Scott dirigió toda su atención a la única mujer que se la merecía aquella noche, su madre. Alice seguía cada uno de sus pasos sin siquiera disimular, le costaba creer que lo estaba viendo allí a tan pocos metros de ella y tan diferente. Scott siempre había sido un hombre hermoso, pero lo que tenía delante parecía más un dios que un hombre común. Lo vio abrazar a su madre, la forma cómo le brillaban los ojos a Meghan con tan solo ver a su hijo, y por unos minutos sintió como se le estrujaba el corazón, porque sabía que ella los había separado, pero cuando recordó sus motivos levantó su cabeza reflejando toda su soberbia, no tenía que sentirse culpable por buscar justicia. –Dios mío mi amor, te vez tan hermoso…–Meghan no encontraba las palabras para describir la felicidad de ver a su niño.