CAPÍTULO CINCO El Santísimo y Supremo Ra estaba sentado en su trono dorado en la capital, en el centro de Andros, y miraba hacia la cámara llena con sus generales, esclavos y suplicantes, mientras frotaba las manos en los brazos del trono ardiendo de rabia con insatisfacción. Sabía que debía sentirse satisfecho y victorioso después de todo lo que había conseguido. Después de todo, Escalon había sido el último bastión de libertad en el mundo, el último lugar en su imperio que no estaba en completa subyugación y, en los últimos días, había logrado que sus fuerzas pasaran por una de las rutas más famosas de todos los tiempos. Cerró los ojos y sonrió al recordar pasar por la Puerta del Sur sin ningún impedimento, arrasar con las ciudades del sur de Escalon, y crear un trayecto al norte hasta