Prólogo

930 Words
Keziah 1996 Alguna vez te has despertado de un sueño tan real y vivido, que no puedes saber si estás despierto o aún duermes. Si no lo has experimentado, yo puedo contarte que se siente, es un miedo constante de perder la cordura. Una ira irracional y miedo mezclado, qué el protagonista de mis pesadillas se materialize. Despertar cada noche bañada en sudor, a la misma hora, con el corazón queriendo salir de mi pecho. Pero sobre todo, miedo a olvidar a las únicas dos personas que dependen de mi. Y una incertidumbre de no saber cómo empezó todo. De no recordar absolutamente nada antes de ellos, y solo ser atormentada por esos sueños y su voz. Su voz alejándose, dejándome en un lugar vacío, muy dentro de mi, un dolor en el pecho y desolación. ¿Cómo es que he sobrevivido así? ¿Por qué no recuerdo nada? ¿Por qué no puedo deshacerme de este vacío doloroso? ¿Porque siento que algo me falta? Y las cosas extrañas que me sucedieron o que puedo hacerles a las personas, mi terapeuta dice que tengo el don de manipular, que por eso he salido airosa de algunas situaciones, qué soy una mujer inteligente, más que la mayoría y que quizá en mi pasado ejerció ese poder, ¿Porque nunca le pone nombre? Creo que él ni siquiera lo sabe, porque solo una vez me pidió que lo intentará, solo para experimentar lo que no entendía y ninguno de los dos tiene claro qué sucedió ese día, solo recordamos un destello blanco y muebles flotando y después, nada. – Hola Kezi – ese es mi nombre Keziah, pero me gusta que me digan kezi hoy en día, acordamos buscarme un nombre cada sesión, hasta que uno despertara un recuerdo, pero me sentía más cómoda con Keziah. – Hola Luis. – ¿Cómo te sientes hoy? – Igual que siempre – encogí mis hombros, tratando de no darle mucha importancia a mi situación. – ¿Ha pasado algo está semana? – Si. – ¿Quieres hablar de ello? – Si. – Te escucho entonces. – Estaba caminando por la sexta avenida, sin rumbo alguno, los niños estaban en la escuela, “estaba seguro de ello” y había cruzado la calle cuando sentí un tirón y me acorralaron contra una pared, un encapuchado puso su navaja en mi cuello, quería asaltarme, respire profundamente, varias veces, y use el tacto para apartarlo de mí, muy lentamente, tome la muñeca que sujetaba la navaja contra mi cuello, le mire a los ojos y le susurré que me soltara. – Supongo que lo hizo. – No solo eso, su mirada se dilató como en los otros, él no huyó, ni tuvo miedo, era como si algo se rompiera dentro de él, y se arrodilló llorando a mis piés, pidiendo mi perdón. – ¿Solo le tocaste la mano? – Al verlo tan afligido toque su cabeza y le dije todo estará bien, que podía ir a casa y lloró más fuerte argumentando que no tenía casa, ni nadie, “Maestra” – ¿Maestra? – Creo que no fue consciente de lo que dijo y aún así sigue llamándome maestra. – ¿Aún? – Se convirtió en el vigilante del pueblo y concretamente de mi casa, limpia mi césped, riega las plantas de mamá, aprende de carpintería y mecánica de papá. – ¿Lo consideras tu amigo, al que quiso asaltarte? – No lo considero un amigo, él se autonombró mi guardián. – Eso suena místico. – Uno de nuestros vecinos le dio un cuarto de su casa, ha evitado varios robos y secuestros, lo cual solo agrega otra incógnita a lo que puedo hacer. – Ya habíamos hablado de esto, en el pasado debiste ejercer una profesión similar, llamemoslo don, puedes hacerle creer lo que sea a las personas. – ¿Crees que soy una ilusionista? – Es lo más probable, me hiciste creer que todo flotaba a nuestro alrededor y borraste nuestra memoria ese día. Me levanté de mi asiento y mire a mi terapeuta, sentado en un sillón, con un block de notas en la mano, la rodilla cruzada sobre su pierna, como punto de apoyo. Vestido de pantalón caqui, camisa blanca lisa, corbata, los lentes en el puente de su nariz, analizaba las palabras de mi boca. – No estoy segura. – Bueno, lo veremos en la siguiente seción. – Creo que me gusta Keziah. – ¿Cómo Kazi? – Solo Kezi. – De acuerdo Kezi, te veo a la próxima, una cosa más, ¿ Trajiste tu diario? Tomo mi bolso y lo saque, entregandoselo, en cuanto nuestros dedos se tocan, recibo una lluvia de imágenes en mi mente, destellos de deseos prohibidos, miedos y mi rostro en sus sueños húmedos. – ¿Te encuentras bien? – Tengo que irme – colgué mi bolso al hombro y salí apresurada de su consultorio. Mientras caminaba rumbo a casa, pensaba en lo abrumadora que era mi situación, me preguntaba porque estaba tan obsesionada en saber de quién era la voz de mis sueños. ¿Cómo podía manipular a las personas? Estaba segura que podía hacerles creer cualquier cosa y hasta destrozarles la mente si quería. “Ilusionista” era lo más acertado que el doctor había llegado, pero no calmaba mi ansiedad, dudaba que existiera algo en el mundo que me explicará ¿Quién era yo? Tenía cuentas del banco a rebosar de dinero ¿Como lo obtuve? Una casa para mi familia. No tenía recuerdos de mi pasado, salvo los sueños recurrentes.
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