Capítulo 3

2342 Words
En lo alto de un edificio abandonado y utilizado solamente por algunos vagabundos y uno que otros drogadictos, Zac se encontraba en una de las ultimas habitaciones a la espera de que su objetivo apareciera. Su cámara profesional yacía en el alfeizar de la ventana, sobre su trípode, perfectamente lista para ser usada. Parada frente a ella, Zac se encontraba con unos binoculares observando cada vehículo que pasaba por la calle. En su mano izquierda, un cigarrillo bailaba entre sus dedos como si no fuera más que un juguete. Con su teléfono emitiendo un sonido que anunciaba una llamada, el fotógrafo gruñó con molestia. Bajando los binoculares, dejo que este colgara por su cuello y sacó su celular del bolsillo. Inmediatamente, el nombre de su padre saltó en la pantalla. —Es que tú simplemente no aprendes... —resopló. Ya cansado y harto de las insistentes llamadas de Maximo, Zac terminó la llamada e inmediatamente viajó a la aplicación para bloquear su número por un tiempo, tal vez de esa forma dejaría de ser tan insistentemente molesto. Uno habría pensado que con la conversación que tuvieron hacía un par de días en su departamento, el hombre entendería que no deseaba verse involucrado con él. De todas formas, Zac creía fielmente que, mientras mantuvieran su existencia en esa familia, no estaría en peligro como los demás. Después de todo, llevaba años viviendo de esa forma, totalmente apartado de los Di Montelroso, no veía por qué debía de cambiar eso y volverse cercano a esas personas solo por un idiota que no pudo aceptar su sentencia luego de los horrores que hizo y no encontró nada mejor que agarrarla con Maximo. Nadie en esa familia era particularmente de su agrado y no se iba a esforzar en acercarse a cualquiera de ellos y ser agradable. El solo pensar en ello, estremecía a Zac. Volviendo a guardar su celular en su bolsillo, Zac aprovechó y tomó su encendedor. Colocando el cigarrillo entre sus labios, finalmente lo encendió y aspiró una gran cantidad de humo en sus pulmones. Inclinando su cabeza ligeramente hacia atrás, expulsó de a poco el contenido. Sintiendo como parte de su irritación se retiraba, el fotógrafo enderezó su cabeza y se concentró en el edificio que estaba a él. Tomando otra inhalada a su cigarrillo, observó con atención como finalmente un automóvil se detenía frente a este, pero no era exactamente el modelo que había estado esperando. Cuando el auto no se movió y se mantuvo en su lugar, Zac dejó caer el cigarrillo y lo piso. Recuperando sus binoculares, observó con atención el vehículo. Tan pronto como contempló a una persona bajar de los asientos traseros, sonrió al observar a un encapuchado. Dejando los binoculares, Zac lo cambió tomando su cámara y enfocó con ella. Tan pronto como se percató que la distancia era demasiada como para enfocar a la perfección, maldijo y se puso en movimiento. Tomando el trípode, corrió hacia las escaleras y bajó rápidamente un par de pisos. Entrando a otra habitación, ignoró a las personas que se encontraban en el interior, sentados en una esquina con una jeringa en su brazo o durmiendo directamente en el suelo. Acercándose a la ventana, alzó nuevamente su cámara y la acercó a su rostro. Concentrado, siguió a un cantante en ascenso que recientemente se había vuelto muy popular con su acto de angelito frente a las cámaras. Por supuesto, a diferencia de otras personas, Zac no había creído completamente en ese acto, ya que idiotas que molestaban y maltrataban a cada gato que se cruzaban en su camino, realmente no eran tan buenos como decían ser. Enfocando su cámara, le siguió al callejón en donde se reunía con una joven rubia de escasa ropa apretada. Tan pronto como observó que ella sacaba algo de su bolso, tomó fotografías y capturó el momento en que ambos intercambiaban el objeto por dinero. —Te tengo, maldito mentiroso —murmuró, capturando claramente la droga en manos del cantante. Y como Zac parecía estar con un golpe de suerte capturó incluso como ambos se drogaban ahí mismo y luego se besaban con una desesperación sorpresiva. Observando como se internaban un poco más en el callejón, el joven fotógrafo rápidamente se cambió de ventana a una con mejor vista. Fue un tanto desagradable capturar incluso como el tipo le subía esa mini falda a la mujer para follársela ahí mismo en el callejón contra la pared. —Creo que ya no podrás seguir con tu acto de angelito dulce con esto —pronunció satisfecho. Escuchando ruido, Zac rápidamente enfocó hacia el automóvil y soltó una maldición al contemplar que el conductor había desaparecido detrás del volante. Bajando su cámara, le sacó la memoria y la empujó en su bolsillo. Quitándose su mochila de la espalda, rápidamente guardó en el interior el trípode y desarmó su cámara antes de meterla también. —Tú. Detente ahí. Sin siquiera tomarse la molestia de observar sobre su hombro quién le estaba hablando. Zac se colocó su mochila en su espalda y observó hacia el tipo que intentaba dormir en el suelo. —Oye, te daré este billete si retienes a ese tipo un momento —anunció tocando su hombro. El vagabundo le observó y luego contempló al tipo que se acercaba. —Que sean tres de esos. Asintiendo sin dudarlo, Zac sacó el dinero y se lo entregó al vagabundo. O al menos hizo el intento de que lo haría y lo arrugó en una bola que lanzó hacia el guardaespaldas. —Eres un maldito —gruñó el vagabundo, levantándose. —Por favor, sabía que ibas a agarrar mi dinero y luego ignorarme. No es la primera vez que hago esto. Tan pronto como observó al vagabundo atravesarse en el camino del guardaespaldas, Zac tomó su oportunidad y en vez de ir a la escalera, corrió hacia la otra esquina de la siguiente habitación en donde había un gran hoyo en el suelo. Sin dudarlo, se agachó, y se agarró de unos fierros sobresalientes del cemento para bajar su cuerpo. Balanceándose, cayó al piso inferior. Flexionando sus rodillas al caer para no recibir todo el impacto en ellas, Zac siguió con su camino hacia las escaleras y corrió. Saliendo del edificio, rápidamente se quitó su mochila y sacó una camiseta que había mantenido en el interior. Colocándosela, mantuvo su mochila en el frente, rodeándolas con sus brazos y camino a un paso tranquilo hasta el lugar en donde había dejado su auto. Tan pronto como llegó a este, le quitó la alarma junto al seguro y se subió. Colocando el seguro nuevamente, dejó su mochila con cuidado en el suelo del asiento de copiloto y encendió el auto. Colocándose el cinturón de seguridad, salió del estacionamiento y se alejó lo más que pudo de aquella zona. Mirando constantemente por el espejo retrovisor para asegurarse de que el guardaespaldas no hubiera logrado seguirle, Zac maldijo al descubrir otro auto persiguiéndole. Debió de haber imaginado que el tipo no estaría con solo un guardaespaldas siguiéndole, si cuando Asher salía lo hacía con un batallón de ellos. Chasqueando su lengua con molestia, Zac dio su mejor esfuerzo para perderle de vista, utilizando aquellas habilidades que había ido adquiriendo con el tiempo. Cuando finalmente dejó de observar el auto detrás de él, se dio un par de vueltas y solo una vez estuvo completamente seguro de que ya no había nadie detrás de él, se dirigió a "Zeusmedia" en busca de vender sus fotografías. Supuestamente, cada vez que tenía buenas fotografías, Zac debía de informar a Gertru al respecto para que ella decidiera. Pero considerando el gran escándalo que se estaría formando con aquellas fotos, Zac estaba completamente seguro de que su jefa las querría. Estacionándose finalmente frente al edificio, Zac apagó el motor y se quitó el cinturón de seguridad. Estirándose sobre el asiento de copilo, abrió el pequeño comportamiento que se encontraba en el tablero y sacó de la especie de cajón su identificación. Abriendo la puerta, se bajó del vehículo y le colocó el seguro junto con la alarma antes de dirigirse al edificio. Cruzando la puerta, le mostró su identificación al guardia en la entrada y luego se la colocó alrededor de su cuello. Pasando directo las escaleras, las subió de dos en dos y se detuvo en el segundo piso. Al cruzar la extensa sala para llegar a la oficina de su jefa, se percató de como alguno de sus compañeros, todos aquellos que se percataron de su presencia, de un momento a otro, comenzaron a observarle con atención en lo que murmuraban cosas por lo bajo. Y por la forma en que sus rostros se arrugaban y sus labios se arqueaban en una mueca, era obvio que cualquier chisme que estaba corriendo de Zac en ese momento, no era uno precisamente agradable. Pero como el joven fotógrafo no estaba ahí para soportar su mierda, él solo los observó fijamente, hasta que los hizo sentir incómodos y desviaron la mirada. Deteniéndose frente a la oficina de su jefa, golpeó la puerta semi abierta y observó en el interior tanto a Gertru como el jefe y dueño de toda la editorial, Jeff Blevins. Inmediatamente, ambas personas observaron en dirección de Zac. —¿Estás ocupada? Tengo unas fotos interesantes del nuevo cantante que actúa como un angelito —informó. —Está bien, entra —asintió su jefa—. Y cierra la puerta. Entrando en la oficina, Zac le dedicó una breve mirada al jefe de todo el mundo, y al percibir rápidamente que Jeff no se iba a retirar, cerró la puerta detrás de él. Acercándose al escritorio, sacó la tarjeta de memoria del bolsillo donde la había guardado y se la entregó a Gertru. —¿Qué fue lo que descubriste exactamente? —cuestionó Jeff. Aquellos ojos verde jade se posaron en él. A diferencia de otros hombres importantes que Zac había conocido, Jeff no mantenía su pelo en un corte moderno, desde que se presentó como su nuevo jefe que tenía su larga cabellera negra hasta los hombros y utilizaba ropa casual que marcaba bien su trabajado cuerpo. Muy diferente a Caden Knox que siempre vestía un traje, o Maxwell Ellingwod que era más un estilo de moda. —La estrella en ascenso del momento drogándose y follando en un callejón —sonrió. —¿Cómo lo catalogas? —preguntó Jeff a Gertru. —Esto se consideraría apto para mayores de 21 no de 18 —indicó Gertru con emoción—. Es muy gráfico y claramente se ve el rostro de ambos. —Bien, sube las más obscenas en la internet y utiliza las otras para la revista con un llamativo encabezado —ordenó. —Por supuesto que lo haré —sonrió Gertru. Dejando su computadora un momento, sacó su celular y movió sus dedos por la pantalla antes de que el teléfono de Zac sonara en una notificación. —Te di un bono extra por la claridad de las fotos —indicó—. ¿No te metiste en problemas? —Los mismos de siempre, pero sé cuidarme —expresó revisando su celular. Jeff y Gertru intercambiaron una mirada de la cual, por supuesto que Zac fue consciente. —¿Qué sucede? —Me refiero a que si alguien que no fueran los guardaespaldas de este tipo intentó lastimarte —aclaró su jefa. —¿Por qué lo harían? Solo soy un idiota con los que lo son primero —argumentó. —No es solo eso —negó el señor Blevins. Alzando la tablet que había mantenido entre sus manos, la desbloqueó y se la entregó a Zac. Observando a ambos, el joven fotógrafo la recibió y observó el interesante artículo que rondaba en internet ahora. Tal parecía, que alguien había ido en contra de Sloane Garner, la amada esposa de su padre, y esa estúpida mujer no encontró nada mejor que hacer, que dar una entrevista en la cual lloriqueaba con falsas lágrimas de cocodrilo con su dulce rostro y pedía a todos esos tipos malos que dejaran en paz a su familia e hijos, nombrándolo en el proceso. Controlando la ardiente irritación que crecía en su interior, Zac le entregó su tablet nuevamente al señor Blevins y fingió ignorancia. —No sé por qué me muestran esto. Gertru chasqueó su lengua. —No es necesario hacerse el tonto aquí. Ya revisé el contrato y verifiqué tu nombre completo, Zachariah Di Montelroso —anunció su jefa—. No sé por qué estuviste escondiendo a tu familia todo este tiempo. —Porque no son mi familia. —espetó duro—. Y en visto que ya hemos terminado aquí, me voy. Sin quedarse a malgastar más tiempo a explicar algo que obviamente no podría volver a ocultar, Zac se retiró de la oficina de su jefa, finalmente comprendiendo las miraditas de sus compañeros y los murmullos entre ellos. A esas alturas la voz ya debería de haber corrido y todo por culpa de la estúpida esposa de su padre. Furioso porque su padre hubiera permitido a Sloane hacer tan estúpido movimiento que lo colocaba en el ojo de todo el mundo, Zac se retiró del edificio con su teléfono en mano, intentando ponerse en contacto con Maximo para quejarse al respecto. Tan pronto como cruzó las puertas de vidrio, Zac recibió un repentino puñetazo que le hizo arrojar su teléfono al suelo. —Tengo un mensaje para tu estúpido padre —espetó el intimidante hombre de n***o con tatuajes en el rostro. Limpiando la sangre de su labio inferior, Zac escupió a los pies del hombre. —¿Y por qué no se lo das tú mismo, maldito imbécil? Por supuesto, el tipo no se tomó exactamente bien la respuesta de Zac, y tan pronto como este se le lanzó con su puño en alto, el fotógrafo le siguió sin estar dispuesto a quedarse atrás, esas clases de taekwondo que tomó no fueron por nada, al igual que sus horas en el gimnasio.
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