Ezra
Conocer a la prometida de mi paciente me tiene inquieto, su cara de ángel enmarcado por sus cabellos de fuego son un contraste armonioso entre la inocencia y la perversión, sé que no es ético de mi parte pensar de esa forma, sin embargo, no puedo evitarlo y menos cuando sé que ella se estremeció al momento de unir nuestras manos. No quise seguir hacia el cuarto del señor Rodríguez porque sé perfectamente que ella se encuentra allí esperándolo, pero debo ir en cuanto atienda a otro paciente, tengo que colocar la primera dosis de quimioterapia y no podre ignorar la presencia de la señorita Bracamontes.
Sé que no es debido, pero deseo tanto que ocurra algo y ella pueda estar conmigo, va contra mi criterio y mi etiqueta desear a una mujer ajena y más cuando la vida de su pareja está
