Un domingo de piscina… Deseaba agarrar un poco de sol porque ya nos hacía falta, estábamos acostumbradas a el caldero hirviente de Caracas y cada quince días se podía ir a la playa para mantener el bronceado. Pero aquí no nos sacábamos los guantes, suéteres, gorros por el frío de la temporada. Entonces nos levantamos muy temprano y agarramos un bus para llegar hasta el Vigía donde habían hermosas piscinas y el clima es más cálido. Para desayunar compramos unas empanadas de pollo en el terminal porque no nos dió chance de comer algo mejor. Y un juguito pequeño. Cuando las probamos estaban bastante saladas pero teníamos hambre así que no le hicimos el feo. Por el camino la sal empezó a hacer su trabajo y la sed que llevábamos era demasiada. Apenas nos bajamos del bus, en uno de lo