Rodrigo condujo al recién llegado hasta donde se encontraba la joven. ―Este caballero te busca ―le indicó a la joven. ―¿Quién es usted? No lo conozco. ―No, y debo admitir que eres diferente a como te imaginé. ―¿Cómo que me imaginó? ¿Quién es usted? ―interrogó incómoda. ―Te imaginé más parecida a tu madre, pero no. A tu padre... ―Claro, si lo hubiese conocido, sabría si me parezco a él o no. Sé que no me parecía a mi mamá. ―Tienes sus rasgos. ―¿Quién es usted? ¿Desde cuándo conocía a mi papá y a mi mamá? ―Desde siempre. ―¿Quién es usted? ―Mi nombre es Enrique Subercaseaux. Si esperaba alguna reacción de la joven, no la obtuvo, al parecer, aparte de la coincidencia de apellidos, no le llamó la atención el nombre del anciano. ―¿Tu madre no te habló de mí? ―No. Apenas