CAPÍTULO SEIS Ceres miró con cuidado a través de las contraventanas medio abiertas, con la boca seca, con los ojos bien abiertos por si veía a su madre. Había ido corriendo hasta su casa mientras la noche caía en Delos, el cielo claro de allá arriba se volvía de un color rosa y lavanda. Su deseo de entregarles el oro a sus hermanos la había animado en cada paso. Muerta de hambre, había pensado en usar una de las monedas de oro para comprar comida, pero tenía miedo de tropezarse con su madre en el mercado. Con los oídos fijos en ruidos y voces, echó otro vistazo a la sombría casa. No había ni un alma a la vista. ¿Dónde podían estar Nesos y Sartes? Normalmente, estaban en casa a esas horas mientras Madre estaba fuera. Quizás si iba en busca de la espada primero, sus hermanos habrían regres