Esto no es una competencia

1378 Words
— Ahh —suspiré cayendo de espaldas a mí cama—Qué día… —dije estirando mis manos, para entonces posar mis ojos en mi anillo de matrimonio. Molesta, usé mi otra mano para quitármelo—. Mínimo en mis sueños merezco ser libre —dije jalando el anillo, sin embargo cuando estaba retirándolo, tocaron a mi puerta. — Ay no puede ser —exhalé rendida, regresando el anillo a su lugar—. Adelante Fred —le respondí al reconocer sus habituales tres golpes a la puerta. — Señora Lia, le traje su té con las tres cucharaditas de azúcar, así como a usted le gusta. — Gracias Fred, en realidad lo necesitaba —dije poniéndome de pie a lo que él esperó con su habitual calma. — La dejo a solas,par que pueda disfrutar de su bebida. — Está bien —le sonreí, tomando la taza me la llevé a los labios, pero un segundo después lo detuve—. Fred ¿Puedo hacerte una pregunta? Él se giró y con su amabilidad asintió. — Bueno —algo nerviosa miré mi taza, pero no me quedé con las ganas de saber—. Tú conoces a Jacob desde muchos tiempo atrás ¿Verdad? — Muchos años, señora. No tenía una idea exacta de cuánto ellos se conocían, pero no había que ser un genio para notar que Jacob confiaba ciegamente en Fred, y eso solo podía tener una explicación, el largo tiempo de leal servicio. — Y también sabes que entre él y yo no hay ningún tipo de empatía, ni nada que otras parejas hagan. — No creo que sea correcto meterme en esos asuntos. — Vamos Fred, todo mundo aquí lo sabe. Con sus más de cincuenta años, Fred pasó sus manos sobre sus cabellos oscuros perfectamente peinados, solo llevaba unas pocas canas que eran casi imperceptibles. Alto y delgado, se mostraba como todo un tipo de confianza y discreto. — ¿Qué desea saber exactamente, señora? — Verás —levanté la mirada— ¿Tu sabes que le ocurre realmente a Jacob? Es decir ¿Por qué siempre anda malhumorado especialmente conmigo? Desde el primer día se ha mostrado tan prepotente y ni decir del trabajo que con sus millones se cree el dueño del mundo. — El señor Jureck tiene un carácter complicado y fuerte, pero, usted tampoco se queda atrás. — Yo tengo motivos fuertes, además cuando llegué a esta casa vine con mi bandera blanca de paz, sin embargo, él empezó esta guerra. — ¿De esa manera ve su matrimonio, señora? — No, peor —respondí, bebiendo otro sorbo de mi té—. Ojalá pudiera retroceder el tiempo —murmuré con el error pesando en mi conciencia. — ¿Está segura señora? ¿Realmente el pasado fue mejor que el ahora? — ¿A qué te refieres? — Usted más que nadie sabe de lo que estoy hablando, con permiso —dejándome con esa incógnita, me dejó en mi habitación con la bebida en mis manos. Terminé de tomar mi té y tras pensarlo, me di cuenta que una vez más, Fred me había esquivando el tema, le iba a preguntar sobre Jacob, pero nuevamente estaba en el aire, sin respuestas, sin embargo, siendo sincera conmigo. Era mucho mejor así. Soy una mujer hecha y derecha que se esforzó por sobresalir en este mundo que en su mayoría son hombres. Nada que envidiar al déspota y despiadado que tengo como esposo. Cualquiera diría que mi matrimonio era feliz, y que mi marido estaba orgulloso por mis logros, todos suponían que estábamos en nuestro mejor momento. El tiempo perfecto para tener un bebé. Nada más alejado de la realidad, y sinceramente esa idea de algún momento formar una familia; estaba lejana. Soy joven, lo sé, de hecho tengo veintitrés años, con toda una vida por delante, pero después de estas dos grandes decepciones, solo puedo ver el mundo con ojos de negociante. No me veo como madre, ni cómo una esposa abnegada. — Dos decepciones… —musité—. Error tras error. Había quien decía que los que tenían suerte en el dinero, no lo eran en el amor, pues eso se aplicaba perfectamente en mí. — Basta, Lia —me recosté de espaldas—. Los hombres son solo unos idiotas, cada uno peor que el otro. Cerrando mis ojos, recordé ese tiempo en el que era una jovencita de veinte años a la que pedían en matrimonio. Pura dicha, festejo, saltos de alegría por doquier y un abrazo cargado de ternura a quien creí el amor de mi vida. Dereck, mi amado futuro esposo que trabajaba en la empresa "Lazzari" a quien no se le dudó en subir de cargo tras nuestro compromiso. Yo estaba por salir de la universidad y él; ejerciendo el puesto más alto en la empresa "Lazzari"que creaba fragancias femeninas. Teníamos el futuro seguro, o eso creí… El muy infeliz esperó hasta el día de la boda para llegar de la mano con su amante y humillarme delante de todos, no conforme con ello, se largo dejando a la empresa en bancarrota, de no haber sido por él… Ya no tenía caso. El error lo cometí yo al casarme por salvar a la empresa ¿¡Pero quién iba a decirme que este tipo era peor que el anterior!? Jureck, el hombre intachable, codiciado por féminas y hasta por hombres. Es mi marido, pero nadie lo conoce realmente ¿Por qué tuve que confiar en él? Dejarme cautivar por ese trato amable y tierno, cuando era peor que el demonio ¡Qué bien fingía! Señor Jureck ¿Amable? No, un ser despiadado. — En fin… Nada de lo que haga me puede interesar —dije en voz baja, levantándome para cambiar mi ropa, entonces, me observé en el espejo. Ahí había una mujer fuerte, que siendo la burla de los medios por ser abandonada en el altar, ahora era la mujer brillante e inteligente que había logrado las mejores campañas publicitarias de la empresa "Lazzari". — Lo has hecho bien Lia, lo has hecho muy bien —me dije, mientras iba quitándome el vestido. … Al día siguiente salí muy temprano de casa, estaba a sólo minutos de iniciar la junta directiva ¿Qué anunciaría Jacob? Lo que fuera, seguro había tenido mucho tiempo para pensarlo. Debo darle mérito que fuera de su arrogancia, había un hombre experto en negocios. En fin, algo de bueno tenía el sujeto. Bajé de mi auto dejándolo en el estacionamiento. Acomodando mi bolso en mi hombro, caminé con la total seguridad que me caracterizaba, sin embargo, al ir pasando, me encontré con que Jacob también iba llegando. No tardó en alcanzarme, pese a que apresuré el paso. — Creí que ya estabas en la sala —le comenté con burla por haberle ganado en llegar. — Aún es temprano —contestó con voz seca. — En todo caso mi auto es más veloz que el tuyo. — Saliste veinte minutos antes que yo, eso no te hace veloz, por el contrario te hace lenta, pues acabo de llegar casi al mismo tiempo que tu lo hiciste. Molesta, acomodé mi brazo para que el bolso no resbalara de mi hombro y me apresuré en correr a la entrada de la edificio. — ¿Qué crees que haces? Esta no es una competencia. — ¡Eso dices ahora! Pero sé que si llegas antes que yo te burlaras de mí. Cualquiera diría que yo estaba exagerando, pero no. Esto era cierto, y más de una vez ya había ocurrido. Pero por estar concentrada en llegar antes que él, no visualicé que otro auto llegaba por mi derecha, y yo seguí, fue muy tarde cuando él conductor hizo sonar su bocina y lo único que pensé fue "Va a doler" De pronto, mi bolso como un maletín con papeles cayeron al suelo, las hojas quedaron regadas y mi respiración acelerada se agitaba en el pecho fuerte de un hombre que me tenía abrazada fuertemente de la cintura. ¿Quién era este sujeto? El hombre que con su mirada me decía "Muérete" pero que con sus manos me protegía como un cristal a punto de quebrarse. Así es, hablo de Jacob.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD