Otra vez la castaña se despertó sola. La diferencia en esa mañana es que le faltaba toda la parte superior de su ropa, estaba tapada con demasiadas mantas y ese olor a lobo la calmaba a niveles increíbles. Se levantó con pereza y caminó hacia la cocina. Otra vez un desayuno completo estaba esperando por ella, listo para calentarle el cuerpo y el alma. Terminada la comida, tomó su celular que no había dejado de vibrar desde que despertó. Leyó varios mensajes de su hermana que contenían distintas recomendaciones de cuidados, uno de los ancianos y sonrió al imaginarse cuánto tiempo les debía haber llevado redactarlo, los llamaría para asegurarles que todo estaba bien. Arton preguntó por su salud y finalmente él. Él, con su distancia extraña y dos cortas palabras, logró que su corazón latier