Capítulo 1 Completo
En el cementerio hacia demasiado frío, por eso mismo me había puesto un suéter de lana y un gran abrigo. En realidad, no quería salir afuera de mi casa, mucho menos de mi habitación, estaba bastante cómoda debajo de mis mantas cuando mi madre llegó. Según ella se trataba de un día especial, y me obligó a llevar una vela azul bastante grande. Mis dos hermanos menores iban detrás de mí en la caminata, todos fuimos ácaros de la cama en medio de la noche, incluso mi abuela que era bastante mayor. Sin embargo, no había forma de quejarse o al menos eso es lo que todos creían, la verdad es que no había forma de saltarse todo el asunto. Porque si hablábamos sobre quejarse, ese era mi talento especial en la familia, tanto que mi madre decía que hasta el diablo me enviaría de vuelta si me abandonaran en el infierno con él. Mi madre era una exagerada que le gustaba molestarnos a todos en las noches, siempre nos sacaba de la nada a un paseo nocturno que nos ponía a todos nerviosos. Vivíamos detrás del cementerio más grande de la ciudad, nuestra familia había vivido allí por mucho tiempo, algunos decían que nuestra casa había sido construida incluso antes de que el cementerio fuera puesto allí, por eso era considerada casi que un patrimonio para la ciudad.
Pero, en realidad nuestra casa fue construida un poco después, todo ocurrió cuando los terrenos alrededor del nuevo cementerio bajaron de precio, porque nadie quería vivir allí. Nuestro tatara abuelo no pensaba de ese modo, él quería un lugar para establecerse sin importar donde fuera. Así se empezó la construcción y obtuvimos tierras para sembrar alimentos también, la familia empezó a obtener más riqueza, hasta que una casa de juegos se instaló bastante cerca. Nadie sabe cómo pasó exactamente, pero a los hombres que iban a la casa de juegos les gustaba experimentar todo tipo de juegos diferentes para no aburrirse, y un día el juego fue a otro nivel cuando realizaban sus actividades en el cementerio.
—Tenemos que encender todas las velas del cementerio esta noche —dijo mi madre, y todos la miramos.
—¿Por qué deberíamos hacer eso? Me parece que la luna ya ilumina lo suficiente —le señalé y ella me ignoró.
—Está noche van a venir muchas almas y es mejor que puedan ver a dónde van —continuó con su discurso.
—Ya están muertos, no creo que tengan tan mala visión como nosotros los vivo, no te preocupes tanto —le dije y di media vuelta para volver a casa.
—¿Quieres que te preste aquella falda que me pediste? —preguntó mi madre y me detuve, ella realmente sabía cómo negociar conmigo, de eso estaba segura.
—¿Por dónde empezamos? —le pregunté, y mi hermano me miró como si fuera una gran traidora; pero le había insistido a mi madre por aquella falda toda la semana y me ignoró por completo, incluso la cambió de lugar para que no la tomara sin permiso.
Entonces, fuimos a las paredes del cementerio que servían para delimitar el área, cada diez metros tenía una especie de farolilla para situar las velas y así iluminar mejor el lugar. Agradecí que aún no era tiempo de cambiar las velas, porque eso podría tomar mucho más tiempo, y necesitaba dormir esa noche más que nunca. Al día siguiente asistiría al evento más importante de toda mi vida y no quería que nada me detuviera, como mi falta de sueño. Entre todos encendimos las velas y vimos el fruto de nuestro trabajo con mucho orgullo, si no se tratara de un cementerio todo habría lucido romántico en lugar de tétrico.
Un viento frío pasó entre mis piernas y abracé a uno de mis hermanos asustada, Malek me miró un poco molesto sin decir nada, ya estaba en la edad en que nadie lo comprendía. Me alejé lentamente y di un vistazo alrededor, me hizo sentir bien no ver nada hasta que a lo lejos pudimos contemplar como una niña vestida de blanco caminaba entre las tumbas.
—Bueno, es hora de irnos —dijo mi hermano, y mi abuela se rió.
—No vi nada, no vi nada —murmuró mi hermano menor Milo, quien le tenía miedo a los fantasmas desde que uno no dejaba de molestarlo con las luces de su habitación cuando era pequeño.
Todos nos fuimos con paso apresurado y llegamos jadeando a la casa, donde mi padre nos esperaba con muchos interrogantes. Y no se trataba sobre nuestro viaje nocturno, sino sobre quién había dejado la puerta abierta cuando salió. Si algo quedaba abierto los fantasmas lo tomarían como una invitación para entrar, algo que nadie quería si queríamos una buena noche de sueño.
—De nuevo, ¿algo que decir Milo? —le preguntó a mi hermano y él lo miró nervioso.
—Lo siento —dijo mi hermano.
—Bueno, tuve que sacar unos cuantos espíritus de la casa; pero no es como si no lo hubiera hecho antes —dijo mi padre y se encogió de hombros para restarle un poco de importancia al asunto, no queríamos que Milo se pusiera ansioso —. ¿Y tú? ¿Realmente vas a ir a esa cosa mañana? —me preguntó mi padre.
—Entrevista, es una entrevista Padre —le repetí —, y sí, al menos uno de nosotros debería tener algo de normalidad en sus vidas —dije un poco ofendida —. Si no son fantasmas, son tumbas, ataúdes o peor, maleficios.
—Es como tiene que ser —dijo mi madre, y se apresuró a entrar a la casa, para que no nos quedáramos allí afuera hablando —, vamos, les daré un poco de café a todos.
—Al menos hay una recompensa —comentó Malek mientras entraba después de mi madre, y así todos entramos y fuimos a la cocina para calentarnos un poco.
—Puedes tener la vida que quieras Mara, pero no siempre podrás escapar de esto —dijo mi padre —, llegará el momento en que tal vez debas aprender a llegar a un termino medio con lo que tienes y lo que deseas, o no te permitirás a ti misma ser feliz.
—Muy esperanzador —comenté, y fui por el café prometido.
Así era mi vida, una lucha sobre lo que se supone debía ser, y lo que realmente quería ser. Cuando me gradué del colegio, y todos se burlaban de mi por ser la chica del cementerio con su vestuario n***o y personalidad sombría, decidí que haría grandes cambios en mi vida, así que fui a la universidad, estudié todo lo que pude y apliqué a los mejores trabajos de la ciudad, entre ellos el puesto como secretaria principal de uno de los hombre más importantes de la economía del país. Nadie se había atrevido a tanto antes, con fantasmas persiguiéndote a cada rato y amenazando con apoderarse de tu cuerpo, y ángeles de la muerte pidiendo un poco de ayuda, tener una vida normal no hace parte de la rutina de los Blackallster.
—Gracias por el café —agradecí y me escapé a mi habitación para no continuar con la misma conversación de siempre.
Esa noche no dormí muy bien, tal vez porque tomé café antes de dormir o porque estaba muy emocionada por mi entrevista, fuera lo que fuera, mis ojos no quisieron cerrarse hasta las tres de la mañana, y aún entonces no dejaba de despertar para mirar la hora por temor a no escuchar la alarma. Es así cómo me levanté antes de que sonará mi alarma de las cinco y media, y corrí a bañarme para estar completamente despierta, luego bajé a hacer cualquier desayuno y me sorprendí al ver a mi madre allí con waffles para mi.
—Ven, se va a enfriar —me dijo cuando vio que no me movía —, mira, aquí está la falda —la señaló y se sentó en la mesa a comer conmigo —, ¿dormiste bien anoche?
—No mucho.
—Son los nervios —dijo ella y me deslizó una botella de gomitas dulces —, no son gomitas dulces, son vitaminas —explicó ante mi mirada confundida —. Te ayudará a estar fuerte y atenta. Por cierto, ya le escribí a tu tía, le dije que tipo de comida te gusta así que cuando llegues podrás tener mercado suficiente para tu primera semana.
—Mamá…
—Sé que no te hemos apoyado lo suficiente; pero no estamos en tu contra Mara, queremos que seas feliz, ¿entiendes? Sin embargo, promete que si algo pasa vendrás a casa, no lo enfrentes todo tu sola.
—Gracias, mamá.
—El autobús pasa en media hora, será mejor que te apresures —me dijo y luego se levantó para trenzar mi cabello, quería ayudarme a verme presentable para mi entrevista.
Cuando llegó el momento de salir de la casa, mi padre llegó con mis maletas, y los tres fuimos a la estación de buses cercano a la casa, era la parada del cementerio. Como estaba buscando trabajo en la ciudad, y vivíamos a las afueras, mi madre había hablado con su hermana para que me aceptara por un mes en su apartamento, ya que ella se encontraba en el extranjero. Mi padre no dijo nada; pero podía ver que se encontraba muy triste y pensativo, sin importar nuestras diferencias yo siempre fui la niña de la casa, él no quería que me fuera. Pero, el transporte llegó y él me entregó mis maletas dubitativo.
—No olvides usar siempre el collar, te empaqué cuatro más para emergencias, ten mucho cuidado y no camines mucho sola de noche —me advirtió y luego me abrazó.
—No voy a ir tan lejos papá —intenté tranquilizarlo.
—Lo sé —dijo y se separó de mí.
Dejarlos atrás fue más difícil de lo que pensé, cuando subí al autobús y miré por la ventana, quise llorar un poco porque iba a extrañar la vida que había llevado hasta ese momento, y mi familia. Cuando estuve lo suficientemente lejos, intenté recuperar la compostura y leí un libro sobre la actualidad en la economía del país. Así fue como todo empezó, me fui de casa y llegué al apartamento, dejé mis cosas y luego fui rumbo al lugar de la entrevista donde habían muchas más personas de las que esperaba, y por sus rostros comprendí que todo era más difícil de lo que parecía. Yo era la número 258 y apenas iban en el número 98 cuando llegué, de modo que la mañana se fue volando entre nervios y hambre. Al medio día finalmente fue mi turno, junto a otras dos personas con mucha más experiencia que yo, lo cual me dejaba claro que no obtendría el trabajo a menos que un milagro pasara. Di lo mejor de mí, y respondí lo mejor que pude a todas sus preguntas, pero nada parecía convencer a los tres hombres que entrevistaban.
—¿Cuál dirían que es su mejor talento? —preguntó uno de los hombre.
—Sé hablar cinco idiomas —dijo la mujer a mi derecha.
—Soy buena hablando con la gente y convenciéndola, además de que puedo memorizar muchos nombres y números —dijo la chica a mi izquierda, y no supe que decir, mi mente quedó en blanco mientras todos me miraban, así que dije lo primero que se me ocurrió.
—Puedo sobrevivir a lo que sea —dije, porque era difícil que mi familia muriera de algo que no fuera la vejez.
—¿Ah, sí? —alguien se levantó desde el fondo del salón de entrevistas, detrás de los entrevistadores y se acercó a mí, era un hombre alto con ojos que parecían estar en una gran tormenta, su voz era ronca y su caminar mostraba la seguridad que tenía en sí mismo —, ¿puedes definir “lo que sea”? —me preguntó.
—Pues… La muerte —dije sin pensar, y él me miró como si estuviera loca, luego al ver que hablaba en serio, se rió en voz alta.
—La muerte —dijo riéndose, entonces sacó los lentes de sol y se los puso antes de volverse a los entrevistadores de nuevo —, está contratada —les dijo —. Nos vemos mañana a las seis en mi oficina —me dijo a mi, y se marchó.
Todos nos quedamos sorprendidos.
—¿Quién era ese? —pregunté confundida.
—Señorita, Mara, síganos, debemos ir a firmar el contrato —me dijeron los entrevistadores.
Así fue como obtuve mi primer y último trabajo.