AZURA
La risa resonaba en mis oídos, pero no hay nada divertido en ella.
—Adelante.
—Oh, ¿qué pasa? ¿eres demasiado débil?
—Se supone que eres la mujer del jefe, ¿no puedes hacerlo?
Me paralicé, parado entre mi novio y sus hombres, torturaban a alguien que ni siquiera reconozco en su forma de lobo; pero qué más da, esto es habitual para ellos. Siempre intenté ignorar sus métodos y mantenerme al margen de sus asuntos. Intenté enfocarme en lo bueno de él en lugar de eso, pero hoy, esperan que participe en sus juegos enfermos.
No quería hacer esto.
Mirando la masa ensangrentada en el suelo, mi estómago se revolvió. Esto no debía suceder.
—Solo aprieta el gatillo. —Su voz carecía de emociones, sus ojos turbios y fríos se encontraron con los míos mientras me extendía la pistola.
—Yo... No estoy tan segura de esto. Esto no es lo que me dijiste —respondí calmadamente a pesar de cómo mi estómago se retorcía de nervios.
—¿Ni siquiera por mí, mi pequeña mascota? —Él inclinó su cabeza, mirándome, mientras el resto de sus amigos me alentaban.
Miré la pistola, intentando recordar cómo llegué hasta aquí. Pero no sé cuándo caí en esta relación tóxica. No soy alguien que necesita compasión, nunca fui alguien que no pudiera dormir por culpa de mis demonios.
Siempre fui despreocupada, sin preocupaciones y salvaje. Me encantaba divertirme, enamorarme de los chicos guapos de mi clase o cualquier Alfa atractivo que se cruzara en mi camino. Pero ahora... Me encuentro dando vueltas en la cama, tratando de alejar las pesadillas en las que mi supuesto novio me ha involucrado.
—Por favor, vamos, olvidemos esto. — Intenté quitarle importancia envolviendo mis brazos alrededor de su cuello y esperando que escuche.
Su aroma llenó mi nariz, mezclado con el olor de cigarrillos y drogas. Sus manos acariciaron mi cintura y traté de recordar al hombre de quien me había enamorado.
¿A dónde ha ido?
—¿Olvidar qué? Oh sí, ¿olvidar lo que te llamó? Permíteme reformularlo, pequeña mascota, ¿no quieres ser un marginado? ¿El extraño, el diferente, el monstruo? —Su tono era una fría burla, mientras sus ojos quemaban los míos.
Monstruo.
Mi corazón palpitaba mientras miraba al lobo ensangrentado en el suelo.
No era un monstruo.
Soy Azura Rayne Westwood, hija del anterior Alfa de la Manada Luna de Sangre. Aunque fui una niña nacida de una manera que desafió las leyes mismas de la naturaleza, no soy un monstruo.
Debería estar muerta, pero no lo estoy.
—Monstruo. Monstruo. Monstruo. —Sus hombres comenzaban a cantar, haciendo que la ira crezca dentro de mí. Él sonreía, sabiendo que me estaba afectando, haciendo que me alejara de su abrazo.
Mi corazón palpitaba violentamente mientras arrebataba el arma de su mano.
Recordaba cuando era niña, no entendía por qué me despreciaban. A veces había niños en la Manada susurrando a mis espaldas, pero no se atrevían a hacerme nada porque yo era la hija de su Alfa. Además, no era alguien con quien meterse, siempre hacía sufrir a cualquiera que intentara lastimarme o lastimar a quienes amaba.
Sin embargo, había un nombre que nunca me abandonó: el Monstruo.
—Hazlo.
Miré a mi novio, él sabía que odiaba ese término, pero aún lo usa... Es mi culpa, fui lo bastante ciega como para contarle mis secretos más oscuros.
—Está bien —dije mientras me volteaba, pretendiendo hacer su voluntad y levantando el arma.
¿Qué debía hacer?
—Dispárale, cariño. —Su voz tranquila, llena de una advertencia mortal, vino desde detrás de mí.
Mi mano temblaba mientras observaba al lobo que gemía en el suelo.
Su respiración era tan débil...
Ninguna cantidad de lógica hacía esto aceptable.
No iba a hacer esto, pero la tentación de darme la vuelta y dispararle a mi supuesto novio en su lugar me tentaba.
Bajé mi arma, la risa se desvaneció mientras un tenso silencio caía por mi acto de desobediencia.
—No voy a… —Gemí cuando algo me golpeó por detrás, haciéndome jalar accidentalmente el gatillo, el cuerpo en el suelo tembló antes de quedarse inmóvil.
—¡No! —grité, soltando el arma, mientras corría hacia el lado del lobo.
No, no, no.
La risa me seguía mientras lo miraba, no podía sentir sus latidos, pero ni siquiera cambiaba a su forma humana. Lo que sea que contenían esas balas, era mortal, tan rápido que ni siquiera pudo volver a su forma humana.
—¿Por qué, Judah? —grité.
El silencio caía mientras fulminaba con la mirada al hombre que estaba allí de pie, sus ojos fríos puestos en mí. Aunque no dijo nada, la ira en sus ojos hacía que mi sangre se enfriara. Odiaba que le falten el respeto.
—No me hables así —susurró amenazadoramente mientras se acercaba a mí. Agarró un puñado de la sangrienta piel del lobo, levantó su cuerpo del suelo de un solo movimiento—. Tú hiciste esto. —Con esas palabras, lanzó el cuerpo pesado del lobo muerto sobre mí, el peso aplastó mis piernas.
—¿Sientes pena por él? ¡Aquí, cuídalo! — gruñó mientras lo miraba fijamente. Mi rabia crecía mientras intentaba apartar el cuerpo del lobo de encima de mí—. ¿Quién te dijo que puedes levantarte, mi mascota?
—¡Esto no es un chiste! Estoy cansada de ti y tus formas enfermas —dije resentida.
No es diferente a los demás, es peor. Sus ojos se oscurecieron y agarró un puñado de mi cabello.
—Oh, no hemos terminado hasta que yo diga —dijo amenazadoramente.
—No me posees, ¡y no soy tu mascota! — Siseó, mirándolo desafiante.
Simplemente se ríe a carcajadas, como si mis palabras infantiles le divirtieran, pero yo sé mejor. Está más que enfadado; acabo de faltarle el respeto delante de sus hombres. No perdonará eso.
—Sí, lo haré. He terminado contigo — dije, mi corazón latiendo de rabia.
Él tira violentamente mi cabeza hacia atrás y con la mano con la que agarró al lobo, frota la sangre sobre mi rostro bruscamente, antes de empujarme con fuerza al suelo.
—Creo que es hora de mostrarte exactamente a quién perteneces —dije mientras me golpea en la cara, oscureciendo mi visión.
***
Me incorporo bruscamente en la cama, todo mi cuerpo está empapado de sudor mientras los recuerdos de esa noche llenan mi mente una vez más. Mi corazón palpita violentamente mientras miro a mi alrededor, y me toma algunos momentos darme cuenta de que estoy en mi habitación. A salvo.
Tomando un aliento tembloroso, me levanto de la cama y camino hacia el baño contiguo, salpicando mi cara con agua.
Ha pasado un año desde que me alejé de mi tóxico ex, un año desde que pensé que había terminado con él para siempre. Hasta hace dos días, cuando recibí un video de esa noche junto con el mensaje:
Recuerda que sé lo que hiciste.
Mi estómago se contrae, sintiendo náuseas mientras las palabras resuenan en mi cabeza.
Cierro la llave y respiro hondo, regresando a mi habitación.
Aquí estoy a salvo... ¿verdad?
No importa cuántas veces lo piense, no sé cómo me involucré con él.
Lo peor es que si mis padres lo supieran, estarían más que decepcionados de mí, y lo que más odio es defraudarlos.
Aunque mis padres ya no sean los Alfas y mi hermano los haya reemplazado, aún son muy respetados, su reputación es conocida en todo el país y papá es parte del Consejo del Rey Alfa. También es uno de los Once Élite, un título que se le ha otorgado de manera extraoficial a la selección de los Alfas más poderosos de nuestro tiempo, y aquí estoy empeorando las cosas para ellos.
Desearía no haberlo conocido y desearía poder retroceder en el tiempo. Miro el reloj y me doy cuenta de que son las cinco de la mañana.
Debería intentar descansar. Apago la lámpara justo cuando mi teléfono emite un sonido.
Tensándome, frunzo el ceño mientras miro el elegante dispositivo. Tomando una respiración profunda, lo desbloqueo y leo el mensaje.
¿No puedes dormir? Bueno, te daré algo más en qué pensar. Regresa conmigo o creo que a tu familia le encantaría ver todos esos videos. ¿Quieres que vean exactamente lo PERVERTIDA que puede ser su niñita?
Sé a qué otros videos se refiere y me hace sentir enferma.
Instintivamente, me cubro la boca, mi estómago se retuerce mientras miro hacia mi ventana.
Él me está observando.
Me acerco a la ventana y miro afuera. Mi corazón late mientras escaneo la oscuridad exterior.
Nada.
No puedo ver nada fuera de lo común.
¿Solo está jugando conmigo?
Mi teléfono vuelve a sonar y bajo la mirada hacia el nuevo mensaje que aparece en la pantalla, un mensaje que hace que se me hiela la sangre.
Aún veo que duermes en ropa interior.