Miré la nueva pieza. Era una singular mezcla que consistía básicamente de manchas de color rojo y naranja intenso sobre el dibujo de una muñeca de medio lado con la vista al cielo y una expresión de serenidad. El color era hechizante y sonreí satisfecha. Miré alrededor de mi estudio, ese amplio estudio que Kiral me regaló modificando su apartamento para hacerme un espacio, la colección estaba casi completa. Ocho cuadros con la misma sintonía de estilo, cambios de diseños, de colores pero era un conjunto precioso.
Salí de mi burbuja estirándome, el cuerpo me dolía por el tiempo que había tomado en esa posición tan cómoda para mi creatividad. Vi el reloj de muñeca, por poco lo mancho de pintura, mi ropa era un desastre.
–Carajo– murmuré, el tiempo se me hizo nada. Caminé hacia la puerta para correr a darme una ducha cuando se abrió así como mis ojos.
Atrapada.
Kiral me miró con una sonrisa y una mueca de diversión en su hermoso rostro masculino y cuadrado.
–Mi amor, se me pasó el tiempo pintando, disculpa– dije apresurada y él tomó mi barbilla entre sus dedos.
–Luces tan preciosa así– aseguró mirándome de pies a cabeza– Despeinada, desastrosa, sucia y manchada.
Blanqueé los ojos.
–Tú y tus romances– bufé–¡No! – Era muy tarde, me subió a su hombro sin importarle ensuciar su traje mientras me conducía a quién sabe dónde.
Palmeó mi trasero e hice cosquillas en su costilla en venganza.
–Debes darte un baño, apestosa– aseguró.
–¡Bestia! – exclamé mientras daba una patada a la puerta de nuestra habitación, la atravesó continuando hacia el baño.
Estábamos ambos en la tina, no menos de diez minutos después de nuestra pequeña lucha, acaricié sus hombros mientras lo sentía exhalar contra mi rostro.
–¿Estás bien, cariño? – le pregunté. Me miró con seriedad, lucía bastante pensativo y no sabía qué se traía en mente.
–Es Madira, cariño– fruncí el ceño. Hacía mucho tiempo que no mencionaba a su madrastra. Ella vivía muy tranquila en algún lugar de Europa y gracias a el Todopoderoso no seguía inmiscuyéndose en nuestra vida. Hasta este momento.
–¿Qué pasa con ella? – pregunté sin estar realmente preocupada por su bienestar.
–No lo sé, me llamó y la escuché… Mal– unió las frondosas cejas– ¿Has tenido alguna vez el presentimiento de que algo no va bien? La conozco, Clara. –hice una mueca con los labios mientras acariciaba su clavícula.
–¿Qué es lo que piensas hacer? -pregunté rindiéndome a apoyarlo. No tenía otra opción que hacerlo.
Él rascó su cabeza con desesperación y eso me dio a entender que había más, más cosas que no había dicho hasta ahora.
–Eso no es todo, princesa– respiré audiblemente y me aparté de su regazo sintiéndome molesta de inmediato.
–¿Podrías hablar claro, Kiral? –él me miró.
–Hablé con los contadores de la nueva firma que contraté– explicó y asentí. Acordamos cambiar todo el personal financiero de el negocio de su padre que ahora estaba en sus manos y ordenar un chequeo a los libros de los últimos años. – Hay una fuga, una fuga enorme, Clara.
Cerré los ojos.
Sabía cuánto significaba para él. Kiral era el pilar de su familia aún, aunque ya muchas de sus hermanas y primas estaban casadas o en ese proceso, los niños inundaban la casa constantemente y eran su responsabilidad el alimentarlos y proveerle sustento a gran parte de ellos.
–Tenemos que volver– dije de inmediato sabiendo que no quería hablar, sabía cuán importante era para mí la inauguración de la nueva colección de obras. Faltaban dos semanas para ella y me había esforzado bastante los últimos tres meses.
–No, Clara, tú tienes que estar aquí– afirmó y respiré hondo hundiendo mi rostro en el agua.
–Tenemos que hacer algo– afirmé alzando el rostro goteante. Kiral se acercó a mí con preocupación evidente en sus ojos verdosos.
–Yo tengo que hacer algo– me corrigió y abrí la boca pero me robó la palabra– No, no quiero que discutas. Quiero que me obedezcas, Clara, por esta vez–pidió y yo respiré hondo no tan dispuesta a complacerlo– Por favor, y sé cuánto querías que estuviera contigo, lo lamento muchísimo, mi amor, pero sabes cuán importante es esto.
–Claro que sí– afirmé– Por ese motivo puedo dejar todo de lado, cancelar la fecha, posponer la inauguración– le resté importancia con un movimiento de hombro y él me sonrió con ternura.
–Ven aquí– pidió y me acomodé contra su cuerpo– Lo que sucede con Madira y lo que pasa con la fábrica de cemento es mí responsabilidad, mi preocupación, Clara– aseguró mirándome a los ojos– Pero esto que has hecho aquí, la hermosa colección de obras de arte que has hecho con tus manos y el esfuerzo que le has brindado a la galería hace que me quede muy en claro que esta es tu preocupación y tu responsabilidad– mordí mi labio inferior.
–No quiero separarme de ti de nuevo– admití y dejó un suave beso en mis labios. Los viajes y distintos horarios que aplicábamos unos cuantos meses al año hacía que no me sintiera muy segura, no de mi relación, sino de mí misma.
–No será por mucho tiempo, cariño, recuperaremos los días separados, lo prometo– dijo acercándose a mi cuello y no resistí la risotada que se formó a medida que me causaba cosquillas por todo el cuerpo dentro de aquella agua tibia que a medida que el tiempo transcurría se hacía cada vez más fría.
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- KIRAL -
Despedirme de ella no era fácil, no se sentía correcto y Alá sabía que no lo era. Subí al avión listo para irme, dejando una mitad de mi alma en esa tierra, sacudiendo la mano en dirección hacia mí y acompañada de Romeo y Eron quienes sostenían sus armas en las manos como les ordené.
Era imposible ser de el todo sincero con mi esposa, porque aunque la amara y confiara al cien por ciento en Clara no sabía hasta qué punto podía embarrarla con las suciedades que no me pertenecían pero que amenazaban con arroparme.
Revisé los documentos en mi teléfono una vez más, no había errores. Un gran desfalco estaba ocurriendo y tenía que rezarle a todos los dioses de el universo para tener paciencia y no matar con mis propias manos a mi madrastra quien no cabe duda está involucrada en todas mis actuales desgracias.
Respiré hondo. ¿Cómo mi padre se dejó envolver por ella? ¿Cómo fue tan débil mentalmente, un hombre tan centrado y correcto cómo él?
Todos tenemos un lado blando, eso estaba muy claro.
Si el gobierno se daba cuenta probablemente el que resultara apresado sería yo. ¿Y qué ocurriría con mi familia, con los niños que cumplen con sus deberes escolares y que confían en mí para construir su futuro? ¿Qué pasaría con mi mujer, con Clara quien seguramente no se volvería a acercar a mí ni siquiera para darme la oportunidad de explicarle mi poca participación en todo eso?
No, estar preso no era una opción, por eso volvía a mi tierra, era un deber y una responsabilidad que tenía que lidiar solo.
Miré al cielo azulado rezándole a Alá para que el traslado de Madira a casa no fuera mal manejado.