Efímeros.
Capítulo narrado por Maruam Halabi:
Cassandra, una periodista Mexicana que llegó a mí.
Sus ojos marrones, su cabello largo y sedoso, con ondas justo en el lugar donde tiene que haberlas y las palabras justas para un hombre que tiene tantas responsabilidades encima como yo. Me hace sentir renovado, me hace sentir pleno. Y nunca antes me había sentido así.
Es fascinante, es elocuente, es deslumbrante. Podría amar su cuerpo durante toda mi vida, podría estar enredado entre sus esbeltas y largas piernas mientras el aliento me alcance para hacerlo.
—¿Estás aquí, cariño?—Irrumpe Cassandra con voz tenue, sus manos se enroscan en las mías y soy incapaz de apartarlas.
—Sí. Estaba pensando, lo siento. ¿Has visto los papeles que he dejado para ti, Cassie?—Le interrogo con dulzura mientras ella acaricia mis nudillos con mimo.
—Ya los he firmado. ¿Se trata de algo sobre la nueva novela que ha decidido financiar el canal?, ¿te parece que es buen momento?, quizás en algún momento me importe actuar en una de las producciones de tu televisora, amor. —Comenta Cassandra y su rostro se ruboriza al instante.
Mis planes empiezan a tener fin. Esos documentos son importantes, ella los ha firmado, sin poner reparo en su contenido.
¡Joder!
Me encanta el hecho de que sea siempre como un libro abierto. Cuando está nerviosa, el sudor cae por su rostro como una cascada, cuando está apenada, se ruboriza como una niña. Y cuando está asustada, palidece como una momia. Cada parte de Cassandra es adictiva. Me he convertido en adicto a ella, aunque no debería.
—¿Maruam, querido?—Irrumpe Cassandra y esta vez se pone encima de mí, está intentando capturar mi atención.
No respondo absolutamente nada, y me dedico a atenderla como me gusta a mí. Deslizo mis manos hasta poder tocarle la hendidura en su desnuda entrepierna para que ella esté dispuesta a lo que estoy a punto de hacerle.
—¡Oh, cariño!—Exclama Cassie en un alarido.
—Mm, voy a darte un beso ahí. —Le informo en un susurro y hago un movimiento brusco para ponerme debajo de ella.
—¡Dios, Maruam!—Arroja Cassandra en un hilo de voz.
Pongo mi lengua en el centro de su feminidad, ella gime desesperada. Cada uno de los sonidos que ella emite son pasmosamente eróticos.
Le doy fuertes lametazos y ella se arquea.
Cassandra abre las piernas más de lo que yo veía posible, y me toma la cabeza con furor, me hace una seña y la capto al instante...
Llevamos todo el día desnudos, en mi apartamento de soltero en mi hermosa Kuwait.
Al estar a la altura de ella, con su cuerpo exigiendome placer. Beso su boca con entrega y tomo sus senos entre mis manos, los masajeo y tomo uno de ellos en mi boca. Sus pezones se muestran endurecidos por mi agarre.
—¿Maruam?—Me exige Cassandra con necesidad.
Me introduzco dentro de ella al instante, ¡está tan mojada!
Cassandra siempre se siente cálida, me alberga dentro de ella con una sensación apremiante. Sus uñas se aferran a mi espalda a medida de que mis caderas se bambolean y le presiono con fuerza en su divino sexo.
—¡Oh, Dios, cariño!—Exclama Cassandra en un gruñido y al sentir como su v****a aprieta mi pene con fuerza y vigor, sé que está a punto de alcanzar un orgasmo.
La presiono con más fuerza, salgo y entro en ella. El sudor corre por mi frente y al mirar los ojos expectantes y anhelantes de Cassandra deseo verla correrse. Correrse para mí.
—¡Dame más, cariño!—Grita Cassandra y me aprieta entre sus piernas, sus manos se clavan en mi trasero.
La empujo sin piedad y ella se aferra a esto.
Un estruendo inentendible sale de su boca y ella grita y hace un gesto que encuentro de lo más estimulante del mundo.
Mi cuerpo se empieza a tensar mientras siento los espasmos de Cassandra, esto es surrealista.
—¡Te amo, Maruam, te amo!—Exclama Cassandra con los ojos humedecidos cuando me derramo dentro de ella.
Y justo al escuchar tal afirmación, me doy cuenta de que estoy cometiendo un sacrilegio.
Ella no puede amarme. Ella lo ha arruinado todo.
—Cassandra, vístete y vete de mi apartamento.Te veré mañana en la oficina, no olvides traer los papeles que te he pedido que firmes. —Le exijo con seriedad mientras que ella sale de mí con una expresión desconcertada.
—¿Qué pasa, cielo?—Me interroga con preocupación y sus manos pasan a mi pecho e intentan acariciarme.
Aparto sus manos y ella se pone de pie y empieza a vestirse, su expresión es confusa, y no tengo tiempo ni interés en descifrarla.
—¿No vas a decir nada, Maruam?—Insiste Cassandra después de haberse vestido con su delicado vestido púrpura, acentúa sus caderas y su trasero como nada.
—Creo que he dicho lo suficientemente. Márchate, Cassandra... Te veré otro día.
—Y yo... Yo te he dicho que te amo, Maruam Halabi... Sabes que eres el único hombre al que he amado. —Susurra Cassandra con voz apremiante y sale de la habitación dando un portazo.
Y de ahora en adelante, espero salga de mi vida con la misma intensidad...