Aún seguía con el faraón en aquella tarde, seguía sin saber que tema sacar hasta que me dijo tomando mi mano nuevamente: – Dime querida… ¿Deseas algo? – preguntó. – No deseo nada, pero gracias por su consideración. – Vamos… seguramente quieres algo y yo dentro de lo que pueda te lo cumpliré. La verdad lo que quería era que me dejara libre, pero ese era un deseo que no iba a cumplir por mucho que lo quisiera. Así que se me ocurrió decirle algo que sí podía cumplir, luego de que me insistió tanto. – Ya que tanto insistes, quiero tener un recinto con cabras. Tal vez para una persona de bajos recursos esto era mucho trabajo, pero para él que lo tenía todo no costaría tanto. Cuando le dije esto me miró confundido: – ¿Para qué quieres tener un recinto con cabras? – Su leche es muy buen