C A P Í T U L O 1.

1192 Words
Tenía 8 años cuando mis padres me habían dicho que nos mudaríamos a un pueblo muy muy lejos. La ciudad les tenía hartos del bullicio y el ajetreo, por eso y de acuerdo con ellos, acepté. No es como que yo tuviera mucho que decir, quería algo cómodo e ir al pequeño pueblo donde había nacido y crecido mi padre era buena idea. Los árboles, el aire fresco y los pájaros era hermoso, y yo con mi libro de dibujos lo copiaba, bueno; una niña de 8 años difícilmente sabía cómo hacer un pájaro o árboles, y yo estaba conforme con eso. Desorientada había despertado; era de tarde y mi madre me había animado a ver a los nuevos vecinos. Arreglé mi vestido rosa y acomodé mis lindas colas. Tomé la mano de mi madre cuando nos dirigimos al patio trasero de una casa pintada de azul y detalles blancos. Mi madre había saludado a una pareja. Al parecer se conocían ya desde hace mucho tiempo. Había saludado cortésmente, alagada por mis impecables modales. —¿Cómo te llamas nena?—. La señora había preguntado. —Emma, tengo 8 años. Mucho gusto señora Dustin. — Sonreí. —Jenny que preciosa niña tienes, y que modales.— Mi madre había sonreído. —Lo sé. Emma es un encanto.— Los adultos habían asentido estando de acuerdo. —Pequeña, allá están mis hijos, ¿por qué no vas a jugar con ellos?— El señor Dustin se había puesto a mi altura para hablarme. — Solo ten cuidado, ellos suelen jugar algo...rudo.— Asentí. —Lo tomare en cuenta, permiso.—Susurré y camine más adelante, dejando que mi madre y sus amigos hablarán en paz. No muy lejos pude ver a dos niños y una niña jugar con lo que parecía ser un perro de esos con mucho pelo, correr para buscar una pelota. Estaba distraída observando en silencio como corrían los niños hasta que... — ¡Boom! — Dí unos saltitos atrás. Un chillido se escapó de los labios.- —¿Qué? ¿Estás demente?— Había apretado los labios. — Oh, sí hablas. ¡Hanna, Lucas, vengan! ¡Sí habla!— Gritó el niño delante de mí. —¿Seguro? Desde que llegó no dijo nada de nada.— Una niña, la cual suponía era la tal Hanna. Otro niño quien debía ser Lucas también. — No sean así.— Los regañó. —Hola y disculpa a mis hermanos. Yo soy Lucas, ella es Hanna y él es Liam. ¿Cómo te llamas?.— Me había sonreído de manera agradable. —Emma. —Respondí fuerte y claro, sin dejar de abrazar mi peluche contra mi pecho. —¡Encantada, Emma! ¡Seamos mejores amigas! —Hanna había saltado y retrocedí dos pasos. —Mmhg...bueno. —Me encogí de hombros. Lo raro era que ése niño Liam no dejaba de verme fijamente, ¿acaso tenia algo en la cara?. —Bien, como somos mejores amigas, podemos hacer equipo contra ellos. —Asentí despacio. —¿Qué se supone que jugaremos?.— Pregunté desorientada. —Niños contra niñas, dah. —Había respondido obvio el tal Liam. Acepté y jugábamos a lo que ellos dijeron siempre. Mientras ordenaban mi habitación, fue divertido y todos los días sin falta iba a la casa de los vecinos a jugar o ellos venían a mi casa. Pero una tarde de verano mientras nuestros padres hablaban, me había hartado de jugar a esos juegos rudos a los que estaban acostumbrados. En uno de ellos habíamos terminado todos mojados por culpa de Liam. Luego Liam tuvo la grandiosa idea de intervenir mientras Hanna y yo jugábamos a la cocina. Y el pastel de lodo había terminado en todos lados, en nuestra ropa y cara. En venganza, mientras Liam dormía lo había pintado todo, usando el maquillaje de nuestras madres. Obvio no le gustó y no se quedó ahí. Al día siguiente mi oso de peluche estaba sin cabeza en las manos de un Liam con sonrisa cínica, todo porque no había aceptado ser su esposa mientras jugábamos a los policías y ladrones. No quería ser la esposa de un ladrón o de Liam. Hoy era uno de esos días en los que jugábamos, pero ya estaba fastidiada. —¿No podríamos jugar algo menos rudo? Mmhg, ¿a la casa? —Sonreí sugiriendo la idea. —Oh, no había pensado en eso. —Susurró Hanna. —Supongo que no es malo. La mayor parte del tiempo jugamos a los vaqueros e indios, policías y ladrones...juegos de niños. —Se encogió de hombros Lucas. —Está bien, jugaremos con la condición de que tú, Emma —me apuntó —, seas mi esposa. — Sonrió Liam. —¡¿Que?! ¡No!, que Lucas sea mi esposo. —Liam le había dado una mirada mortal a su hermano. —¡Entonces no juego! —Gritó. —¿Por qué Lucas debe ser tu esposo?. —Se quejó. —Porque Lucas no es un salvaje como tú. —Le acusé con mi dedo. —¿Salvaje yo?. —Puso los ojos en blanco. —No soy ningún salvaje, señorita perfecta. —Le saque la lengua. —Eh... Yo seré el cartero. —Lucas levantó los brazos. —Y yo seré la que vende pasteles. —Hanna había dado unos pasos atrás. —Liam también debe de jugar, no podemos dejarlo fuera, Emma. —Lucas como era mayor que todos trataba de poner la paz. —¡Pero yo no quiero ser su esposa! —Me queje. —¡Lástima! —Sonrió victorioso. —Serás mi esposa y nada está a discusión. —Gruñí. —Entonces mi oso de peluche será nuestro hijo. —La sonrisa de Liam se había borrado de su rostro. —No quiero como hijo a un estúpido oso. —Dijo cruzando de brazos. —Entonces tampoco tendrás esposa. —Sonreí, no sabía que tenía ese niño en contra de mi oso. —¡Esta bien!...Aahg.—Reí en victoria. —Cárgalo. —Demandé llevando el oso adelante. —Ni loco. —Se negó y rodé los ojos. —Entonces no jugaré. —Apreté mis labios. —Liam... —Suspiró Hanna. —Hanna, no tocaré eso. —Habló como si fuera una peste o algo. —Si no lo haces, entonces Emma no jugará. —Asentí. —Pero... —Por favor, empecemos ya. —Insistió Lucas.- Al final, aunque al salvaje no le pareciera, tuvo que sostener a mi preciado peluche. El juego era tranquilo, aunque claro que me desagrado el hecho de que fuera esposa del salvaje de Liam. El juego iba bien, por una vez no tenía que correr, golpear a alguien, empujar o esconderme; pero como Liam y yo no podíamos estar en paz le había dicho que besara a nuestro "hijo" y se negó rotundamente. Incluso cuando le había insistido. —Bésalo. —Había dicho.  —No. —Respondió el odioso de Liam. —Hazlo. —Extendí al peluche. —Te dije que no. —Volvió a negarse. —Esa cosa es horrible, yo no tendré hijos tan horribles como ese oso. —Bufó, entonces lloré. Claro que lo hice. Fingí llorar y Liam me había mirado alarmado. Cuando intentó acercarse me había girado. Mientras Liam pensaba que yo lloraba en realidad tenía una gran sonrisa en mi cara. —No llores, no llores. —Suplicó. —Lo haré, pero por amor a dios deja de llorar, Emma. —Y como arte de magia dejé de "llorar". —Dios. —Suspiró resignado. "Limpié" las lagrimas que estaban en mi rostro y extendí el peluche hacia Liam. Este miró el peluche y besó su cabeza, luego limpió su boca haciendo una mueca. —Lo besaste. —Liam asintió. —¡Caíste, caíste! —Celebré. —¡Me engañasté! —Acusó y yo asentí. —Exacto. —Sonreí victoriosa. —Esta me la pagas. —Mi celebración paró y entonces vi la cara de Liam, la cual estaba fruncida. —Eh... —Retrocedí unos pasos. —Se quedará sin cabeza. —Cuando había terminado de decir eso me eché a correr y Liam iba detrás de mí. Esa tarde en cuestión como había dicho Liam, mi preciado oso de peluche terminó sin cabeza y yo de verdad había terminado llorando, mientras que él se llevó una reprimenda de sus padres. Sabía que sólo el principio de la guerra.    
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD