El juego de Jessy

3. De cómo averigüé su nombre.

No sé por qué me deprimí tanto, si en realidad Belu no era mi amiga, para ella, yo no era más que una suplente necesaria, un objeto como lo eran todos los demás, a pesar de eso me dolía su muerte, su vida había quedado truncada. De un momento para el otro, ella ya no estaba. Jamás la volvería a ver.

Toda la escuela estaba consternada, suspendieron las clases un par de días, esa fue la primera vez que el director mencionó mi nombre delante de todos, como si el fallecimiento de Belu les hiciera recordar mi triste existencia.

Me llamaron la mejor amiga que tuvo ella, tal vez de alguna forma era cierto, a pesar de que siempre estaba rodeada de personas, al final nadie se quedaba con ella.

Esa noche mi amiga Andy vino a verme, me contó los pormenores de accidente.

—Hasta donde sé, se tenía que juntar a la medianoche con los de siempre, ya sabes, el grupo de Lore…

Belu me lo había mencionado, pero entonces, qué iba a saber yo que sería la última vez que la vería.

— Dice que como siempre tardaba se fueron sin esperarla, pensaban que luego les daría alcance pero nunca lo hizo, sabes que suele hacer esas cosas por eso nadie se preocupó…

El corazón me dolía.

—Cuando Lore volvió a su casa, tenía al teléfono al padre de Belu. Luego comenzó a llamar a cada uno de nosotros… Nadie sabía nada.

Andy torció los labios, tenía unas ojeras profundas.

—El señor Martínez dio parte a la policía temiendo que se trate de un secuestro. Sólo después de poner al tanto a los hospitales y a la morgue, recibió la noticia…

Andy me miró un segundo y bajó la mirada.

—Tenían un registro de accidente de coche, y los datos coincidían con el carro de Belu. Había fallecido casi al instante, en el vuelco de campana. El informe dice que iba a más de ciento cincuenta por minuto. Todo esto me lo dijo mi tío, es información real.

En la escuela pensaron que yo necesitaba más tiempo que el resto de mis compañeros, y me dieron una semana libre para reponerme, pero la verdad era que prefería asistir a clases.

—Esto es tonto, y no me ayuda…

Mamá logró convencerme de que lo mejor era quedarme en casa, solo por eso estaba encerrada en mi cuarto. Aburrida y triste, pensaba en la muerte. No tenía ganas de nada.

Solo por desidia encendí mi notebook, y entonces lo descubrí.

Belu había dejado su correo, sus chats y todas sus r************* abiertas. Tenía acceso directo, prácticamente a su vida.

Me detuve por un instante ante el descubrimiento, no estaba segura de lo que debía o realmente quería hacer, me sentía ansiosa, un tanto culpable, pero el bichito de la curiosidad ya había entrado en mí, y empecé a curiosear.

Al abrir sus chats, me llevé una sorpresa. Vi la foto del chico de ojos soñadores, entre sus contactos.

Su nombre era Lukas y estudiaba en Santa Fe.

Revisé todo el historial. Por lo visto, buscaba conversar con ella, pero siempre Belu, le dejaba en visto. Pasaba de él. Estaba claro que a ella no le interesaba en absoluto.

Yo estaba conmocionada, era como si tuviera en mi poder la llave de oro de un gran tesoro… revisé todo cuánto podía de la vida privada de Belu, de Lukas…

Luego de hacer eso, sentí que ya era mucho, que había sobrepasado el límite de su confianza al husmear en sus intimidades.

Dejé a un lado la notebook, sintiéndome un poco criminal, tenía los ojos cansados.

Al día siguiente, tenía el corazón agitado, sudaba. Aun sintiéndome mal por lo que había hecho, volví a la notebook, abrí las cuentas de Belu, por unos largos diez minutos no hice más que contemplar la imagen de Lukas. Releía su nombre sin saber realmente qué hacer.

De pronto llegó un mensaje a su chat. Aquello me desconcentró. Menuda sorpresa me llevé cuando vi que era él.

— ¡Hola!

Escribió junto a un emoji sonriente. Enseguida me di cuenta de algo importante: Lukas ignoraba que Belu ya no estaba más… que había fallecido.

Tenía que decírselo, pero… ¿por qué tenía que ser yo la que le diera la noticia?

Solté un pesado suspiro. Me limité a leer.

—Hola, ¿estás? Bueno, no te quito tiempo, que tengas buen día.

Sin pensarlo dos veces, me coloqué los anteojos y comencé a responder.

—Hola, no me quitas tiempo… —escribí, temblando por la emoción.

—Pensé que nunca contestarías.

— ¿Por qué?

—Nunca lo haces.

En ese instante mi corazón galopaba, iba a darme un ataque cardiaco.

—Soy una tonta —escribe con velocidad.

Estaba ansiosa.

—No, no lo eres.

— ¿Realmente lo crees?

—Estoy convencido de ello.

— ¿Cómo lo puedes estar? —le cuestioné, esta vez tardó en escribir.

—Porque te conozco. Sos divertida, inteligente, tu humor n***o me tiene loco… pero entiendo que no me creas, la mayoría de las personas ven lo externo, lo superficial, son realmente pocos los que pueden ver quién realmente sos.

—Y tú me viste a mí...

—Podría decirse.

Lukas era como yo me lo imaginaba, era un romántico, y de corazón noble. El corazón me latía fuertemente. Había olvidado que Lukas creía que chateaba con Belu. ¡Qué tonta era yo! por un instante había creído que me hablaba a mí, a mí, a la perdedora Jéssica, ¡era una decepción!

—Debo estudiar —escribí, dolida. Ya no quería seguir lastimándome.

—Entiendo, me gusta chatear con vos.

—A mí también —escribí sin saber qué más decirle.

—Entonces ¿no te molesta que te escribe seguido?

Era noble al preguntarlo. Me sentí fatal, por él.

—Para nada, hazlo, si vez que no estoy conectada, has como si estuviera, cuando lo vea, te respondo ¿ok?

— ¡Magnífico!

Se me ocurrió en ese instante y le escribí.

—Oye… antes ¿podés mandarme unas selfies?

Tardó nada y mandó varias fotos suyas. Tomadas en ese instante. Me salían las babas al ver lo hermoso y fotogénico que era. Estaba al borde del llanto por la puta vida que me tocó vivir.

Cuando volví a ver el chat, él ya se había desconectado.

Dejé a un lado la notebook, como si se tratara de un artefacto del mal. Me maldecía por dentro, por hacerme pasar por Belu y engañarle de esa forma. Pero… no podía negarlo, se sentía realmente bien siendo ella, al menos por un momento.

Tenía que terminar ya, en ese mismo momento. No volvería a abrir su correo, ni sus sociales. Era morboso, y sentía avergüenza por caer tan bajo.