Las familias

2464 Words
Simonetta siempre que está cerca de su esposo se ponía ligeramente nerviosa, porque si esto fuera un matrimonio por conveniencia tras un trato de amigos de hace años le hubiese restado importancia. Este era un matrimonio entre dos personas que habían pasado noventa y seis horas de intenso coqueteo, sexo y confesiones, lo que compartieron en las Vegas era intenso desde cualquier punto de vista. Y ahora, diferencia de porque físicamente William es el hombre con el que le encantaría compartir una historia apasionada, es el amigo con el que puede compartir una risa, una mala noticia o un secreto de esos que te llevas a la tumba y siempre se mantendría a su lado (como con Manuel). William es un tipo de hombre que llamaremos "el hombre casi perfecto", porque es perfecto en las cosas superficiales, pero, en la práctica y lo material, más fácilmente, sus acciones específicamente, su comportamiento en el pasado dejaban mucho que desear. Cuénteme usted, señora, ¿cuándo entró en la edad del amor cómo idealizó a su pareja? ¿Cuándo llegó a la edad de babear por una boda cómo idealizó a su esposo? ¿Cuándo el útero le empezó a llamar como idealizó su hijos? Simonetta ambicionaba las cualidades que hacen a William encantador y que una vez (o siete veces) la llevaron a su cama, pero no le gustaba sus estadísticas de marido, de padre, parecía ser regular, (económicamente responsable al menos). William no tiene pinta de ser un esposo No el marido que Simonetta tiene en la cabeza. La realidad es que no estaba lista para enamorarse, ni decepcionarse. Ya había experimentado en carne propia el bajón y perder como lo hizo la última vez; perder un marido no es fácil de olvidar ni es fácil recuperar al corazón y enamorarse de este caramelo precioso que le sigue por casamientos mientras escribir mensajes de texto le parecía increíblemente fácil complicarse la cabeza. William escribía a su hijo mientras seguía a Simonetta por la casa. William: Wallace, para sorpresa de todos, vengo de casa de la abuela, pasé por unas cosas de Simonetta y nos dirigimos a tu casa. ¿Necesitas algo? ¿Cómo te sientes? Wally: Bien, mientras pueda dormir en paz en tu casa. William: No olvides tus cuadernos, libros, calculadora, lápices y todo lo que necesitas para estudiar. Tienes una semana más de incapacidad y sabes que no puedes bajar las notas, ahora menos que nunca. Besos. Simonetta se gira para ver que William planea ingresar a su oficina. Este deja el teléfono en su bolsillo y toma asiento en su armario, observa el lugar y ella a él. — Tenido un espacio por aquí, por si quieres medirlo igual puedes tener tu propia habitación. — Y puedo dormir perfectamente a tu lado. — ¡Sí? — Sí. — William. — Simonetta —responde. — Tú tienes ganas de querer sexo conmigo y creo que es muy inapropiado —Él se afloja la corbata y le mira divertido. — El sexo entre más inapropiado, más caliente. — Por el amor de Dios... — Dice la joven, su marido juguetea con sus piernas, desata el botón de su pantalón y ella le mira embobada mientras sus dedos acarician su clítoris. Simonetta se da cuenta de cuán mojada está en segundos y echa la cabeza hacia atrás mientras se agarra cómodamente. Su marido coloca sus piernas sobre los hombros grandes y masculinos que no le decepcionan mientras él termina de deslizar la prenda de ropa que cubre su zona íntima fuera de sus piernas. — No puedo, no puedo, no puedo. Tú eres espectacular y estás muy sexy —responde la mujer mientras intenta bajarse de sus hombros sin pegar la frente en algún lugar. Pero responde a su amiga, y William intenta tenerla para que no caiga de frente con el culo al aire. Darse cuenta de que no podía dejar de pasear señoritas. La cosa es que mi amiga tuvo que tomar una pañoleta para cubrirse y se mantuvo dentro de su closet, agarrándose de sus prendas de ropa mientras las piernas le temblaban. — Será el matrimonio más soso de la humanidad, sino tenemos sexo y tu y yo somos fantástico en eso. — Somos impresionantemente buenos—corrobora Simonetta. —En realidad eres uno de los mejores hombres con los que he tenido sexo. —Gracias, pero me hubiese encantado el mejor. —Eres el de la mejor polla, lo tiene todo, impresionante y tú definitivamente le pusiste los cuernos a tu exmujer con todas la groupie es que te encontraste porque eres impresionante en la cama, eres todo y más. —Gracias por el voto de desconfianza. —No le puso los cuerno, eso se lo inventó ella.—Y William omitió, que crecer con un padre infiel, mentiros y ausente nos haciéndola las mujer, porque sus hermanas veían señales donde no las había y alimentaban sin querer a su expareja. Eventualmente, terminaron y si disfrutar su soltería cosa que Simonetta y… desconocemos, por alguna razón a un hombre los quince minutos o diez años de soltería siempre, siempre, s i e m p r e le sirven para follarse un pueblo y toda una tribu. De todas formas en la cabeza de William estaba follarse a su mujer desde que la vi llegar a su casa vestida como el alta ejecutiva y mujer poderosa que, haciendo preguntas con respecto a los gustos de su familia, como si él supiera si sin gente o no de profiteroles y esas cosas, le encantaba todo de ella; su ropa, su pelo, lo tersa que es su piel, el su perfume mezclado con su aroma, su cuerpo desnudo y estaba mucho más decidido a disfrutar de esa parte de Simonetta que de su bocota hiriente y descontrolada. Al final, un boxeador siempre tiene con quién pelear, y es obvio, que las palabras no son el fuerte de William, pero sus acción, había por sí sola. El joven se puso en pie y le preguntó a su mujer, ¿cuál era su excusa para no ser feliz? Mientras se quitaba los zapatos y la mis Simonetta respiraba profundo para intentar controlarse, pero, con la luz de esa habitación le que daba claro que su suerte con los hombres había cambiado. Simonetta era una espectadora del show erótico más sexy que había presenciado; lo tenía casi encima de su cuerpo, y de verdad, solo le quedaba rezar para que no se le arrugara ni manchara ninguno de los vestidos que se estaba agarrando. Acarició su pecho, lo rodeó con los brazos y le besó. —¿Hay algún impedimento, Simonetta? —Sí —respondió en un quejido mientras él le besaba el cuello. —William, voy a ser mamá. El joven se detuvo y la miró a los ojos, cargados de confusión, al igual que su novia adolescente, cuyos ojos estaban llenos de lágrimas, las mejillas rojas, y el miedo pintaba su rostro al máximo. —¿De cuánto estás…? —Oh, no, no te asustes. No es tuyo. Me inseminé antes de conocerte, en realidad, a una mujer amable que entendió que yo quería un bebé, pero nueve meses de malestares no van con mi negocio y no es lo mismo que hacerlo en pareja, entonces… bueno, decidí eso y seré mamá, y será muy complicado, pero es un sueño que tengo. —¿Tu sueño es ser mamá? —preguntó William divertido, y ella asintió. —Conoces a algún hijo que adore absolutamente a sus papás. Los hijos son horribles, pero tranquila, tienes por delante los mejores diez años de tu vida. —Los bebés dan miedo, pero pensé en contratar una niñera 24/7. —No, es lo más bonito, no te contradices, huelen bien, son muy curiosos, y todo lo que digas es ley hasta que cumplan diez o, si eres afortunada, trece. Ahí mejor, ándalo a un internado a la primera oportunidad y no le vuelves a hablar. —Simonetta rió. —Tú pareces ser mejor amigo de tu hijo. —Nadie quiere ser el amigo o tío divertido de su hijo. Todo el mundo quiere ser papá o mamá de su bebé para toda la vida, y todos queremos no ser tan malos en esto como nuestros padres. —Sí. William vio a la mujer frente a él y le tomó de las mejillas. —No soy el mejor papá del mundo, pero siempre que necesites ayuda, estaré ahí. —Oh… no ocupo un papá. —Tú no, pero él o ella puede que sí. —Respondió y le dio un beso en la mejilla. —No veo razón para no fornicar, pero hemos perdido tiempo y quiero demostrarle a Wallace que podemos llegar temprano. Simonetta se acomodó la ropa y con cuidado fue a buscar lo que necesitaba. Se puso un poco más cómoda y salió con un maletín lo suficientemente grande como para que su esposo riera. —Está preempacado, es una compañía muy buena. William bajó las cosas y las subió al auto de Simonetta. Esta sonrió y le dio las gracias por no ser grosero ni burlarse abiertamente. La pareja se dirigió a la vivienda de los Mendoza Holmes y llegaron media hora antes. William escribió un mensaje a su hijo y a su ex en un grupo: William Buenas tardes, estoy afuera de la casa de habitación de Wallace. Camila Voy a indicarle a tu hijo, el que tiene un máster en ignorarme, que estás afuera. Wallace ¡INSENSATO! Camila Te avisé desde que llegaron al portón, Wallace, es que todo hay que decírtelo mil veces. William Sí, Wallace, mil veces uno. Trae todos los cuadernos, que si tengo que venir hasta aquí vengo y te pongo a hacer abdominales para que se te abra la herida. Simonetta leyó el mensaje y los dos rieron. El joven salió con un maletín de ruedas, y William se rió. —Creo que se van a decepcionar, no van para el Marriott, van para mi casa. —Ya, pero prometiste comida. —Correcto. —Los dos rieron, y Simonetta se bajó del auto para saludar a Wallace, el joven que había visto a la novia de su papá en el hospital varias veces y era consciente de que, sin ella, no hubiese sobrevivido a una pancreatitis inducida por alcohol, le saludó con familiaridad. La mujer vio a la ex pareja de su esposo en la cocina con una taza de café en las manos. William abrió la maleta y revisó que los libros estuvieran allí. —¿Dónde está la calculadora? ¿El libro de física matemática? ¿El libro de alemán? Wallace, no me prendas, ve, búscalos y tráelos. —Mamá los trajo del colegio. —¿Cómo que no? Si son los primeros exámenes que te harán cuando regreses. William Dice tu hijo que no le trajiste los libros de alemán, física ni la calculadora. Camila Dile a tu hijo que no sea mentiroso e irresponsable, traje lo que estaba en el locker. Wallace El ojo en cuestión está en el chat. William Wallace no es fácil, papacito, eh. Queremos lo mejor para ti, pero si quieres palo, bueno… estamos siendo condescendientes y responsabilizándonos por nuestros pecados. Haz el favor y colabora, que no te van a gustar los cambios. Mendoza ha sido agregado al grupo. Mendoza Gracias por añadirme, nena. Wallace y William, es su fin de semana, resuelvan. William ha añadido a Simonetta. Camila Es un grupo de papás de Wallace. Wallace se ha salido del grupo. —El lunes me agregas de nuevo, no pasa nada. —Dame el celular, porque te pasas —Respondió, y su hijo se lo entregó divertido. Simonetta vio a su hijastro y a su esposo, les indicó que subieran al auto y condujo hacia una casa en la que siempre había libros de todo tipo y mantenía su biblioteca altamente actualizada. Su padre casi nunca está los dos meses porque va a visitar a su padre; sin embargo, había hecho un cambio, y Simón visitó a su hijo. Los dos se sorprendieron al ver el auto de Simonetta ingresar en la propiedad. —Buenas, patroncita. —¿Qué están haciendo los dos? —Estamos tomando el sol, hija. —¿Abuelo, desde qué hora están tomando whisky? —Desde el desayuno. —Eres un chivato, prometimos que no lo contaríamos a nadie. —El hijo de mi amigo necesita un libro; se los daré y llamaré a la empleada para que les dé una manguera por borrachos. —Advirtió la joven. —Hola, yo soy Simón. —Bienvenidos a nuestro hogar. Simonetta, no vendría hoy, así que he organizado un sorteo de golf en el jardín, y me ha salido fatal. —Muy mal. William saludó a ambos hombres y los acompañó mientras Simonetta buscaba los libros en la biblioteca de sus padres. Ella es apasionada de la ciencia, mientras su papá suele ser más numérico. Wallace vio los libros de medicina, farmacología, ciencia y muchos más. —No creo que los tengan. —Sí, hay dos ediciones, la actual y la pasada; te llevas los dos y haces el doble de práctica. —Tú pareces muy cool hasta que hablas. —Los dos sonrieron y salieron al exterior con todos los libros necesarios. Simonetta le pidió a la encargada de la casa que no dejara a su padre y su abuelo seguir mucho la fiesta. Ella le aseguró que llevaban media hora tomando té frío, pero estaban tan borrachos que ya no notaban la diferencia. La joven le dio un beso a los dos traviesos, quienes le rogaron que no les quitara a su amigo. —Al fin alguien que juega, no te lo lleves. —Papá, es el día de William con Wallace. —A mí me gusta el golf. —A ti te gusta no hacer la tarea —Respondió su padre. —Vean, tengo que ir a reformar a este, pero otro día jugamos. —Adoramos a William. —Sí, me gusta más que tu otro marido. —Solo a Simonetta le gustaba ese papá. —Mal gusto el de la niña, pero se ha recuperado. —Está guapo, juega golf, y yo voy a ir a su gimnasio. —Simón, tienes un gimnasio. —¿Él y yo nos vemos igual? —Tú eres muy viejo, hijo. —Ya nos vamos, bye, hablamos. —Wallace y William se despidieron con un estrechón de manos, y Simonetta señaló a su abuelo y a su padre. —Un papá que adora a su hijo y un hijo que admira y respeta a su papá. Todo es posible. William. —Simonetta les dio un beso y un abrazo largo a su abuelo y su padre.
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