Keziah
– Maestra – me saludó Saúl, secándose el sudor de su frente con su camiseta anudada a su frente.
– ¿Qué tal tu día?
– Hoy desayuné huevos con verdura.
– Me alegra oírlo, ¿Quién te invitó?
– Con los Muñoz, maestra, los colombianos. Su hija me invitó.
– ¿Te gusta verdad? Es la tercera vez que te invitan.
Se sonrojo, lo cual se me hizo super tierno, Saúl a pesar de la ropa usada que le da la comunidad, tiene un aspecto de 35, y tiene 28 años.
– Espero que tus intenciones sean nobles, ellos no te juzgarán Saúl, has hecho mucho por esta comunidad.
– ¿De verdad lo cree?, ella está ayudándome a leer y escribir.
Me alegraba que la comunidad lo acogiera como uno más, aunque a veces me incomodaba, el buscaba mi aprobación.
– Me alegra oír eso.
– Con el dinero que he ganado, me pagaré mis estudios, la señora Estela, me abrió una cuenta de banco a su nombre y ya me inscribió en clases. Todo se lo debo a usted.
Hablaba tan entusiasmado que era inevitable contagiarse con su alegría.
– Yo no hice nada.
– Claro que sí maestra, cambió mi vida… usted es un ángel guerrero.
Sus palabras me causaron una sensación familiar y no porque las escuchará a menudo, era por el tono que usaban, como si supiera secretos que yo no.
– No soy un ángel.
– Iré a limpiar el patio de los Anderson, últimamente andan muy cansados.
– Son ancianos.
– Recibo buena paga por hacerles la limpieza, arreglar sus cañerías y más.
Ladee la cabeza.
– ¿Cuánto te pagan?
– 100 DLLS.
Silve de la impresión.
– He intentado rechazar el dinero, pero se enojaban mucho, y para no ofenderlos, empecé a pagar cursos de electricidad, bomberos, primeros auxilios y comprarme ropa de trabajo.
Ahora que lo decía, era verdad, justo ahora llevaba un overol azul oscuro, botas de trabajo y se había cortado el pelo y las uñas.
– Tengo que dejarte, mis insoportables hermanos no tardarán en llegar de la escuela.
– La veo más tarde maestra.
– ¿Saúl? – pase por su lado con una inclinación de cabeza.
– Si maestra.
– ¿Por qué me llamas así?
“ Muy buena pregunta” me felicité internamente.
– Porque el día que la conocí, me dio una lección de vida.
– Pero si no hice nada.
– Solo un alfa es capaz de perdonar, curar y ser un ángel guerrero.
Sonreí ante el halago.
– No soy un ángel, deja de decirlo.
Su sonrisa se amplió y me saludó mientras me alejaba sacudiendo su mano.
………..
– ¡Kezi, Kezi! – me sequé las manos en el mandil y salí al encuentro de Tamara, mi hermana de ocho años. – ¡Saque 10, saque 10!
Brincaba entusiasmada enseñándome su boleta, entró mi padre Héctor de mal humor.
– Hola. – se sentó en la mesa y recostó su barbilla en sus manos entrelazadas – ¿Te pasa algo? ¿Malas notas?
– Para nada, al contrario de mi hermano, no hago un escándalo por mis calificaciones – respondió airosa.
– ¿Por qué estás de malas papá? – acaricio su cabeza y se aparta de mi tacto.
Conforme mis hermanos Tamara de 8 años y Thom de 8 igual, ya que son mellizos. Empezaron a desarrollar sus habilidades que se escapaban de su control, Tamara se lo toma con calma porque van y vienen, pero Thom se frustraba, sobre todo cuando su habilidad para leer mentes se estaba desarrollando, lo que lo ha obligado madurar mucho para su edad, pero hay días como hoy que estaba de malas.
– Los odio, Los odio, son hipócritas, mentirosos y traicioneros.
Entró Thom pisando fuerte y sentarse con enojo en la mesa junto a papá.
– Bueno, hijo, son humanos inmaduros, ya te lo había dicho.
– Que los ignore… pero es imposible papá, a veces no puedo controlarlo y me gana la curiosidad, es como estar en sintonía indeseada con sus mentes ¡Y son unos niños!
– Tu también lo eres – Intervine y me lanzó una mirada fulminante.
– Un niño a mi edad no debería leer mentes, a veces me cuesta mucho ignorar las respuestas del profesor en un examen.
– Pero tú no necesitas esas respuestas – dice mamá entrando ala Cocina – Eres muy inteligente.
– Más que el profesor – añadió Tamara – De hecho sería divertido que dieras las claves.
– No es divertido – refunfuño, tomo una manzana del frutero y se levantó – Me voy a mi habitación.
Acto seguido se fue.
– Deja de molestarlo – mamá reprendió a Tamara.
– ¿Por qué? – dijo con una sonrisa perversa – Por decir que es más inteligente que el profesor, de hecho en la escuela le dicen señor x.
– ¿Cómo los X- men? – añadí.
– Lo han estado molestando al respecto.
– ¿ Y por qué me lo dices hasta ahora? – mamá se cruza de brazos, papá se quedó perdido en sus pensamientos.
– Bueno, no ha pasado nada malo, el solo tiene que sacarles sus trapos sucios y eso los asusta lo suficiente para que lo dejen en paz.
– Ojalá eso siga funcionando.
– No lo admitirá, pero se que le gusta el apodo – Tomé una manzana – Voy hacer mis deberes.
– ¿Hija?
– Sí mamá – me colgué la mochila al hombro con inocencia.
– ¿Haces trampa en los exámenes?
– ¡Yooo! – finjo sentirme ofendida – Claro que no.
Enarco una ceja de “No te creo”
– Vale, vale, solo cuando quiero confirmar una respuesta y ayudar a mi mejor amiga.
– Cariño, que le ayudes a estudiar está bien, pero no está bien que hagas trampa.
– Mamá – suspire – Es mi única amiga, no me juzga por lo que soy, tiene la mente más pura de toda la escuela, que digo, de todo el pueblo.
– Toc, Toc, Toc, ¿Hay alguien en casa?
– Pasa Angela – Dijo mamá risueña.
– El tráfico está fatal – soltó su mochila en el suelo y se quitó su gorra.
– Hola Kezi.
– Hola amiga.
– ¡Thom ven a saludar a Ángela! – grito mamá acercándose a las escaleras.
– Perdón por la tardanza el bebé hizo de las suyas – el padre de Ángela entro con un porta bebé, seguido de su esposa.
La bebé estaba toda risueña y pataleando en su portabebé, con la boca llena de babas.
– Y ya tiene dientes – señale y me pongo a cortar verduras.
– Está con diarrea y su peluche no creo que sobreviva esta noche, por lo cual tengo planeado una escapada. – dijo Angela y me miró furtivamente.
– ¿Qué harás? – le preguntó mi madre.
– Su hija y yo iremos a Rumba esta noche.
– No puedo – revati.
– Claro que sí, ya contraté una niñera, que se quedará con los niños, mientras nuestros padres se ponen al día.
– Pero…
– No acepto un no por respuesta Kez, te la pasas encerrada aquí desde que nos conocimos, tienes 19 años, por dios.
– Angela yo.
– Pasaré por ti alas 8, los niños se quedarán en esta casa y la niñera vendrá una hora antes de irnos, a demás tenemos a nuestro soldado elite rondando por aquí, en serio, ¿Ese hombre no duerme o qué? No Sé cómo soporta tanto sin dormir.
– Angela – insistí.
– Deja de interrumpirme.
– Deja de balbucear.
– Pero aún así me quieres – rodeo la isleta y se colgó de mi cuello con ambas manos. – Por Favor di que si, yo cuidare de ti.
– Está bien, está bien, iré solo porque me has arrimado tus enormes tetas.
Ella se carcajea y se aparta de mí.
– ¿Si fueras lesbiana serías mi novia verdad?
– Soy tu novia cuando te conviene tonta – sonrió orgullosa y salió de la casa.
Sacudí la cabeza divertida, Angela era un espíritu libre, alma noble y muy sincera, nos conocimos en el instituto y desde entonces me ha arrastrado a cuánta fiesta de fraternidad y clubes, no éramos un pueblo grande, pero si lo suficiente para albergar, escuelas, clubes, bares, un extenso bosque, tener turistas que les encante el senderismo y escalar, una catedral antigua, casas viejisimas, aquí se han hecho grandes documentales y películas, por los paisajes y acantilados que hay en la zona Norware de Washington.
– Angela es una chantajista, no paró de insistir en que nos tomáramos unas copas de vino, incluso nos regaló un Merlot. – su mamá saca una botella de su bolso.
– ¡Te estoy oyendo! – grito desde afuera.
– Y no es mentira.
La hermanita de Ángela se talló su rostro, señal de que ya tenía sueño.
………..
El club estaba arrebatar de turistas y estudiantes, la música tronaban en los altavoces, Angela, Carolina, Soledad y sus sectas de amigas ya estaban algo achispadas, a diferencia de mi, que el alcohol parecía no hacerme ningún efecto.
– No sé cómo lo haces – grito Sol por encima del ruido – Estás intacta.
– Y tu algo achispadas.
– A eso venimos no.
– Carol y Mar, no han regresado de la barra.
– Seguro están ligando. – dijo Angela dando sorbitos así martini seco, quién era las más sobria de nosotras, aparte de mi.
Carol llegó con una sonrisita, hechando aire con las manos.
– No van a creer lo que acabo de ver – dijo sin dejar de habanicarse.
– ¿Piensas contarnos verdad?
– Tres dioses griegos, rosa está con uno de ellos, los tres son, nosé, intimidantes.
Finjio un escalofrío, pero sonrió con picardía.
– Se hoye caliente – esa fue Angela.
– No pueden ser tan bellos y cometer un delito contra naturaleza – revati y fui ignorada. – A de más a los hombres calientes no les gustan las preuniversitarias.
– Es ahí donde te equivocas amiga – dice Angela – Nosotras a diferencia de ti y Sol, ya vivimos la vida salvaje.
Carol se ahogó con su bebida intentando contener su risa.
– Nosotras ya experimentamos nuestra sexualidad, a pesar de ser virgen…
– ¡Cállate! – intente interrupirla pero no sé detuvo.
– Los hombres calientes no buscan un compromiso, solo un coño muy fojoso, ustedes son blancos fáciles por su inexperiencia, sin embargo nosotras lo tenemos todo, eso nos convierte en las candidatas perfectas para una noche salvaje, de sexo desenfrenado… ¿Dónde dices que están esos dioses?
Agarro a Carol del brazo casi dando saltitos de alegría y eso que no conocía a los tipos.
Carol y yo estallamos en carcajadas, aunque era divertido ver flirtear a Ángela, era de esas mujeres que no aceptaba un no por respuesta.
– Hora de bailar – dice Sol, toma mi mano y me arrastró con ella a la pista de baile, nos fuimos acercando, dejándonos guiar por el ritmo de la música, rosa se unió a nosotras con su vestido rojo, con un tipo alto que no distinguía por las luces y humo, sus cuerpos se rozaban al ritmo
de la música sin ser vulgares, las manos del hombre sujetaban sus caderas que parecía querer arrancarle el vestido, aleje mis ojos de la pareja y comencé a bailar junto a Sol, yo casi nunca las frecuentaba, era Angela que intentaba integrarme en su grupo de amigas, pero a pesar de sus hipocresías y malos pensamientos, eran divertidas.
Mi cuerpo era una mente propia, podía seguir cualquier ritmo, sin recordar cómo lo había aprendido antes, pero no me importaba, me gustaba y mucho.
La sensación del sudor, recorriendo mi frente, la sangre calentándose a cada movimiento, mis manos recorriendo mi cuerpo sin ser vulgar y mis terminaciones nerviosas brinbando al ritmo de la música.
El ritmo me calentó la piel, no hago movimientos vulgares, solo rítmicos y precisos, jugando con mis manos, piernas y cada paso, tocando mi cuerpo sin señalar ninguno de mis atributos, acariciándome las piernas y los hombros al ritmo del sonido, agachandome y asiendo una “S” con mi cuerpo.
– ¡Oh dios! – grita Angela – enséñame eso.
– ¿Qué cosa?
– eso que acabas de hacer.
– Lo intentaré, pero no sé que hice la verdad.
– No seas modesta – aplaudió encantada.
– Bueno, primero apoyó una pierna adelante y otra atrás, curvas tu cuerpo a la izquierda y derecha haciendo el trazo de una ese, es como te sientas más cómoda.
– Lo tengo, lo tengo.
– Vamos hacerlo juntas.
Y durante la siguiente hora creamos una coreografía casi perfecta.
Y derrepente un escalofrío me heló la sangre, podía sentirlo, alguien mirándome, busque entre las sombras sin distinguir a nadie. Mire a Carol que se cubría el rostro con un gesto de sorpresa, mire hacia donde ella observaba y mire bailar a Sol con el hombre más guapo que he visto en mi vida, las palabras “Dios griego” le quedaban grandes.
– La han secuestrado. – dijo Carol,
– Quiero tomar algo – enrede su brazo con el mío y caminamos a la mesa, aún sentía que alguien me miraba, era como un picor en la nuca, como si me tocaran con la mirada, algo revoloteo en mi vientre y choqué contra la espalda de Carol, dejé de escudriñar a la gente y mire a Carol, que tenía la mandíbula tan abierta que parecía ridículo.
– ¿Qué te pasa? – parecía escandalizada y empezaba a preocuparme.
Señaló algo al frente y sonrió pícaramente, se giró hacia ami, me guiño un ojo y tomo su bebida de nuestra mesa en cuanto el mesero la dejo, seguí su mirada, para encontrarme con unos ojos oscuros, mis ojos recorrieron su rostro, su boca, su garganta, todo en descenso, el subir y bajar de su pecho, sus hombros fuertes, las venas de sus brazos, alto, torzo musculoso y bien formado, bíceps fuertes, subí mi mirada más arriba y descubrí una barbilla fuerte, la boca entre abierta y luego sus ojos, oscuros, llenos de brillo, luz y algo que no podía descifrar.
Me miraba como si algo nos uniera.
El se acercó entre la multitud y se paró unos centímetros de mi.
– Hola – saludé nerviosa, su boca se estiró en una sonrisa y dio un paso adelante casi invadiendo mi espacio personal, retrocedí algo mareada y tuve que sentarme en un banco.
Se acercó más, tanto como si fuera lo más natural del mundo, una de sus piernas se instaló entre las mías y acercó su rostro ami mejilla.
En primer lugar, nunca nadie había tenido tal osadía, al menos que yo recuerde, un calor cálido se instaló en mi vientre.
– ¿Quieres bailar? – mi cuerpo se calentó, como si tuviera calentura, su voz era suave y olía rico. Mi corazón latía suavemente, casi tenía miedo que dejara de latir. Mi mente dijo no, pero mi cuerpo respondió otra cosa.
– Claro – tome el control de mi misma, tomo mi mano sin pedirme permiso y tiro de mi ala pista. Nos adentramos entre los cuerpos tanto que tendríamos que estar muy cerca., yo estaba como hipnotizada, tiro de mi mano pegándome asu cuerpo, instintivamente rodee su cuello con mis manos, el al contrario, no se contuvo y acaricio mi rostro, mi cuello, mis hombros desnudos y bajo por mis brazos hasta rodear mi cintura, la música estaba en su máximo apogeo, sus manos no se movieron de mi espalda, solo me apretaba contra el, bailamos así durante casi una hora.
– Necesito refrescarme – dije tímida.
Fuimos ala barra con su mano en mi espalda, pidió una botella de agua y abriéndome la me la tendió, bebi hasta la mitad.
– Ahora vuelvo – acaricio su barbilla suave y firme, asintió y pidió su bebida al barman, me jire como zombi a los baños y espere mi turno.
Estaba frente al espejo refrescando me la frente y la nuca, cuando un olor poco peculiar estaba en mi, oli mi muñeca, y si, ahí estaba. Seque mi rostro, derrepente su cuerpo me acorraló contra el lavado, y Jadee del susto, sus manos habían estado quietas en el baile, pero aquí subian mi vestido.
– ¿Que estás haciendo? – dije deteniendo sus manos.
El expreso extrañesa, como si esperase que me dejara manosear por un extraño en un baño de una discoteca, algo en mi lo rechazaba, no sabía porque, si, lo deseaba, pero no podía permitirlo y eso de alguna manera me hizo sentir culpable.
– Lo siento – dijo con aflicción – Es solo que creí, que habíamos conectado.
– ¿Cómo te llamas?
– Soren.
– Lo siento Soren, pero no voy a costarme contigo en un baño público.
– Entonces, la posibilidad existe en un futuro – sonrió pícaro ante mi estupecfacion y después se carcajea.
– ¡Claro que no pervertido! – me puse roja. Se apartó de mi y aliso mi vestido con sus manos.
– Me portare bien, lo prometo.
Salimos del baño bajo la mirada de varias mujeres, el muy maldito había serrado con llave.