Capituló 9 parte 2
– ¡¿Qué haces? – chille temblando de ira.
Miguel – Si te sientas a mi lado atente a las consecuencias – miró a Gabriel brevemente y entonces lo entendí, quería provocarlo.
Gabriel – ¿Qué estás haciendo? – se puso de pié y miró a su hermano con tanto odio que me estremecí, apretaba los puños de sus manos, su cuerpo estaba tan tenso que me preocupe que le estallara una vena del brazo o de la cien. Yo solo quería apartarme un poco de Gabriel, no provocar un asesinato.
– No hizo nada – Dije volviendo a mi asiento, Gabriel no me creyó, seguía fulminando a sus hermano con la mirada, Miguel intentó tocarme de nuevo, esta vez intercepte su mano y la apreté con fuerza, haciéndolo retorcerse.
– Auch – dijo quedito y sonreí internamente – Eso duele.
Gabriel – No la toques – el gruñido de Gabriel hizo un repentino silencio y ni siquiera Jessica o Aiden intervinieron.
Solté su mano y él la puso sobre la mesa, bastante roja, pero no rota.
Miguel – ¿Por qué? A ella no le molesta – y para aclarar su punto tomo un mechón de mi cabello. – ¿Te hago daño, cariño?
– No, pero te agradecería que no invadas mi espacio o verás lo que un lobo es capaz de hacer.
– Claro – soltó mi cabello y sin dejar de provocarlo rodeo el respaldo de la silla, casi acariciándome con sus dedos.
Gabriel – Ya basta.
Cuando sentí sus dedos me tocaron, un escalofrío me recorrió erizandome la piel, no me gustó nada, estaba a punto de aplastarlo contra la pared cuando Gabriel se materializó entre nosotros, agarro de la chaqueta asu hermano, Jessica gritó poniéndose de pie, Aiden agarró a Gabriel de un brazo mientras yo lo tomaba del otro, pero no tiramos de él, estaba tenso de la ira, su cuerpo vibraba en oleadas de coraje.
Yo – Gabriel Suéltalo – suplique al ver el rostro pálido de Miguel, toda su chulería había desaparecido, me hizo caso y Miguel cayó al suelo con estrépito. – Estás loco ¿Qué te pasa?
– No quiero que te toque.
– Es enserio – gruñi de frustración – Estaba provocandote y tú caíste.
– El sabe lo que siento por ti, es vil y bajo de su parte provocarme usandote, tu no eres juego de nadie. – gruño temblando de ira.
– Pues eso no pareció importante cuando te fuiste al club, en vez de hablar conmigo – le ladre en respuesta. Él me miró suavizando su expresión – Sé que esto es muy retorcido y loco, y que hay cosas que no entiendo aún, pero no soy una posesión o vínculo, puedo decidir por mi misma.
– Déjalo que se desahogue Bella – Miguel se puso de pie apoyándose en mí, Gabriel no reaccionó de otra manera que no era golpeando a su propio hermano, Jessica y yo gritamos su nombre en protesta.
– Yo jamás le faltaría hermano – Le dijo limpiándose el labio sangrante.
– No vuelvas a usarla en mi contra Miguel, o me olvidaré que eres mi hermano.
Todos ahogamos una exclamación de sorpresa, incluida yo, di un paso frente a Gabriel y lo mire a los ojos. Miguel se hundió el rostro y salió del comedor.
– No tienes derecho sobre mi persona, mi cuerpo o mi alma, me pertenezco a mi misma y a nadie más, puedo librar mis propias batallas, te agradezco el gesto, pero tienes que entender que yo impongo mis límites no tu.
Me di media vuelta y lo dejé plantado en el comedor.
– Keziah ¿A dónde vas? – me exigió. No me volví, pero si conteste.
– Lejos de ti – Miguel camino a mi lado y salimos juntos de la casa.
Miguel – Deberías quedarte con tu novio. Tiene razón. Cometí un error.
Yo – Eso no lo justifica. Y no es mi novio.
En cuanto toque su hombro rodeo mi cintura y desaparecimos entrando a un bosque neblinoso, me soltó de inmediato dándome mi espacio.
Yo – Creo que empiezo a acostumbrarme …. ¿Dónde estamos?
Miguel – En mi cabaña.
Yo – ¿Porque me has traído aquí?
Miguel – Tu me has seguido – se limpio las botas en la entrada de la cabaña hecha de troncos de madera, picaporte y chimenea, era acogedora y térmica gracias a la chimenea encendida.
Yo – ¿Es tu casa?
Miguel – Nop, la encontré por casualidad – respondió con sarcasmo, levanté una ceja reprobatoriamente, suspiro – Si vivo aquí.
– Siempre eres tan grosero, lo de la mesa no estuvo bien. ¿Querías que te atacará?
– Si, siempre… Ahora estate calladita o te corro.
Rodeé los ojos y me senté junto a la chimenea, donde las llamas chasqueaba a ritmo de la brisa. Miguel me entregó una manta y una taza de chocolate.
Yo – Gracias.
El se sentó en su sillón frente a la chimenea y miró el fuego. Nos quedamos en silencio, pero era cómodo. Me agrada este silencio.
El saco un libro n***o sin portada, ni título escrito. Lo dejó sobre sus piernas.
Miguel – Victor jamás te vería como una propiedad, eres demasiado importante para él, para que seas un objeto o posesión. No intenta reclamarte ni marcarte como suya, es solo que, no está acostumbrado a alguien como tú – No me miraba, observaba el fuego, parecía que hablaba solo y no me atreví interrumpirlo – Se sabe que los lobos son territoriales, cada uno individual, pero juntos, siempre juntos como una manada sólida y fuerte, él es la fuerza de la naturaleza y tú una fuerza en sí misma, libre, sin ataduras, pero destinada a Víctor.
Yo – ¿Victor?
Miguel – Es su nombre favorito, Victor Gabriel Daza … No te desvíes, El jamás te forzará a nada, será lo que tú quieras de él, lo que necesites, pero entiende que puedes herirlo con tu rechazo, como vuestro vínculo, es igual al nuestro pero mucho más fuerte, ustedes si no encuentran pareja pueden vivir en la amargura, hasta morir de soledad, nosotros no, nosotros morimos de soledad, pero por dentro, desaparece todo rastro humano, de valores, de empatía hasta convertirnos en monstruos. A veces la muerte es mejor que eso.
Me estremecí solo de imaginarlo.
Yo – ¿Te está pasando?
Miguel – A veces creo que puedo perderme a mi mismo, pero se que mi ser está por ahí, lo siento, solo ella puede complementar me. Victor tuvo suerte de encontrarte, lleva soñando contigo por siglos, nunca se rindió, siempre te busco.
Yo – ¿Qué? – contuve el aliento.
Miguel – Él no quiere que lo sepas, pero te ha estado buscando, nunca había deseado nada en su vida, se limitaba a existir y obedecer, pero cuando te vio por primera vez en su mente. Fue tentado. Tu eres su prueba de cambio, por eso estás destinada a él. Así que no luches contra lo que sientes. Su lugar es pertenecerse eternamente.
Nos quedamos en silencio, mirando las llamas sin nada más que añadir. Miguel tomó su libro, lo abrió y comenzó a escribir. Así duró unos minutos hasta que solo por torturarlo pregunté.
Yo – ¿Qué tanto escribes? – No me contestó. – ¿Eso es un diario?
Exhaló un enorme suspiro de frustración y reí internamente, esto sería divertido.