de alguien tomando asiento a su costado, pero abiertamente la ignoró y siguió con una secuencia de fotos de la hermosa familia de tres integrantes, sin un padre infiel a su lado. —Así que... ¿Ahora me has cambiado por la esposa del director Sharp? —cuestionó Asher, observando al fotógrafo. —No es que te haya cambiado, pero la gente siempre está buscando una noticia interesante que leer, y en este momento no me has dado nada de eso. Frunciendo sus cejas, el famoso cantante contempló a Zac, quien se mantenía sumamente concentrado en su tarea. —¿Cómo que no te he dado material interesante? Tuve tres conciertos seguidos —le recordó indignado. —Sí, muy bonito todo, y canciones geniales, pero nada digno de portada apareció en dichos conciertos, ya que todo siempre sale perfecto gracias a tu protectora pareja —argumentó Zac—. Sabía que solo conseguiría fotos geniales tuyas en medio de un concierto, y eso era algo que cualquier fan u otro paparazzi podría conseguir para ti. Yo no quiero eso, necesito una primicia. Bajando finalmente su cámara, Zac observó al famoso modelo a su costado, quien mantenía una expresión enfurruñada con sus brazos cruzados sobre su pecho. —Eso no es mi culpa —gruñó. —Antes por lo menos invitabas a un fan al escenario y lo besabas, eso era entretenido y novedoso. —Ahora tengo pareja, un idiota posesivo y controlador que amo como el infierno y por el cual no estoy dispuesto a hacer esas estupideces con las cuales podría tener algún problema en mi relación —argumentó. Zac suspiró sonoramente y negó. —Eso es bueno para ti y tu relación, y te admiro en cierta forma por eso, ya que conozco a más de un famoso que habría seguido con lo mismo solo para vender más, pero te has vuelto francamente aburrido —indicó. Zac tuvo que contener su risa al contemplar la expresión completamente indignada de Asher ante sus palabras. —¡Sigo haciendo cosas divertidas! Zac resopló y tomó el bolso de su cámara que estaba en su regazo. Levantándose, colgó la correa sobre uno de sus hombros y observó a Asher Malloy. —No quiero ser un idiota, pero lo último interesante que has hecho, fue agarrarte a golpes con un modelo porque estaba insultando a tu amigo Rhory. Y eso fue hace meses. Creo que es hora de admitir que ya no eres tan entretenido como antes, Asher Malloy, pero hey, eso no es tan malo —le sonrió. Aunque su tono contenía cierto deje burlón que solo indignó más cantante. Alzándolo un pulgar solo para irritarle más, Zac se alejó satisfecho con lo que había hecho. Ahora que plantó la semillita en la cabeza de Asher, estaba seguro de que pronto este estaría haciendo una locura, por lo que tendría que estar al tanto de la vida de este para ser el primero en capturarla a través de su cámara. Con sus fotos ya tomadas, el humano dejó el centro comercial al cual había seguido a Katherin con sus hijos y salió al estacionamiento que se encontraba en el exterior, por los costados alrededor del edificio. Observando su nuevo auto, el cual compró tan pronto logró vender el anterior, Zac le quitó el seguro junto a la alarma tras detenerse frente a la puerta de copiloto. Abriéndola, se subió y bajó el vidrio. Cogiendo las llaves de su bolsillo, las conectó pero no las giró, solo las mantuvo en su lugar. Quitándose el bolso, lo dejó en el asiento de copiloto y luego se concentró en su cámara. Revisando todas las fotos que había capturado ese día, sus labios se arquearon con disgusto al contemplar una en donde salía la rata de Sebastián intentando hablar con su esposa, cuando era obvio que Katherin no quería nada con él. Sus dedos picaron. Sin meditarlo mucho, Zac apretó un botón en la parte superior, y la memoria de la cámara saltó fuera. Tomándola, desarmó el aparato y lo guardó en su estuche a la perfección antes de agacharse y tomar su computadora que escondía bajo el asiento de copiloto. Sentándose correctamente, la encendió y colocó la memoria en el netbook. Inmediatamente el archivo con todas las fotos que había capturado ese día saltaron y Zac las subió a su nube en internet que lo conectaba con las cuentas de sus otros aparatos antes de abrir el navegador. Con una maldita sonrisa malvada en esos gruesos labios rosa cereza, en donde el superior era más regordete que el inferior, el humano uso una cuenta anónima y subió la fotografía de Sebastián molestando a Katherin y escribió un pequeño resumen de lo que contempló, solo exagerando un poco para callar a aquellas personas sin cerebro que seguían apoyando al productor. Apretando "enter", el artículo fue publicado automáticamente en uno de los tantos foros que estaban siguiendo el chisme de varios famosos, y porque deseaba que la noticia se esparciera rápido, copió y pegó lo mismo en otros lugares. Satisfecho con lo que había hecho, Zac borró la foto de la memoria y apagó su computadora. Guardando la tarjeta en un bolsillo de su camiseta a cuadros abierta, dejó su notebook en el mismo lugar de donde la sacó. Con eso listo, se colocó el cinturón de seguridad y encendió el motor de su automóvil. Acomodando el espejo retrovisor, colocó su celular en el soporte en el tablero del auto y deslizó sus dedos por la pantalla, buscando el contacto de su jefa. Presionando sobre su nombre, la llamada inició automáticamente en altavoz y Zac se concentró en conducir para no chocar a nadie por accidente. Después de todo, le gustaba presenciar los escándalos de los demás, no ser parte de ellos. —Hablas con Gertru. Habla ahora si tienes algo interesante o corta. —Soy yo —anunció Zac. —Mi querido Zac, ¿a qué debo esta agradable llamada el día de hoy? El cambio en su voz fue tan notorio, que una mueca surgió entre los labios de Zac ante el tono ligeramente más agudo e interesado en la mujer. —Ya tengo lo que me pediste. —¿Una cita? —Fotos de Katherin con sus hijos. —Ah, eso —perdió interés—. ¿Es algo realmente interesante? —No me vengas con mierda, Gertru, tú fuiste la que me pidió que la siguiera porque se había vuelto el tema de sensación con su divorcio —le recordó en un gruñido. —Cierto, su divorcio con Sebastián Sharp —recordó de pronto—. ¿Se desmoronó y está descuidando a sus hijos? —Todo lo contrario, se mantiene más fuerte que nunca y vive feliz con sus hijos sin la presencia de su tramposo padre con ellos —corrigió. —Eso no es nada interesante, Zac —se quejó. —A mí parecer es bastante interesante, le cerrará la boca a esos idiotas que aseguraban que Katherin no puede hacer nada sin la presencia de Sebastián solo para que le perdonara su engaño —indicó. Gertru se quedó en silencio unos largos segundos, considerando sus palabras. —Bien, tráemelas ahora —aceptó—. Haremos discutir estos dos bandos de los que apoyan su divorcio y de aquellos que lo rechazan por ese idiota infiel con rostro apuesto —expresó satisfecha. —Pensé que las querrías, ya voy en camino —aseguró. —¿Debido a que quieres verme? —Porque quiero dinero —corrigió. Sin más temas que hablar, Zac aprovechó el semáforo en rojo y le cortó a su jefa antes de que esta pudiera salir con otra estupidez que lo involucrara a los dos en una cita. Su coqueteo e insinuaciones podrían ser algo molesto, pero inofensivo. Y definitivamente mucho más soportable que el de su antiguo jefe, quien lo llevaba a un nuevo nivel con acoso s****l con su toqueteo, invadiendo su espacio personal y amenazándolo. Al menos, el trato que hizo con Caden Knox arregló aquello. Siguiendo con su camino, Zac pronto se estuvo estacionando frente al edificio de la editorial Zeusmedia, para la cual trabajaba con un contrato externo que le permitía tener mucho más libertad que los otros trabajadores del lugar. Estacionándose en un lugar vacío, Zac subió las ventanas del auto y luego se quitó el cinturón de seguridad. Bajándose, le colocó tanto la alarma como el seguro antes de alejarse. Sacando su credencial de su bolsillo, la mostró en la puerta al guardia de seguridad y seguido la dejo alrededor de su cuello. Evitando la zona de los ascensores, fue directamente hacia las escaleras y se dirigió al segundo piso, que era donde se encontraba la zona en la que trabajaba su jefa. Tan pronto como entró, se encontró con un grupo de empleados reunidos frente a la gran televisión que colgaba del techo en una esquina, mostrando como siempre los canales que se divertían desmenuzando los chismes de los famosos. Observando hacia la oficina de su jefa, un pequeño resoplido escapó por sus labios al encontrar la puerta cerrada, lo que significaba que Gertru se encontraba ocupada en ese instante y no deseaba que nadie la molestara. Quedándose lo suficientemente cerca como para poder seguir observando la oficina, pero alejándose del grupito reunido, Zac apoyó su espalda en la pared y cruzó sus brazos sobre su pecho. Manteniendo una expresión malhumorada natural en su rostro para que nadie se le acercara a molestar por estupideces, observó sin mucho entusiasmo la televisión. Tan pronto como prestó atención a lo que el presentador estaba hablando, comprendió a la perfección por qué todos habían dejado sus trabajos para pararse a observar las noticias. Un reconocido juez, Maximo Di Montelroso, fue amenazado de muerte por uno de los acusados recientemente por el horroroso caso de secuestro, violación y asesinato de niñas entre los ocho y diez años, un caso que todo el mundo había estado siguiendo. Y el tipo ni siquiera se molestó en ocultar su rostro o amenazar a escondidas, el hombre, directamente observó hacia una de las cámaras mientras era sacado del edificio de justicia gritando a los cuatro vientos que se encargaría de matarlo a él y a cada integrante de su familia en venganza. Con la cámara enfocando hacia el juez y su reacción por dicha amenaza, Zac apartó la mirada sin mucho interés y contempló hacia la oficina de su jefa. Tan pronto observó la puerta abierta, se enderezó y se dirigió hacia esta. —¿Viste las noticias? —cuestionó Gertru tan pronto como entró. —Me acabo de enterar —respondió entregándole la tarjeta de memoria con las fotos. —Perfecto, entonces ve allá afuera y consigue unas fotografías para mí —ordenó. Observando a su jefa insertar la memoria en su computador, Zac metió las manos en sus bolsillos y la observó en silencio. Al percibir que no se movía, Gertru alzó la mirada de la pantalla del computador y le miró. —¿Por qué no te mueves? El tiempo es oro con esta noticia. —No iré. —¿Es por las fotos de la esposa de Sharp? Sabes que te depositaré directamente a tu cuenta según la calidad —indicó su jefa. —No se trata del dinero —negó—. Sigo a personas famosas, actores, cantantes, modelos, productores, presentadores, filántropos, no jueces. —Maximo Di Montelroso también es alguien famoso —indicó alzando una ceja. —Corrección, sigo a personas famosas que llaman mi atención —aclaró con una fingida sonrisa—. ¿Está listo mi dinero? —cuestionó señalando el computador. Observando la pantalla de su computador, Gertru suspiró y se recargó en el respaldar de su silla. —Lo que acabas de decir no tiene sentido, deberías de escuchar mis demandas —indicó sacando su teléfono. —Lo bueno del contrato que tengo con ustedes como fotógrafo, es que me permite elegir entre opciones. —No hay opciones, es el juez o nada. —Me quedo con nada. Su jefa resopló. —Al menos inventa una excusa, ¿no? Hace poco me dijiste que tu cámara se te había echado a perder por un idiota que la arrojó al suelo accidentalmente —argumentó su jefa. —No fue una excusa. Pasando las fotografías a su computador, Gertru las borró de la tarjeta y se la devolvió a Zac. —Si me has traído las fotos es porque tienes buena la cámara —indicó. —Porque la mandé a arreglar. —¿Un tipo como tú que tomas fotografías y acosa a personas para tener dinero? —alzó una ceja. —Es precisamente por eso que la he arreglado —sonrió y cogió su tarjeta de memoria rápidamente. —Si estás libre entonces... —No. No estoy libre ahora, mañana o pasado —rechazó cortante. —En algún momento tendrás que estarlo. Sin prestarle mucha a tención a la arrogante sonrisa de su jefa, Zac negó y salió de la oficina sin interés de escuchar más de sus invitaciones. Ignorando la televisión y el grupo de empleados que seguían observando las noticias y hablando entre ellos, bajó al primer piso bajando las escaleras de dos en dos y dejó el edificio. Dirigiéndose a su auto, Zac se detuvo frente a este y observó su celular al escucharle sonar. Admirando la pantalla del aparato, todo su rostro se arrugó en desagrado al contemplar el nombre de su padre brillando molesta e insistentemente. Tan pronto como el nombre de Maximo Di Montelroso desapareció de la pantalla, Zac colocó su celular en silencio, sin deseos de ser molestado por dicha molestia irritante. Nunca nada bueno salía cuando se relacionaba con ese hombre, o la familia que rodeaba a este, con sus dos hijos adorados y su adorable esposa chupa dinero.
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